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Cliu, la mascarilla inteligente que detecta focos de coronavirus y se desinfecta sola

La mascarilla inteligente Cliu se basa en tres pilares: inclusividad, sostenibilidad y tecnología. Aún está en fase de producción y su precio está entre los 90 y 250 euros

cliu mascarilla inteligente
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El español Álvaro González Romero-Domínguez creó en Italia una mascarilla inclusiva, sostenible y tecnológica. Es capaz de autodesinfectarse, medir la calidad del aire y alertar de focos cercanos de coronavirus.

Esta mascarilla inteligente se llama Cliu. Fue diseñada por este aragonés con raíces riojanas y su socia y pareja, la italiana Simona Lacagnina. Ambos viven en la ciudad siciliana de Palermo.

Se basa en tres pilares: inclusividad, sostenibilidad y tecnología, explica González en una entrevista con la agencia Efe.

¿Por qué es inclusiva?

Es inclusiva porque es transparente. Esto permite ver la boca de las personas, los que supone un gran avance para aquellas que tienen dificultades auditivas.

También facilita la comunicación no verbal entre las que no las tienen.

¿Por qué es sostenible?

Es sostenible, porque es reutilizable y además cuenta con unos filtros antimicrobianos y bioactivos, desarrollados por la Universidad de Siena, que «si terminan tirados en el medio ambiente» no lo dañarían.

«Queríamos un producto sostenible. Leímos en un artículo que decía que dentro de poco habrá más mascarillas desechables que medusas en el mar y decidimos que esto no podíamos tolerarlo. Debíamos poner toda la carne en el asador para que no fuera así», explica.

González cuenta que además firmaron un acuerdo con la asociación italiana SEADS, que trabaja en colocar barreras en los ríos para bloquear los plásticos.

El acuerdo prevé que, cuando se vendan 20.000 mascarillas, parte del dinero se entregue a esta organización para que coloque barreras en el río Arno.

¿Por qué es inteligente?

Finalmente, el tercer pilar, el de la tecnología, hace de esta mascarilla un objeto inteligente.

González y su socia comercializarán dos tipos de mascarilla, una sin tecnología y otra inteligente, ambas con el mismo diseño.

La mascarilla inteligente contará con un sistema bluetooth, sensores y una serie de algoritmos que, a través de una aplicación, medirán la calidad del aire, de la respiración y la frecuencia cardíaca. Además detectará si hay algún foco activo de coronavirus en las proximidades.

«Ayudará a prevenir enfermedades respiratorias, porque el mundo atraviesa ahora mismo una situación de emergencia por la COVID-19 pero la intención es que estos productos sirvan también para la gente que tenga alergias» u otros problemas respiratorios, argumenta.

Finalmente, incluye una base de carga para la batería que tiene luz ultravioleta en su interior y que permite que la mascarilla se desinfecte en unos minutos.

El usuario de la mascarilla sin tecnología también podrá utilizar la aplicación digital para medir la calidad del aire, pero no tendrá conexión directa con el objeto.

Igualmente podrá desinfectarla introduciéndola en la lavadora o el lavavajillas porque los materiales «pueden soportar hasta 200 grados».

¿Cuánto cuesta esta mascarilla?

El precio de la mascarilla básica es de unos 90 euros y de la avanzada es 250. El precio parece adecuado, según González, ya que apunta a que de media las personas se pueden llegar a gastar entre 300 y 500 euros en mascarillas desechables en un año. Además «con gran probabilidad acabarán tiradas en el mar o en el medio ambiente», asegura.

«El precio es relativo. El mensaje que queremos transmitir es el de comprar menos, pero mejor», justifica.

«Estamos hablando de una mascarilla con durabilidad alta. Seguramente nos acercamos a los 5 años tranquilamente. Además los filtros, la pantalla, todos los elementos se pueden cambiar si se rompen», concluye.

Para conseguir financiación han puesto en marcha una campaña de crowdfunding que hasta el momento ha recaudado casi 137.000 euros. La intención es empezar a distribuir las mascarillas ya en otoño a quienes les han ayudado con fondos, entre ellos a interesados en más de 60 países de Latinoamérica pero también otros como Estados Unidos y Japón.

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