Opinión

Covid-19 y manipulación: preparados para echarle la culpa a otro

Más allá de lo que se pueda cuestionar o reconocer sobre el método del gobierno para enfrentar la pandemia, semana a semana ha ido quedando clara la estrategia de manipulación: la crisis de salud global se aprovecha para reforzar la idea del enemigo externo y para disparar contra la imagen del adversario político. Lo de siempre, pero en un contexto en el que todos estamos en riesgo

manipulación
AFP / Archivo
Publicidad

Si hay algo predecible del chavismo es que siempre buscará algún culpable externo o interno para endosarle la responsabilidad de cualquier cosa negativa que suceda. Ha sido una constante. Es la oposición, el imperio, la ultraderecha o una iguana. De eso hemos tenido bastante. Y también conocemos su tremenda habilidad para sacar provecho político de la adversidad.

La pandemia por el nuevo coronavirus representa una gran oportunidad para desplegar estas habilidades. Y no la desaprovechan.

Un gobierno que ha ocultado durante años información vital como los boletines epidemiológicos, la tasa de inflación, las cifras de criminalidad y homicidios y del que se pone en duda hasta la cantidad de viviendas que ha construido, día tras día presenta a través de cadenas de radio y televisión el reporte de la situación de la Covid-19 en el país.

¿Se le puede creer? La respuesta a esta pregunta dependerá, claro, de si se tiene afinidad política o no con el régimen.

Y habrá de todo: quien no crea nada y asuma que se trata de un mecanismo de control, el que dice que no hay Covid-19 sino escasez de gasolina, el que cree a medias, el que cree en el rigor de las autoridades. Lo que sea.

Pero el coronavirus está ahí. Mejor dicho, está aquí. Y hay formas de estimar la dimensión de su presencia que no necesariamente están influidas por la disputa política o la mala fama de unos y otros.

La Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales publicó un breve informe con los resultados de modelos de proyección matemática basados en la información disponible. En todo país existe un subregistro de los casos de contagio: es inevitable. Y por eso hay que estimarlo para operar sobre escenarios más realistas. El subregistro en Venezuela según este informe es de 63% en el mejor de los escenarios. Y en el peor es de 95% de los casos sintomáticos hasta el 23 de abril, cuando el reporte oficial era de 135 casos sintomáticos.

La pandemia no es un asunto de creer o no creer. No es tema de fe. Es real. Y sí, también se presta a la manipulación.

El gran timonel

La primera señal del manejo político es elemental: no hablan los funcionarios encargados del sistema de salud, los voceros son el propio Nicolás Maduro, la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el vicepresidente de Comunicación, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez, quien frecuentemente aparece de bata blanca porque es doctor, aunque su área es la psiquiatría.

Más allá de lo que se pueda cuestionar o aplaudir a la estrategia desplegada –“el método Venezuela”- para hacer frente a este enemigo invisible, hay otra señal incuestionable de manipulación: las medidas las ha tomado Maduro, los planes son los planes de Maduro, las decisiones y las órdenes son de Maduro. Se reconoce, sí, la existencia de una comisión que se encarga del trabajo, pero esa comisión es “presidencial”. Y en el lenguaje de los voceros todo lo que se hace es por instrucciones de Maduro.

“Si yo no hubiera tomado las decisiones audaces tendríamos más de 120 mil casos”, dijo el 23 de abril.

Eso, por supuesto, no es una sorpresa: fue el estilo de Hugo Chávez y ha sido el de Maduro desde que llegó a Miraflores. Forma parte de la vieja práctica del culto a la personalidad: funcionarios, personal médico, beneficiarios de la atención sanitaria, alcaldes, gobernadores, todos dando “vivas” a Maduro a través del canal de televisión del Estado y mostrándose expresamente agradecidos por lo que Maduro está haciendo.

manipulación

Del otro lado están los malos de la historia. Las culpas comenzaron a repartirse temprano y con el paso de las semanas se han ido afinando y concentrando. La calificación de “casos importados” no es a la ligera. Hay un mensaje directo allí: esto viene de afuera. Lo trajeron los viajeros que estuvieron en España o Italia, primero. La gente pudiente, los que viajan a Europa y a Estados Unidos.

El 17 de abril se presentó la oportunidad de apuntar el dedo acusador con mayor precisión. Ese día se dieron a conocer los 20 primeros contagios en la academia de beisbol Roberto Vahlis, en el estado Nueva Esparta. Hubo cinco personas detenidas y dos días después, con el anuncio de otros 21 casos de Covid-19, el gobernador de esa entidad fue amenazado por Jorge Rodríguez y señalado por la “irresponsabilidad” de “permitir” el funcionamiento durante la cuarentena de esa academia de formación de niños y jóvenes deportistas.

Rodríguez incluso adoptó un cierto tono de malandreo: “Señor gobernador, le queremos decir, con toda responsabilidad, que no se coma la luz. Si no quiere o no puede ayudar, pues no estorbe”.

En paralelo, el desarrollo de la pandemia en Estados Unidos y en Brasil, con sus saldos pavorosos en contagios y muertes y las cuestionables actuaciones de sus presidentes, ambos adversarios del gobierno venezolano, permiten alimentar la actitud casi fanfarrona de los voceros locales.

El contraste entre los números de esos países con los de Venezuela se presenta una y otra vez como un logro de las oportunas medidas tomadas por Maduro. Allá están estos locos que solo piensan en la economía y el capital, aquí nosotros que hacemos todo por el pueblo y hemos aplanado la curva.

