Entrevista

Rodolfo Cova, el Rey Midas del cine venezolano

Las películas que pasan por sus manos parecieran estar predestinadas al salón de la fama del séptimo arte nacional. El récord de Rodolfo Cova como productor audiovisual acumula premios, suma taquilla a ritmo de Papita, maní y tostón, y ruge con un León de Oro

Fotografía: Victor Amaya | texto: Paula Ortiz
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Rodolfo nació en el oeste de Caracas. Lídice, Caricuao, Los Magallanes de Catia y Quinta Crespo lo vieron crecer y a los 4 años se convirtió en un Cova. Su padrastro le dio el apellido, y es a quien le pide la bendición. La distante relación con su padre biológico fue uno de los ganchos que rápidamente lo ató a Desde Allá, el proyecto de Lorenzo Vigas y Guillermo Arriaga, que llegó a la oficina de producción que mantiene en Caracas y que, filmada y estrenada, hoy se jacta de ser la primera cinta latinoamericana en ganar el León de Oro, como mejor película en el Festival de Venecia.

Imperturbable y de look sencillo, Rodolfo es quizás uno de los productores más exitosos de la industria fílmica venezolana. Su nombre está tatuado en los créditos de pantalla y afiches de las dos películas más vistas del cine criollo – Papita, maní y tostón y La hora cero-, una de las más taquilleras y pionera de la internacionalización –Secuestro Express– y nuestra única ganadora del Goya –Azul y no tan rosa. Además, las oficinas de su productora Factor RH, fundada en 2006, están inundadas de premios ANDA y otros galardones del área audiovisual y publicitaria. Para él, el éxito es causado por la curiosidad de investigar, y por el ensayo y error.

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“No sé cuál es la clave del éxito, pero sé que tratar de complacerlos a todos es la clave del fracaso”, reza un papelito pegado en la puerta de su oficina. Una máxima que ha aplicado en cada uno de sus trabajos, más de 17 títulos nacionales.

Detrás de su escritorio hay un arte de La hora cero: dos policías están alertas, fusil en mano, listos para el ataque. Su trabajo no puede ser más ajeno a la violencia, pero sí es sinónimo de orden y disciplina. Frente a esa mesa, una pizarra divide en cuadros el trabajo pendiente de cada película que ha estrenado en los últimos años, y sigue criando, y de los proyectos que están por venir. Su serenidad al hablar da cuenta de que todo, todo, está bajo control. Especialmente cuando asumió que lo suyo sería la producción, una convicción que le llegó cuando probó la actuación: obtuvo un papel como el joven asistente de Carlos Cámara en una telenovela de RCTV –donde laboraba- y lo abandonó el primer día de grabación.

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A la caza de Festivales

El último regalo, como se pensó llamar Desde Allá durante un tiempo, no es una película sobre la homosexualidad –aunque haya un personaje gay-; tampoco es una cinta romántica –aunque tenga una carga sexual. Es un filme sobre las relaciones humanas y el rechazo, narrada a partir de un joven que encuentra una figura paterna en un hombre tan distante como inválido para querer. El proyecto trató de levantarse en varios países, incluyendo México por la vinculación de Guillermo Arriaga, quien compartió junto a Lorenzo Vigas la elaboración del guión de la cinta criolla; y Europa, pero fue en Venezuela donde finalmente vio luz.

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Pelo Malo entró a la liga de las participantes en tres festivales de clase A en el mundo; Dauna –la representante de Venezuela al Óscar- va por el mismo camino. Desde Allá anunció Venecia, San Sebastián y Toronto en su gira mundial, poniéndose a la altura de las producciones criollas más relevantes y de mayor exposición de la actualidad. “No digo que no sea importante…”, humildemente señala Rodolfo mientras no se vanagloria con el éxito de este trabajo.

Son cintas que primero ven ojos y salas de otros países. Meses después, el público venezolano. Razones estratégicas así lo obligan: Venecia exige estreno mundial y de otro modo no hubiese entrada en la selección oficial. Y esta, sin duda, era una película de festivales. “Creo que le va a ir bien en taquilla, pero no es Papita, maní, tostón”, opina desde lo que podría ser una de las claves de su éxito: saber llevar la película hacia el mercado para el que sirve. “El error de mucha gente es pensar que una película puede gustarle a todo el mundo, a toda la crítica, y ganar premios. No tienes idea cuántos ‘ganadores de Oscar’ se han sentado en esta oficina”, dice ironizando con ganas. Para él, no conocer el objetivo demuestra que “no tienes idea qué historia tienes en la mano”.

