Íconos

¿Quién es Lolita? La siempre fresca

A los 56 años de su nacimiento, Lolita, la obra célebre de Vladimir Nabokov, sigue despertando ímpetus y provocaciones. Los lectores sucumben a las letras que los acercan al objeto de deseo: ella, la joven, alborotadora, concupiscente, la que sabe quebrar sus caderas y maneras para secuestrar los calores de ellos

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Agosto, el mes del cálido verano ruso, recibió por primera vez al libro que convirtió a la fantasía en novela. Corría el año 1958, un día 18, Vladimir Nabokov publicó Lolita. La historia de una niña pícara que no conoce límites en la imaginación de los hombres y cuya estampa, hoy en día, dibuja una sonrisa en la cara de muchos.

Hasta 1959, los tabúes no permitieron ponerle nombre a la figuración masculina, hasta que Nabokov supo describir a Dolores como una “nínfula” —una mujer con un temprano despertar sexual que habita en el consiente, más que inconsciente, de ellos.

“Lo-li-ta, la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”.

La niña que juega a ser mujer, la de las dos colitas que come sugerentemente una chupeta, la juguetona, la que no teme descubrir un nuevo mundo de sensaciones y a quien nada frena, porque nada ha probado, nace para introducir uno de los tantos hitos que llevaría a los caballeros, pasaditos de edad, a probar sabores nunca experimentados, olores nunca escarbados y a ver imágenes jamás planteadas.

La novela narra la relación entre el profesor Humbert Humbert y su hijastra de 13 años, Lolita. Él se hace cómplice del lector a tal punto que ambos desnudan, sienten y estrechan a  la muchacha.

A pesar de la nacionalidad rusa del escritor, Dolores Haze es una típica adolescente americana, cuyas preocupaciones no van más allá de la admiración que siente por sus ídolos del cine, el colegio y las amistades. Sin embargo,su juventud no es un impedimento para conocer y explotar sus capacidades de seducción. Por otro lado, su padrastro es un hombre europeo e intelectual en búsqueda de lo que él define como “la luz de su vida, el fuego de sus entrañas”.

El autor hace a través de sus personajes una analogía a la relación entre continentes: ella es América, la tierra nueva, joven e inexplorada y él es Europa, terruño de costumbres y cultura cansada y añeja.

Después de 56 años de su publicación, este atrevido personaje aún es motivo de cuestionamiento ¿Qué tiene Lolita que no tenga una mujer? ¿Son la falta de prejuicios y la inocencia de Lolita la combinación que la hace atractiva?  ¿A qué olerá la Lolita real? ¿A qué sabrá? Lo que sí se puede responder es que, a pesar del paso inminente de los años, la fantasía permanece intacta y jovial en el imaginario.

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