Revolución femenina: congelación de óvulos

Una nueva revolución, diseñada desde laboratorios médicos, se caldea en el real feminismo: la congelación de óvulos. Adiós al reloj biológico. No importa la edad ni el hombre, las mujeres pueden tener hijos cuando quieran, así como Sofía Vergara

Investigación: Raul Stolk
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Sofía Vergara de 42 años se comprometió a finales del 2014 con el actor Joe Manganiello de 38. Se encontraban de viaje de Navidad en Hawaii disfrutando de su pasión. Después de su reciente unión la especulación en los pasquines del corazón se atizó: ¿Tendrán hijos? ¿Cómo harán?

En diciembre de 2013, Sofia se babeaba por otro hombre: Nick Loeb. Durante su antigua relación —que duró casi un lustro— admitió que estaba en tratamiento para ser madre. Ella congeló sus óvulos. Según la revista británica Closer Weekly, la actriz confesó que “el gusanito de la maternidad la está llamando”. Tras su ruptura con Nick, volvió a comentar que no se rendiría en el asunto de los retoños. Ya tiene un hijo de 22 años, pese a su a edad está dispuesta a hacer uso de los óvulos que en algún momento guardó en un laboratorio.

Los rumores susurran que ella está dispuesta a practicarse un in vitro. En definitiva, la pregunta es ¿cuándo descongelará sus óvulos para fecundarlos? Según estudios descritos por el doctor Francisco Rísquez, ginecólogo-obstetra de la UCV y director de la Clínica de Fertilidad en el Centro Médico Docente La Trinidad —quien además se encuentra entre los más importantes en procedimientos de fertilidad en Latinoamérica— esta tendencia de tener hijos a mayor edad se ha desarrollado en una sociedad en la que la mujer prefiere conseguir primero el éxito y luego formar una familia. Sin embargo, los expertos aconsejan tener hijos a temprana edad entre 24 y 25 años. “Tardíamente aparecerían riesgos muy altos de mal deformaciones”, suscribe Rísquez quien fuera compañero de trabajo de Robert Edwards, el hombre que en 2010 recibiera un Nobel de Medicina por haber practicado, junto a Patrick Steptoe, la primera fertilización in vitro en 1978.

Rísquez responde al interrogante: ¿Por qué hoy en día hay más infertilidad? “Porque ellas están posponiendo la etapa reproductiva, quieren tener éxito primero y después reproducirse. Hay un deterioro natural en el óvulo, deterioro que puede llegar a producir malformaciones genéticas. La mujer nace aproximadamente con unos siete millones de óvulos y a partir de ese momento comienza a reducir la cantidad. No hay nueva producción, tiene los mismos hasta que muere”.

“Desde 1986 ya se podía congelar todo tipo de tejido humano sin problemas, menos una célula, el óvulo. Por su enorme tamaño, al congelarse, formaba cristales. En consecuencia, en muchos casos quedaba dañado. Hace tres o cuatro años se desarrolló una técnica para congelarlos rápidamente, como el ámbar”, vuelve el galeno que publicó junto a Edwards el libro Reproducción asistida moderna. Sus páginas describen el desarrollo y avances sobre técnicas de fertilidad. Estuvo involucrado en la investigación e implantación de estos tratamientos desde los años 80. Diseñó un novedoso sistema de catéteres llamado Catéter  Rísquez-Zorn para el diagnóstico y tratamientos de patologías tubáricas.

Nació la vitrificación de óvulos. Este avance ataca la principal e inevitable causa, por la que la mayoría de mujeres se somete a tratamientos de infertilidad: el paso del tiempo. Así pues, una mujer de 27, enfocada en su carrera y sin expectativas o deseos de formar familia en un futuro cercano, podría congelar sus óvulos jóvenes y utilizarlos, años más tarde, cuando considere que es el momento adecuado.

Francisco explica que esta técnica no se desarrolló para fines únicamente frívolos, en sus propias palabras: “la vitrificación se plantea no solo como una alternativa para controlar el reloj biológico de la maternidad, sino también para salvaguardar la fertilidad en pacientes oncológicas, antes de someterse a sus tratamientos de quimioterapia”.

A pesar de la modernidad de estos tiempos y que podríamos imaginar a señoras de avanzada como las principales clientas de esta opción, Rísquez aclara que dos grupos se han acercado para congelar. Uno que se encuentra entre los 28 y 32 años y, el otro, que se encuentra entre los 38 y 42 —solteras o divorciadas.

Génesis de una revolución

En 1978 se hizo la primera fertilización in vitro que tuvo como resultado un bebé sano, a quien sus padres bautizaron Louise Joy Brown. Hoy es una mujer de 34 con un hijo de nueve. La técnica que permitió la concepción de Brown, fue desarrollada por los profesores Patrick Steptoe y Robert Edwards. ¿Por qué esta innovación que podría catalogarse de revolucionaria en tantos sentidos —científico, social, teológico, legal— fue reconocida tres décadas después de su exitosa utilización? “Porque la comunidad científica tuvo que esperar para confirmar que Brown y su descendencia tuvieran un sano desarrollo”, explica Risquez.

La fecundación in vitro ocurre fuera del cuerpo de la mujer. Se estimula el ovario y luego, en el laboratorio, se coloca el semen en un recipiente con el óvulo y, en un par de días, se tiene un embrión. Luego el embrión se implanta en la mujer. Este tratamiento ya empleado a un promedio de 1.400 ciclos al año en Venezuela, tiene unas variaciones que se acercan más a la ciencia ficción que a la medicina convencional.

Francisco asegura: “Estos procedimientos son una revolución en todo sentido. Van a definir de una forma diferente la manera como el ser humano se reproduce. La fertilización in vitro ya no es solamente para la gente infértil”.

No miente al decir que se trata de una revolución. Hemos visto cómo estos procedimientos han colaborado en la formación de familias no convencionales. Como por ejemplo, casos de madres —e incluso padres— sin pareja que deciden tener un hijo, o en el caso de uniones del mismo sexo que buscan complementar su familia con descendencia. “Pero las variables de estos métodos son aún más impresionantes: la congelación de óvulos, el ICSI —tipo de fecundación in vitro—, y el diagnóstico genético preimplantatorio.”

Con más de cuatro millones de niños nacidos en el mundo gracias a técnicas de reproducción asistida, suficientes como para poblar un pequeño país caribeño, a Francisco le entusiasma el futuro. Explica que los actuales procedimientos de diagnóstico genético preimplantatorio permiten asegurar la selección de embriones sanos e incluso la posibilidad de eliminar deformaciones genéticas de líneas de descendencia. Al preguntarle sobre algún caso en el que se haya utilizado este tipo de técnicas, sonríe, y muy orgulloso responde: “los primeros bebés que nacieron en Venezuela utilizando este método fueron mis morochos”, se pavonea de alegría.

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