Economía

Terminar la universidad en Venezuela: la carrera más difícil

Las universidades privadas están cercadas entre aumentos desenfrenados y una hiperinflación que amenazan su propia subsistencia. Los estudiantes que todavía sueñan con graduarse se rebuscan para pagar lo que se les exige, pero no todos pueden y optan por dejar de lado el sueño de la toga y el birrete

Composición gráfica: Juan Andrés Parra
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La insuficiencia presupuestaria de la universidad venezolana es como un cáncer que la academia no ha podido sacudirse. Las casas de estudio superiores autónomas lo han denunciado sistemáticamente cada año. Una simple búsqueda en Google arroja resultados de años anteriores, incluso más allá de una década atrás, y frases que se repiten: “alcanza solo para el primer semestre”, “el dinero apenas cubre los salarios”, “no hay recursos para laboratorios”.

La respuesta gubernamental ha cambiado. En 2011, la entonces ministra de Educación Universitaria, Marlene Yadira Córdova, masculló la palabra “déficit” a pesar de la robustez de los precios del crudo venezolano que inundó al país de dólares. Fue el cuarto boom petrolero en la historia nacional, que entre 2004 a 2014 inyectó a las arcas públicas la impresionante suma de 775.959 millones de dólares, más de cinco veces más que lo ingresado durante le época de la “Gran Venezuela” de 1973 a 1984. Adicionalmente, por ingresos tributarios el fisco recibió ese lapso 395.327 millones de dólares, según registra un estudio del analista financiero Orlando J. Zamora.

universidad-cita5Pero en octubre de ese 2011, Córdova reconoció que el incremento de 6,7% al presupuesto universitario para 2012 se hacía insuficiente para cubrir las necesidades de las casas de estudio a pesar de que explicó que el presupuesto nacional se calcula de acuerdo con los ingresos que genera la renta petrolera. Se debe tomar en cuenta que el petróleo alcanzó en 2011 el precio más alto en siglo y medio en términos reales, según el estudio BP Statistical Review de 2012.

En contraste, mientras la crisis se profundiza, la negación gubernamental también. “Tenemos el presupuesto garantizado para el funcionamiento de este año, a pesar de las circunstancias que han sometido al país”, lanzó el ministro de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología Hugbel Roa el 25 de enero de 2017.

En septiembre de ese mismo año, el presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela (Apucv), Víctor Márquez aseguraba que las casas de estudios del país se enfrentaban una vez más a la falta de recursos y el empeoramiento de las instalaciones. Afirmaba, además, que de las universidades Central de Venezuela (UCV), Católica Andrés Bello (UCAB) y Simón Bolívar (USB), tres de las principales del país, se han marchado “más de 1.000 docentes en los últimos cinco años” por los salarios de hambre y las precarias condiciones de trabajo.

Y si en las instituciones públicas el bolsillo del Estado nunca ha sido generoso, en las privadas los saquillos de padres y representantes son aún más lánguidas. Estar en una universidad paga se convierte en un martirio para quienes se sientan en pupitres y sueñan con una toga y un birrete. La directora del Instituto de Investigaciones Económica y Sociales de la UCAB, Anitza Freitez contabiliza que de una población de 1,6 millones de personas entre 18 y 24 años de edad que asiste a una universidad, solo 416.000 logran graduarse y 60% abandona para entrar al mercado laboral y contribuir con los gastos en el hogar.

Ahora, con el paquetazo rojo de Maduro, la hiperinflación y la devaluación, para un estudiante universitario que busca terminar su carrera, el peso de onerosas matrículas crece con el comienzo de clases. Aun cuando los montos sean deficitarios para mantener a una casa de estudios en el primer nivel.

Los cinco años más largos

Daniel Ortega* intentó entrar a la Universidad Monteávila en 2015 y, de cuatro procesos de selección que debía pasar, lo aceptaron con solo haber hecho el primero. Su cupo reservado ya era suficiente alegría cuando una tarde le llegó un correo electrónico que lo dejó atónito: le ofrecían una beca de 50%. No disimuló su sonrisa y, aunque también quería estudiar en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), se decantó por la opción de Boleíta. “Me decían que conseguir una beca en la Católica era más difícil por la cantidad de personas que estudian en esa universidad, a mí me la estaban ofreciendo en la Monteávila y tenía más sentido estudiar ahí”, desliza.

