Investigación

San Juan de los Morros: ciudad de antiprogreso

La capital del estado Guárico sobrevive a la escasez y al deterioro de sus instalaciones más emblemáticas, en favor de la nueva imaginería “revolucionaria”. Mientras el rostro del gobernador solo se ve en impresiones a gran escala, y la Villa Olímpica es protegida por una burbuja de recursos y mantenimiento, el chavismo se mantiene fuerte gracias al miedo y al forfeit

Fotografías: John Manuel Silva
Publicidad

Al llegar a la capital guariqueña, luego de la majestuosa vista de Los Morros, lo primero que llama la atención son dos cosas: las motos y el Estado. Ni siquiera en Caracas se ven tantas motocicletas circulando por las calles. El sábado 25 de julio hay poco transporte público y una llovizna pertinaz, alternada con periodos breves de sol, acompaña cualquier recorrido. Las personas hacen cola frente al supermercado Día a día, “porque mal que bien la leche se consigue es así, de a poquito”, comenta Mercedes, quien lleva media hora esperando para entrar al local. Los cajeros automáticos muestran colas mayores, y gente que sale frustrada después de usarlos; a excepción de uno de los del Banco Bicentenario, los otros solo aceptan a tarjetahabientes del mismo banco. Hay una especie de rumor que corre por las calles del centro de la ciudad, una suerte de red de información espontánea en la que las personas se dicen unas a otras cuáles cajeros tienen plata, cuáles están fuera de servicio, cuáles aceptan tarjetas de cualquier banco.

cita5

El señor Manuel Mora lleva toda una vida en San Juan. “Desde que era carajito, aquí me criaron, mi papá trabajaba en unas tierras”, comenta sobre su origen. Con el tiempo ha visto desmejorar la vida del pueblo: “Eso ahorita es cola por todos los sitios, un día entero pa’ comprar cualquier mariquera”. Poco a poco ha tenido que modificar su dieta y hábitos de consumo: “Yo dejé ya de tomar café, porque  no se consigue, tomo en la panadería cuando hay”, dice, no sin antes advertir que no quiere hablar de política, pero que está cansado. Aun así, no se va: “No. ¿Pa’ donde? Ya yo tengo 64 años, ya yo me muero aquí”, responde al ser cuestionado sobre el tema. Pedro Soto, un taxista, confirma lo de las colas: “A toda hora y para todo. Yo no sé cómo estarán allá en Caracas, pero aquí estamos jodidos con eso: colas para todo, bachaqueo. Los buhoneros tienen algunas cosas que no se consiguen, pero te la venden cinco veces más caras”, dice. Al preguntársele por la gestión del gobernador del estado, Ramón Rodríguez Chacín, suelta una perla: “Sí, ese se supone que gobierna aquí, pero no. Al gobernador le dicen Dios, porque todos saben que existe, pero nadie lo ve nunca”.

web1

Tal vez las palabras de Soto encuentran cabida en la realidad, aunque él mismo no se dé cuenta: la figura de Rodríguez Chacín y los logos de las instituciones estatales, destacan al recorrer la ciudad por su presencia casi religiosa. Si las motos circulan de un lado a otro, lo hacen frente a un fondo propagandístico que no cesa de aparecer en cada esquina a cada momento. Las paradas de autobuses de la ruta que sigue el Bus Guárico tienen nombres como Alí Primera y Ezequiel Zamora. La avenida donde está ubicado el mejor hotel de la ciudad, se llama Acosta Carles. Caminando hacia arriba, está la guardería geriátrica Los abuelos de la patria, presidida por una gigantografía de Chávez y Rodríguez Chacín en la entrada, y así…

cita4

Por el contrario, los espacios previos a la llegada al gobierno de la actual administración, muestran un descuido que no pareciera casual, como si a propósito se estuviera dejando perder la memoria anterior a la revolución bolivariana. El monumento a la bandera está en el abandono. Una escarapelada estatua de Francisco de Miranda permanece medianamente incólume en comparación con la de la madre indígena, que está llena de grafitis y huele a orines. Las pajareras, por su parte, están rodeadas de aguas tumefactas sobre las que planean nubecitas de jejenes. “Eso ya no lo visita nadie”, dice una señora que no quiere dar su nombre, “ahí solo van carajitos de los liceos, suben a hacer sebo, también roban a la gen

te”. Un poco más allá, en una plaza que luce vacía, un pequeño busto de Rómulo Gallegos con una inscripción de Doña Bárbara a sus pies.cita3

