Venezuela

Constituyente, paz y neolengua

¿Qué justifica un Golpe de Estado en manos de un gobierno? ¿Qué justifica la simulación de una Constituyente que sólo busca darle más poder a quien la promueve? ¿Qué justifica una dictadura?

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Foto: Prensa Presidencial

Pues la paz, según ellos y su neolengua.
Así dijo el señor Maduro: «Convoco al poder constituyente originario para lograr la paz que necesita el país». 
Estos señores quieren paz, exigen la paz, y la esgrimen como lo fundamental para el bien del país. Fíjese usted: hablan de paz y no de libertad. De paz y de un país tranquilo, de paz en una Venezuela que se está derrumbando, pero que debe, por mandato divino, por amor al socialismo, a Chávez y al señor Maduro, mantenerse tranquila, quieta, callada, obediente.
Porque a estas alturas hablan de paz, no de libertad.
La paz, qué triste, ahora es parte de la neolengua.
Vea usted: la neolengua no sólo consiste en inventar nuevos vocablos. La neolengua es principalmente la apropiación de ciertas palabras en el reacomodo de sus conceptos. Ya lo hicieron con la libertad, desde hace años le estructuraron la modificación necesaria (la libertad te la da el Estado, como dádiva, y es una libertad colectiva, no individual). Pero a estas alturas, la palabra libertad pareciera haber perdido todo sentido. Porque en la neolengua de esta nueva etapa de nuestro apocalipsis nacional, la palabra libertad es reluctante a sus perpetradores. La eliminación sutil de libertad, se encuentra en la palabra paz.
Pero, ¿qué paz es esa de que ellos hablan, esa paz de la neolengua?
La primera acepción de paz del diccionario de la Real Academia Española nos dice que la paz es una «situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países». Esto es así, y no se dice mayor cosa de los medios por los que se ha alcanzar esa situación. Y como de medios no se habla, puede presumirse, desde el punto de vista de estos señores y su neolengua, que cualquier medio entonces es bueno.
En la neolengua, en cambio, la segunda acepción queda por fuera. Esa que dice que la paz ha de entenderse como una «relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos».
Por lo visto, pareciera que la primera acepción es a la que se refiere el señor Maduro en su neolengua. Porque de la segunda nada sabemos desde los tiempos en que el señor Chávez tomó el poder.
Pero también, el señor Maduro, al hablar de paz, ha pasado por alto la tercera acepción de la palabra. La tercera incluye la palabra «acuerdo». Acuerdo alcanzado, dice el diccionario de la Real Academia, entre naciones. Quizás, me digo, el señor Maduro conoce esa tercera acepción, pero como el diccionario señala que el acuerdo es entre naciones, pues el señor Maduro se ha dicho que eso no es con él. (Maldito diccionario de la Real Academia y sus pretensiones internacionalistas). Con todo, aquí de acuerdos, sólo uno: la renuncia de este señor, o las elecciones presidenciales inmediatas con total y absoluta transparencia. (Qué difícil, ¿no? Qué difícil es creer que esto sea posible).
Pero sigamos. La cuarta acepción, que quizás si entró, convenientemente, en la neolengua, nos presenta la paz como una «ausencia de ruido o ajetreo en un lugar o en un momento». Si por esta vía vamos, ellos sólo desean esa ausencia de ajetreo. Estos señores, ha de comprenderse, sólo quieren estar tranquilos, en lo suyo, disfrutando de las mieles de la revolución, que son muchas, y muy capitalistas. Nosotros, los burgueses en caída y los pobres desesperados, les echamos a perder su diversión, el disfrute de sus privilegios. 
Así que esto, al parecer, es la mentada paz de la neolengua: la sumisión absoluta a pesar de todo.
La sumisión, lo contrario a la libertad.
Una paz sumisa, eso es lo que quieren. 
Y no, no somos libres. No somos libres porque nuestra voz de nada sirve. El esclavo, recuérdelo, no tiene voz, no tiene la verdad ni la razón. Ellos, los amos, sí la tienen, y utilizan todo el poder de su fuerza para imponerla.
No somos libres porque nos acosa el hambre.
No somos libres porque estamos trabajando para comer y sólo para comer.
No somos libres porque tememos salir y que nos maten en la calle.
No somos libres porque se meten en nuestras casas. Y allí nos matan.
No somos libres porque si te enfermas te mueres.
No somos libres porque se metieron en nuestras cabezas y sólo hablamos de ellos y del horror en que nos han sumido.
No somos libres, porque nos robaron, a ti, a mí, a muchos, los mejores años de nuestras vidas. El futuro, el presente, nos robaron incluso el pasado.
No somos libres, porque la libertad individual no existe en la neolengua.
(Mi sobrino, disculpen el desvío, hace poco se quedó sin zapatos de goma, y tuvo que hacer deportes en el colegio, descalzo, descalzo sí porque a sus padres no le alcanza el dinero —cochino dinero— para comprarle unos zapatos nuevos).
No somos libres… Ah, pero ellos quieren la paz de su neolengua.
En nombre de esa paz han reprimido marchas y concentraciones pacíficas. En nombre de esa paz ahora sacan de la manga una Constituyente aberrante, retorcida, falsa, que forma parte del Golpe de Estado continuado que vienen perpetrando desde hace rato. Esa Constituyente que no es Constituyente no hará más que terminar de matarnos la libertad. Pero nos dará paz, la paz de la tiranía, de la violencia militar.
Así nos quieren, en esa paz de los caídos. Descansando en paz nos quieren. Pero no libres. Libres no, porque siendo libres podemos decidir que ellos se vayan, porque libres podemos librarnos de ellos.
Porque en libertad podemos hacer justicia. En la paz, en esa rara paz que ellos quieren, no hay justicia. Porque a la justicia no le gusta dejar a los culpables en paz.
Ellos quieren hacerse de todo el poder, nos quieren callados y sumisos, y su excusa es la paz. Qué vergüenza usar la palabra paz para tan grandes males.
Por cierto, la palabra Constituyente, se habrá dado cuenta, también entró a formar parte de las mentiras de la neolengua.]]>

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