Política

UNES: formar y educar también a la delincuencia

Nació en 2009 como una iniciativa para unificar la educación de los cuerpos de seguridad civil en el país. Hoy en día, destaca por su alta deserción de estudiantes en las aulas, casos de delincuencia, bandas criminales que se ocultan en sus salones y la falta de confianza que tiene la Policía Nacional Bolivariana en la formación de sus efectivos

Texto: Jefferson Díaz | Fotografía de portada: AVN
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Johan se levanta a las seis de la mañana. Se baña, cepilla sus dientes, come el desayuno que le prepara su mamá y sale a la calle. A estudiar. Toma dos camionetas y un metro para llegar hasta Catia, a la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (Unes). Una vez ahí, en los baños, se cambia su ropa y se pone el uniforme reglamentario: zapatos negros -casuales-, bluejean azul, camisa blanca con el logo de la institución y una gorra azul. “No salgo de mi casa así porque me puedo ganar un tiro. A nadie le gusta un policía, y menos un estudiante de policía por donde yo vivo”, comenta mientras se mira en el espejo revisando que no tenga manchas o arrugas. Vive en El Cementerio.

Él no es único. Su caso se repite, más de lo que el rectorado de la Unes quiere admitir, entre los 4500 muchachos que iniciarán actividades académicas este año a nivel nacional. Con catorce núcleos en el país, este recinto, desde su creación en 2009, pretende unificar la educación de todos los cuerpos de seguridad civil de Venezuela: policía, bomberos, investigación penal y protección civil. Tan solo para la Policía Nacional Bolivariana (PNB) lleva nueve promociones o cohortes y para el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) lleva cuatro. Un sistema ideado por el expresidente Hugo Chávez a la usanza de gobiernos aliados como Cuba o Ecuador pero el toque del “socialismo del siglo XXI”.

Uno de los puntos de partida de la Unes fue la eliminación en abril de 2011 de la Policía Metropolitana de Caracas (PM). Otrora fuerza policial de la capital que por cuarenta y un años se encargó de la protección —y represión— de los caraqueños. Es por eso que bajo unas tiendas de campaña en el campo La Carlota se improvisó la primera inscripción de todos aquellos funcionarios que desearán migrar a la nueva universidad y, por ende, a la Policía Nacional Bolivariana. A esa primera promoción de funcionarios migrados se le adecuó un organigrama de mando que estaba en pañales. Carecía de rumbo a corto plazo y solo contaba con las ganas y el patrocinio de las políticas de Estado. Muchos de esos funcionarios, hoy en día, son los encargados de supervisar y controlar la mayoría de los cuerpos de acción en los que se divide la policía venezolana.

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Más allá de la historia hay que destacar, como lo hace Johan, que muchos de los jóvenes que ingresan a la Unes lo hacen por necesidad, por tener un trabajo estable y la posibilidad de “estudiar algo gratis”. Sin embargo, hay otro grupo: los “infiltrados”, como lo denominan las cabezas de la institución. Nadie sabe de dónde —o al menos pretenden no saberlo—, pero estos sujetos han aglutinado un cúmulo de historias dentro de la universidad. Historias de horror y agresión que ponen en veremos el funcionamiento de las buenas prácticas policiales. En siete años de actividades, se han reportado sus conexiones con bandas criminales que, al salir de clases, robaban en sus comunidades. Al parecer estos “infiltrados”, que hacen vida en la Unes, son delincuentes solicitados por homicidio y otros delitos. También han estado implicado en casos de corrupción de profesores y situaciones de homofobia y acoso sexual.

Seguro, como estos relatos, otros muchos abundan en otras universidades. Pero hay que tomar en cuenta que este lugar forja a los que garantizan las leyes del país. Es parte de su lema: “Unes es honestidad. Unes es amor. Unes es servicio”. Mensajes que se repiten sin parar en su página web.

El proceso de ingreso ha evolucionado acorde a las peticiones que ha realizado el Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz y el de Educación Superior. El primero aprueba el presupuesto de la Unes, el segundo su currículo de clases. Al principio, los pretendientes debían llenar unas planillas, llevar documentos de identidad y bachillerato y presentar pruebas psicológicas y de resistencia física. Pero con esas primeras promociones —entre 2010 y 2012— había una ansiedad por parte del Gobierno Nacional de tener más policías y al menor tiempo en las calles. Casi diez mil muchachos hicieron un curso de seis meses en el transcurso de esos años y pasaron a formar parte de la PNB. Un curso que solo les da una certificación de haber culminado con éxito la primera parte de su formación. También es la anuencia para continuar la formación académica por cuatro años, para aquellos aspirantes que quieran obtener una licenciatura. Un curso de seis meses en donde las materias que se ven, a parte de las de manejo de armas, defensa personal y práctica policial, se incluye una cátedra sobre el pensamiento de Hugo Chávez. Se realizan, asimismo, lunes patrióticos y en cada formación antes de entrar o salir de clases se repite: “patria socialista, ¡venceremos!”.

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“No cabe duda. Esto es una universidad política” dice Johan antes de ubicar su salón. El nombre que da no coincide con el que tiene marcado en su gorra. Pasa que a la Unes, como en su comunidad, tampoco le gusta los estudiantes de policía que resaltan mucho.