Mostrando una carpeta con 10 archivos pendientes por leer, Rodolfo calcula que son 40 o 50 los guiones que le llegan cada  año buscando su aprobación, coqueteándole el interés. De México, España, Colombia… Inclusive ahora tiene en su pizarra una coproducción con Argentina. Su selección la determinan tres elementos: que tenga algo que contar, que el guion esté bien escrito y que tenga una buena estructura, algo que lo obsesiona. “A mí no me gusta usar adjetivos calificativos, pero una cosa es escribir y otra cosa es ser escritor; una cosa es producir y otra cosa es ser productor; una cosa es dirigir y otra cosa es ser director”, dice.

Libertades sin censura

Piedra, papel o tijera fue dirigida por su socio Hernán Jabes y estrenada en 2012. La producción corrió a cargo de Cova. El metraje muestra una escena de dos policías corruptos frente a la imagen de Hugo Chávez y Simón Bolívar, un cuadro que no impidió para que la estatal Villa del Cine se asociara para lograr completar el filme. Aunque Rodolfo se declara abiertamente opositor al gobierno venezolano actual, no deja de aplaudir los esfuerzos, vengan de donde vengan, para promover el crecimiento de la industria cinematográfica en el país, desde la creación del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) durante el segundo período de Caldera, hasta la reforma de la Ley de Cine en 2005. “Hay que reconocer que las políticas con relación al cine durante este gobierno ayudaron sin duda a levantar el CNAC”, comenta agradeciendo que todavía sea realmente autónomo. Nunca, dice, ha sido víctima de la censura, ni en sus proyectos más críticos hacia el status quo nacional. Recuerda que en el portal Aporrea, fue señalado duramente en 2012 por aquellos personajes flanqueados por el retrato del “Comandante”, pero tampoco olvida que el entonces presidente de la Villa del Cine, José Antonio Varela, defendió la cualidad artística del proyecto y el respeto a su autor. “Igual lo acribillaron a él por eso”, ríe levemente.

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Entre sus actores fetiche cuenta a Beatriz Vázquez –“por mí estuviera en todas las películas que yo hiciera”, dice-, Luigi Sciamanna y Johanna Juliethe, sobre quien comenta: “creo que es una actriz que no ha sido descubierta, cuando alguien realmente descubra su potencial, se va a convertir en una de las primeras actrices de este país”.

Sensible a flor de piel

Esteta por naturaleza, hijo de una bailarina que compartió escenarios con Yolanda Moreno, Rodolfo Cova pinta a brocha gorda en sus ratos libres, disfruta del óleo, el arte ingenuo, la danza contemporánea (que es tal “desde que yo era pequeño”); se advierte llorando a mitad de una película que logra conmoverlo y le parece maravillosa la promoción de filmes extranjeros de mercados alternativos dentro de las salas de proyección venezolanas. “Yo quiero ver películas africanas, asiáticas, europeas, quiero ver cine de todos lados, por una cuestión de apertura cultural. Si esos países no quieren ver cine venezolano, son ellos los que culturalmente se están estancando”.

Sobre los largometrajes hechos en Venezuela defiende la diversidad. “Sabes que la gente dice que el cine venezolano siempre es de malandro, pero todos tienen una temática: el cine argentino habla de la dictadura en el 90% de sus películas, el cine mexicano habla de la frontera y el cruce de los coyotes en casi todas las suyas, el cine colombiano habla de la guerrilla y el narcotráfico”, critica. Para él, la diferencia está en escoger, más que temática, cualidad: cine de autor o cine comercial.

De ojo curado y nutrido, Rodolfo no consume cualquier producto. El boleto para ocupar una butaca conlleva más que horarios. Rápido y furioso, por ejemplo, solo la mira si se le atraviesa. Pero Contracara, con sus tiros, su acción, su John Travolta y su Nicolas Cage, la ve, confiesa, “babeado”. Si tiene que escoger, se queda con Batman, ningún Avenger, aunque no se identifica con lo sombrío del personaje.

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Como el buen cine, su consumo de imágenes lo hace con sonidos. Por eso la música es otra de sus debilidades, especialmente el rock latinoamericano. Recientemente felicitó públicamente a Famasloop por su nominación al Grammy –no hizo lo mismo con Chino y Nacho. “Soy muy poco popsero, pero lo respeto. Me dices Madonna y la respeto, he ido a dos conciertos de ella, pero de Lady Gaga ni que me regalen las entradas”, cuenta. Su ipod lo respalda y lo desnuda: también suena Cher, a quien vio en Boston, aunque “no se podía mover casi”.

Actualmente es parte de un proyecto, del que no habla mucho y le da cierto aire de secretismo. En reuniones semanales, de al menos dos horas, comparte ideas con un grupo de 12 personas, de las cuales se reserva identidades. “Es simplemente sentarse a tirar ideas, proyectos, leer cosas, comentarlas”. Es un ejercicio constante de creatividad del que promete saldrá algo bueno próximamente.

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