Su beca le cubría las mensualidades del semestre que para entonces estaban en Bs 5 millones quinientos (Bs.S 55,00) eso sí, la inscripción y la cuota de reafirmación que la universidad cobra, normalmente en febrero de cada año, corren por cuenta del estudiante. A Daniel, ahora de 20 años y a punto de cursar su cuarto año de Comunicación Social, le piden alcanzar un promedio de mínimo 15 puntos como requisito para mantener su ayuda económica, cosa que ha sabido cumplir. “Solo un año quedé con 15, de resto siempre he sacado más”.

universidad-cita4Según la página oficial de la institución, en la Monteávila, para el período 2018-2019, los nuevos ingresos debieron pagar un arancel de inscripción de Bs. 135.000.000 (Bs.S 1.350,00) entre el 11 hasta el 22 de julio; mientras que las reinscripciones tuvieron un arancel de Bs. 95.000.000 (Bs.S 950,00) desde el 16 de julio hasta el 27 de julio. La cuota de reinscripción está a partir de Bs. 1.525.000,00 (Bs.S 15,25). Daniel agradece todos los días tener su beca y se asombra porque “cuando entramos a la universidad, era totalmente pagable pero ya se está poniendo difícil”.

Pese a que ahora los precios suben estrepitosamente y las casas de estudio no pueden garantizar un monto estático, todavía cree que estudiar en Venezuela es más barato que en otros países y, gracias a su ayuda económica, ve posible terminar su carrera. “Si yo me voy antes de graduarme sería por la situación del país, gracias a Dios no por no poder pagarme la universidad”.

El caso es otro para Mariángel Velásquez. Estudiante de la misma universidad, arroja sin tapujo haber estado a punto de abandonar su carrera durante sus tres años estudiando Comunicación Social. Su sueño no era la Monteávila sino graduarse bajo las nubes de Calder, pero para empezar tenía que esperar tres años. Apenas entró en la institución privada pidió una beca. “Mi papá me dijo que, sin eso, no era capaz de pagarme la universidad” y para su suerte, obtuvo una ayuda económica del 100%.

universidad-cita3Sin embargo, se las ha visto negras cuando le toca pagar la reinscripción que solicita la institución. Para febrero de este año, el monto era de Bs. 1.500.000 (Bs.S 15,00) y al verse imposibilitada de pagar volvió a meter papeles en la coordinación de ayudas económicas y explicó su caso. Nuevamente tuvo suerte y lograron cubrirle 50% del monto. “Tuvimos que pagar Bs. 750 (Bs.S 0,075) que igual era dinero (tres salarios mínimos en aquel momento), pero mis papás lograron reunirlo para hacer el pago”.

Mariángel trabaja desde su segundo año de carrera no solo para ganar experiencia sino también para poder ayudar en su casa con lo que puede. Si no tuviese beca, asegura que se las amañaría para terminar su carrera. “Les diría a mis tías, a estas alturas salirme ya no es una opción”. Tanto Daniel como Mariángel concuerdan en que su universidad es flexible. “Si tú explicas bien tu caso, ellos buscan ayudarte”.

En tres y dos

Valentina Gil está indecisa. Con 20 años y por empezar el séptimo semestre de Comunicación Social en la UCAB, tiene que elegir entre una beca trabajo que la ayude a costearse los cuatro semestres que le faltan y una pasantía que le da experiencia laboral, se decanta por la segunda, pero pensar en soluciones para terminar su carrera le ha quitado el sueño durante las últimas semanas.

Ella entró al recinto en 2015 y para pagar le dieron una pensión proporcional en donde, según la posición económica del estudiante, le exoneran un porcentaje de la matrícula total. En su caso, le dieron un 30%. “No recuerdo el monto exacto de lo que pagué en ese momento, pero si, por ejemplo, la matrícula era de Bs. 36.000 (Bs.S 0,36), yo pagaba Bs. 8.000 (0,08), sin eso no habría podido estudiar en la UCAB”.

Las becas trabajo en la Católica comienzan a aplicar a estudiantes que estén en el segundo año de su carrera o en tercer semestre. Apenas Valentina pudo solicitar una lo hizo sin dudarlo, pero el proceso no fue tan expedito como quiso y la oportunidad de tenerla le salió a último momento en la Oficina de Seguridad de la institución. “Estuve un año ahí con ellos en la redacción de informes, pero no fue la mejor experiencia”, pidió cambio al tener la oportunidad y cayó en lo que ella misma llama su “beca trabajo soñada” en el Centro de Asesoramiento de Desarrollo Humano. Con trabajo de 20 horas semanales, no tenía que pagar la matrícula, únicamente el derecho de inscripción.

universidad-cita2Valentina estaba tranquila con su decisión, pero en julio de este año la oportunidad de pasantía en un medio de comunicación le tocó la puerta. A quienes están bajo la modalidad de beca trabajo en la UCAB les dan un mes de vacaciones, generalmente agosto, y ella no dudó en aprovecharlo. La preocupación llegó cuando se dio cuenta que los horarios iban a chocarle en su próximo semestre: estudiaría en la mañana y tanto su beca trabajo como su pasantía serían en la tarde. “Pensé seguir mi pasantía hasta septiembre nada más, pero esta es una oportunidad que no siempre sale, entonces empecé a buscar otras maneras. Encontré que la universidad tiene la Fundación Andrés Bello, una beca completa que logras obtener si verdaderamente demuestras que estás en necesidad de que te ayuden. Yo hablé con su coordinadora y me dijo que podían intentar ayudarme con el 70-80% pero no me prometió nada”.