De regreso al centro de la ciudad, las colas siguen marcando la pauta, pero todo luce más animado. Pasada la hora justa del mediodía, las calles comienzan a atestiguar cierta actividad. “Todo se ha puesto muy duro con la escasez y la delincuencia. Las bandas mandan por aquí. Yo tengo que pagarle a un motorizado que viene una vez por semana para que me deje trabajar tranquila”, dice Carmen, mientras despacha vasos de agua que vende a 15 bolívares a las personas que hacen cola frente a los cajeros del Banesco. Luego confiesa sin rubor, a pesar de que el enorme monumento a la beata Candelaria la mira desde las alturas de la montaña donde se encuentra: “Yo me puse un pañuelito en la totona el mes pasado porque no conseguí toallas sanitarias”.

cita2

Los comensales del restaurancito de pollo a la broaster Mi Comida se quejan de la falta de cerveza. “Solo tengo Zulia”, dice el mesonero a todos los que piden. Al final, luego del refunfuño, todos aceptan la cerveza de botella verde. “Negra no hay en ningún lado”, se lamenta Raúl, “pero qué carajo”. Las conversaciones con los habitantes locales se van volviendo rutinarias hasta que se les cambia el tema. Algunos no quieren hablar de política, pero otros se aventuran: “Sí, todo el mundo es chavista”, comenta Raúl cuando ya va por la tercera birra. “Es que, coño, es lo que hay. Allá a veces vienen los carajitos de Primero Justicia, pero nada, no convencen. Además el gobierno hace cosas, no muy seguido pero las hace: operativos, vainas”. Y remata: “Yo no voy a votar por los escuálidos”.

“Aquí hubo peos la semana pasada”, señala Pedro Soto, luego de tomar una vía alterna que lo lleva por la Villa Olímpica, el único lugar de toda la ciudad donde no se aprecia abandono alguno y que, de hecho, parece un sitio diferente al resto del pueblo. “Me meto por aquí porque estos tipos rasparon la vía y ya va para seis meses que la tienen así. Esa vaina te come un caucho”, se justifica y luego vuelve al tema político: “En el CNE no querían inscribir a los votantes nuevos, entonces un poco ‘e carajitos armaron un lío, dijeron que iban a quemar el CNE y hasta la madrugada estuvieron inscribiendo gente allá”, comenta refiriéndose a los conatos de disturbio que hubo una semana antes de la realización de este relato en los alrededores de la sede regional del Consejo Nacional Electoral, ubicada en la calle Páez. A la pregunta de si el chavismo ganará las elecciones en la entidad, su respuesta es desoladora: “¿Tú que crees, mijo? Claro que sí, aquí no hay más nada. Estos no sirven para nada, al gobernador no se le ve, pero tampoco a más nadie. Uno no quiere meterse en rollos y si saben que eres escuálido ya vas perdiendo cosas, te miran feo, no te meten en las listas de mi casa bien equipada”, dice el conductor, quien confiesa haber comprado un televisor gracias a ese plan gubernamental.

web3

Sin embargo, la percepción de mayorías se enfrenta a los números que arrojan las elecciones. Si bien Hugo Chávez ganó su reelección con 57,47% de los votos en 2012, Nicolás Maduro apenas tuvo una brecha de 1,89% frente a Henrique Capriles en 2013. Ese mismo año, en las elecciones municipales, el actual alcalde “rojo rojito” se impuso al ser la minoría más grande, tan solo por 1,66 puntos por encima del abanderado de la oposición.

cita1

Alrededor de las 6 de la tarde, San Juan de los Morros vuelve a su estado fantasmagórico de las mañanas: la ciudad se vacía, la gente no circula por las calles, y solo las omnipresentes motocicletas van de un lado a otro, aunque a esa hora hacen gala de una indiferente velocidad que hace silbar al viento por donde pasan. “Hay que recogerse temprano”, acota Soto, “de lo contrario te joden, hay mucho secuestro ahorita. Eso y los robos son el principal problema”.

web2

Publicidad
Publicidad