¿Quién entra? ¿Quién sale?

Comparar los procesos de reclutamiento para policías de países vecinos como Colombia o Brasil daría una idea de la separación de criterios que tiene Venezuela con la Unes. Pero, sin ir muy lejos, en El Junquito funcionada el Instituto Universitario de la Policía Metropolitana (Iupm). Un lugar que se caracterizó por la rudeza de su entrenamiento —los aspirantes estudiaban por tres años antes de salir a la calle— y la calidad de sus profesores. Casi todos oficiales y civiles entrenados para la seguridad civil. Sí, también hubo denuncias de irregularidades.

“Recuerdo el caso de un estudiante de primer año que fue encerrado en un armario y lo lanzaron por un barranco los de tercer año. Casi se muere. También, estaban los que se escapaban para el pueblo y querían amedrentar a la gente porque eran policías en entrenamiento. La diferencia es que a esos infractores los expulsábamos. Ahora, en la Unes, no puedes rapar a nadie”, comenta uno de los profesores de la universidad y oficial jubilado de la PM.

Dentro de los estatutos de la Unes se indica que todo estudiante tiene el derecho a aprobar su materia con las mejores oportunidades académicas. Lo que significa que si raspa, hay que hacerle exámenes de recuperación hasta que pase. La única manera que un estudiante sea expulsado es que se compruebe su participación en un crimen o tenga antecedentes penales. Un reprobado en lenguaje u ortografía no basta para eso.

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Estudios sociológicos que se han hecho dentro de la universidad indican que sus integrantes son muchachos de estratos D o E. De muy bajos recursos que ven en la policía un ascensor para mejorar su calidad de vida. Este año, según un reporte realizado por la Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional, la mayoría de los nuevos policías renuncia antes de los siete meses de su servicio por malos salarios, peligro en la línea de trabajo e incursión en hechos delictivos. Dicho informe también indica que la enseñanza que se aplica a los estudiantes de estos cuerpos de seguridad está basada en la política y no en la motivación de la protección al ciudadano.

Un informe que descarta Ana. Ella vive en La Guaira y todos los días sube a Caracas para estudiar en la Unes. “La mayoría de mis compañeros lo que quiere es comer y tener un salario estable. Sí, no lo niego. Muchos tienen su cassette político, pero no es el común”. La cátedra Hugo Chávez da una idea de qué tan politizada es la Unes. Desde el 2013, y por resolución de la Gaceta Oficial Nº39.620, todas las universidades experimentales del Estado deben abrir en su malla curricular un espacio para esta materia. Una asignación semanal que pasa a los futuros policías por todos los discursos y decisiones que tomó el expresidente. “Los mandan a investigar, hacer trabajos y tener como imagen verdadera a Chávez. Una oda al culto de la personalidad”, indica uno de los instructores de la universidad.

A esto podemos incluir lo que declaraba a Venezolana de Televisión (VTV) la antigua rectora de la Unes, Soraya El Achkar, el 27 de noviembre de 2013: “La PNB es un legado del comandante Hugo Chávez y se fortalece con el presidente Nicolás Maduro…”.

Una represión adoptada

La Ley Orgánica del Servicio Policial indica que así los estudiantes de la Unes hayan pasado su primer tramo de entrenamiento, no califican de inmediato para las filas de la Policía Nacional Bolivariana. Dicho organismo debe realizar primero un panel de control para ver quién se queda y quién se va. Desde la creación de la universidad este mecanismo se ha aplicado a todos los egresados, sin embargo, en un 80% de los evaluados, todos han pasado.

Números de aceptación que no han disminuido por una sencilla razón: hacen falta policías en Venezuela. Para mediados de 2015, según cifras del Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, había activos en todo el país unos 105 mil policías preventivos. De este número, habría que descontar los miembros que fungen como escoltas, resguardo de instituciones y administrativos. La resta arroja un déficit del 70%.

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Escasez que se presenta en la Unes. Para la novena promoción de policía se graduaron 73. Y los que conforman la décima son 120. Cifras extraoficiales manejan un 75% de deserción en las aulas luego de que los candidatos observan el aumento de la violencia en las calles por las bandas criminales y las órdenes de represión que reciben de parte de los directivos de la PNB.

“Son políticas de Estado. Los muchachos tienes que discernir y decidir entre perder su trabajo o caerle a palos a un estudiante que protesta. No hay una buena práctica policial desde el principio. Aquí tratamos de enseñarles que ellos también son civiles. Que una vez que se quitan el uniforme, padecen las mismas carencias que las personas a las que deberían proteger. Pero parece que solo importa sobrevivir. Cumplir con lo que se les dice sin importar poner su vida en riesgo” asegura final y preocupado uno de los profesores de la universidad.

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Esa es la percepción de los futuros policías, que desde el mes pasado cobran una beca de ocho mil bolívares mensuales, monto recién aumentado por el presidente Nicolás Maduro. Su objetivo es sobrevivir en uno de los países más violentos del mundo. Adoptan una represión que les garantice —o al menos les dé la esperanza— de que su familia no pasará hambre.

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