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¿Cómo Brasil se convirtió en un gigante en desgracia?

En la última década, Brasil pasó de ser un gigante en ascenso y un modelo a seguir en la región a hundirse en la peor crisis política y económica de su historia reciente, degradado por enormes escándalos de corrupción.

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Brasil

Brasil, que estuvo hasta hace poco entre los emergentes de referencia, se enfrenta a la dura realidad tras despedir los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica: el desenlace del juicio de destitución de su presidenta Dilma Rousseff, que puede acabar con 13 años de la izquierda en el poder.

La gran pregunta es: ¿cómo sucedió esto?

– Del «mito Lula’ al descalabro económico –

La elección de un obrero como presidente en 2002 inauguró una era mítica en la política de Brasil: fundador del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio Lula da Silva prometió gobernar para las clases sumergidas.

En sus dos mandatos consecutivos, Lula se benefició de los efectos del ‘boom’ de los ‘commodities’, que hizo que en 2010 Brasil creciera un impresionante 7,5%, gracias también a programas sociales del gobierno de izquierda que permitieron sacar de la pobreza a más de 40 millones de personas y llevaron el empleo a niveles récord.

El descubrimiento en 2007 del ‘presal’, gigantes yacimientos de petróleo en aguas ultraprofundas, completó la narrativa de que Brasil sería imparable. Envalentonada, la mayor economía latinoamericana peleó entonces con éxito para ser la sede del Mundial de Fútbol en 2014 y para que Rio de Janeiro recibiera los Juegos Olímpicos en 2016.

Rápidamente las expectativas demostraron ser demasiado altas. Con un modelo de crecimiento basado principalmente en el consumo interno, la desaceleración china y los precios de las materias primas -incluido el crudo- en declive, siguieron cuatro años de magro crecimiento.

«La crisis internacional, el agotamiento del mercado interno, la retracción del mercado externo para las materias primas brasileñas y una crisis política profunda: todo eso llevó a una explosión popular en 2013», explicó a AFP Ricardo Antunes, sociólogo de la Universidad de Campinas.

En plena Copa Confederaciones en Rio de Janeiro, millones de brasileños salieron a las calles para expresar su descontento con el deterioro de la economía, un llamado de alerta que los movimientos sociales consideran fue desoído por Rousseff.

Desde el segundo trimestre de 2015, el gigante sudamericano entró en recesión y la máquina de malas noticias se aceleró: las agencias calificadoras de riesgo quitaron a Brasil el sello de buen pagador, la economía se contrajo un 3,8%, el desempleo cerró el año en el 9% y la inflación se disparó hasta un 10,67%.

En todos esos rubros, Brasil registró en 2015 las peores estadísticas en 30 años.

– Aliados en fuga –

A la par del descalabro económico, el proyecto político del PT no supo capitalizar el 87% de aprobación con que Lula dejó la presidencia en 2010.

Su ahijada política, la exguerrillera Dilma Rousseff, fue reelecta en 2014 por un estrecho margen, con la promesa de retomar el crecimiento sin recortar beneficios de las clases trabajadoras.

Acorralada por la crisis, Rousseff emprendió un rígido ajuste fiscal resistido por la izquierda, que finalmente no pudo concretar debido a las trabas que le impuso el Congreso, donde sus detractores ya comenzaban a pavimentar el camino hacia el juicio político.

Acusada de manejar irregularmente las cuentas públicas, Rousseff iba perdiendo aliados políticos, una desbandada que se precipitó tras la ruptura con su propio vicepresidente.

Hasta ese momento en las sombras, Temer la acusó de haberlo tratado como si fuese «un vice decorativo» y se llevó consigo el gran partido de centro PMDB.

– Corrupción –

Como telón de fondo está el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil: un esquema de sobornos montado en torno a la estatal Petrobras, que desvió más de 2.000 millones de dólares hacia los bolsillos de políticos, prominentes empresarios y funcionarios de la petrolera.

«Como ocurrió hace una década, con el escándalo del ‘mensalao’ (que descubrió un sistema de compra de votos en el Congreso por parte del PT) la corrupción en Petrobras mostró que el gobierno de Lula y Dilma tenía no sólo un conjunto de partidos aliados profundamente comprometidos con la corrupción política, sino que el propio PT está involucrado», opinó Antunes.

Aún sin pruebas concretas de la participación de Lula y Dilma en la red de sobornos, el caso alcanza con sus tentáculos a numerosos partidos políticos y amenaza con crear más inestabilidad a medida que el proceso avanza en los tribunales.

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