Hasta el momento, no ha renunciado a sus pasantías y sigue en espera de una respuesta de la universidad. Fuera de las aulas, es su mamá quien se encarga de todo lo que ella necesite y entre la pensión que le dan a su tía y un papá ausente, la carga de pagar la universidad completa no es una que puedan llevan. Menos en hiperinflación. “A veces, para poder costearnos la vida tenemos que vender piezas de oro”, arroja.

Las clases en la UCAB se reanudan el 24 de septiembre. “La UCAB mandó un comunicado diciendo que iban a aumentar y si antes nos iban a cobrar 10 millones por unidad de crédito, ahora cobran 23 millones. Las que tienen recargo administrativo suben a 29.900 millones” (Bs.S 299).

La unidad de crédito (UC) funciona como base de las universidades privadas para calcular el costo del semestre. Bajo esa matemática, si una materia cuenta con 5 unidades de créditos y los estudiantes deben pagarlas a 23 millones, el total para cubrir una asignatura completa sería de 115 millones por materia. Un semestre suele tener siete materias incluidas, lo que sería un total de 805 millones de bolívares fuertes (Bs.S 8.050,00) el semestre completo.


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“Yo no tengo ese dinero ni tampoco espero que nadie se los saque. Tengo dos opciones en mente. La primera es dejar mi trabajo y regresar a mi beca trabajo que sería dos años de esclavitud, pero al menos tendría la certeza de poder graduarme. La otra es hablar con mi familia en el exterior y ver si pueden ayudarme con algo”. Para Valentina la opción de dejar la universidad no está en su cabeza porque su meta final es dejar Venezuela lo más pronto posible. “Me daría dolor abandonar la universidad porque tres años de esfuerzo se desvanecerían. El día que yo deje de estudiar buscaría la manera de irme porque ya no tendría más nada que hacer aquí”.

Buscar ayudas para no abandonar

Por otro lado, en la Universidad Metropolitana los pagos dejaron de ser trimestrales y pasaron a mensuales desde 2017. La hiperinflación fue la causante, pero los afectados son los estudiantes. Sin embargo, el recinto amplió el espectro de ayudas al estudiantado para costear la carrera.

Mariangely González está en el cuatro año de Ingeniería Química y desde que entró tiene una beca de 75%. Para este año nuevo que va a empezar tendría que pagar Bs. 130 millones (Bs.S 300) por mes. En septiembre, tendría que hacer un gasto de Bs. 200 millones (Bs.S 2.000) porque sí paga el precio de la matrícula, inscripción y un seguro estudiantil.

universidad-cita1Ella quería estudiar Ingeniería de Materiales en la Universidad Simón Bolívar (USB), pero se le presentó la oportunidad de iniciar los procesos para ganarse una beca en la Metropolitana y al obtenerla, no lo pensó dos veces.  “Sin beca, podría haberme pagado los primeros años de la carrera, pero creo que desde 2017 ya mis papás no habrían podido con el gasto”, dice.

Sin embargo, abandonar no entraría dentro de sus planes. La universidad le da métodos alternativos para costearse los estudios como las beca trabajo, las ayudantías y otros programas de ayuda socioeconómicas. Para cumplir con su último año de carrera, Mariangely dice que aplicará a uno de estos mecanismos y pedirá que le cubran el 25% restante para financiarse el 100% de su carrera.

Compartió salón con personas que no volvió a ver. Cuenta que se ha enterado de algunos que tuvieron que dejar la universidad por no poder pagarla y están o trabajando para costearse la vida o en constantes pérdidas de clases en universidades públicas.

MatrículaMetroSon los compañeros perdidos en el camino, que se suman a esa deserción de 60% en el último año. Según el Instituto de Investigaciones Económica y Sociales de la UCAB, de entrada, 500.000 muchachos que son aceptados en las casas de estudio superior no inician la carrera o la abandonan rápidamente por no reunir las condiciones para afrontarla. El estudio de lo ocurrido el año pasado, que se anuncia peor para el actual período, revela que la cobertura de la educación universitaria en todos los estratos sociales cayó de 48% a 38% entre 2016 y 2017.

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