La idea es repetitiva, incisiva: Estados Unidos es la gran fuente de riesgo para el mundo. Y Brasil lo es para Latinoamérica. Y claro está que un personaje como Jair Bolsonaro da para eso y más.

Nunca se habla de China como el lugar de donde salió todo. Para China solo hay elogios. Nunca se habla de otro presidente que no ha tomado ninguna de las medidas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud: Daniel Ortega. Cuando la verdad es que, a su escala, el gobierno de Nicaragua ha sido tan irresponsable como el de Brasil. O quizás más: hasta el domingo 10 de mayo las autoridades sanitarias de Nicaragua sumaban cinco días sin presentar reportes sobre la situación de la Covid-19 y ya se ventilan denuncias sobre muertes atribuidas a otras causas para no registrarlas en la data de la pandemia.

Nada de eso se expone: a los aliados no se les cuestiona. Hay que ir contra Trump, contra Bolsonaro y contra Iván Duque, el presidente de Colombia.

El peligro es importado

La agresividad del discurso ha ido en aumento. Lo que comenzó con Maduro pidiendo “conciencia” a los países que manifestaron intenciones de flexibilizar la cuarentena a mediados de abril, escaló a otro tipo de expresiones:

“Los otros dos casos prenden la alarma en el sur del país. Son dos casos importados de Brasil, cuyo crecimiento de casos es consecuencia de la irresponsabilidad de Bolsonaro” (27 de abril).

“Venezuela está asediada por sus dos vecinos. El de occidente, que es Colombia y el del sur, que es Brasil” (27 de abril).

“Luego de las advertencias el presidente de Estados Unidos dijo que era una simple gripe…Tomó medidas el 13 de marzo, muy tarde, muy tarde” (29 de abril).

“Su presidente decidió vetar a este virus. Por eso Brasil es el noveno país en el mundo en casos de Covid-19” (29 de abril).

“Brasil se convierte en una amenaza epidemiológica para Suramérica. Ecuador, un desastre. Y aquí al lado, Colombia…” (30 de abril).

Bolsonaro
(MICHAEL DANTAS / AFP)

“No vamos a permitir que nos contaminen desde Colombia” (30 de abril).

“Colombia está de primero en el número de casos importados” (5 de mayo).

“Se está mostrando una tendencia de que los casos que se han detectado provienen de la frontera” (7 de mayo).

“Hemos visto lo que ha significado la actuación irresponsable de algunos gobiernos, el gobierno de Estados Unidos, el gobierno de Brasil…” (8 de mayo).

“El gran foco, el gran peligro, la gran amenaza contra Venezuela es Colombia, en el caso del coronavirus. Es la gran amenaza para los meses que están por venir” (9 de mayo).

“Venezuela está rodeada de países con curvas exponenciales (…) Nuestro país está rodeado de países que no han tomado medidas oportunas (…) Brasil es una verdadera amenaza epidemiológica para toda Suramérica” (11 de mayo).

De allá y de allá

El 8 de mayo la vicepresidenta Rodríguez hizo un recuento de los “casos importados” en su labor por repartir culpas: 40 de Colombia, 30 de España, 12 de Brasil y 10 de República Dominicana.

Esa lista la amplió el lunes 11 de mayo, cuando se quejó de que Venezuela esté rodeada de países que –a su juicio- no han hecho bien el trabajo: 55 de Colombia, 30 de España, 17 de Brasil, 10 de República Dominicana, 4 de México, 4 de Perú, 4 de Estados Unidos, 2 de Chile, 2 de Ecuador, 1 de Cuba, 1 de Francia, 1 de Italia.

Colombia y Brasil van en ascenso constante en ese conteo.

La tendencia de contagios permite inferir que la frontera se está convirtiendo en una especie de colador pese al protocolo implementado de pruebas rápidas, cuarentena, más pruebas rápidas y PCR al ser trasladadas las personas a sus lugares de residencia.

El 22 de abril, en medio de autoelogios por la atención dispuesta en los estados fronterizos con Colombia, Maduro comentó que habían entrado al país 9 mil migrantes entre los cuales solo se detectaron dos casos positivos para Covid-19.

El 5 de mayo informaron que ya eran 27.322 los venezolanos que retornaron y 23 los contagios. Dos días después, los migrantes eran 29.193 y los casos de Covid-19 sumaban 31. Para entonces –y en los días siguientes- se empezó a registrar un ligero aumento de las detecciones hechas ya dentro del país. Es decir, cuando las personas vuelven a sus regiones y se les practica la PCR.

La PCR, de acuerdo al informe de la Academia de Ciencias, “es la única aceptada y validada hasta ahora por la Organización Mundial de la Salud para determinar si una persona está infectada o no con el virus”.

Pero el gobierno, que se ufana de ser el que más pruebas hace en comparación con el resto de Latinoamérica, no discrimina en sus totales cuántas PCR ha aplicado y las junta en el mismo saco con las llamadas pruebas rápidas.

El sermón no es gratis

El modelo matemático utilizado por los autores del informe de la Academia plantea conclusiones que no deben ser del agrado del gobierno que tanto celebra su “método” contrastando cifras con los vecinos y dando lecciones continentales. Pero tampoco es que sea cosa de alegrarse para nadie: la Covid-19 no puede ser vista bajo los esquemas polarizantes que se aplican a todo en este país.

“El escenario de una curva aplanada y un control total de la epidemia que se ha venido difundiendo es improbable a la luz de las proyecciones de los modelos epidemiológicos”, dice el documento: “Inclusive en un escenario con un subregistro bajo (poco probable) el número de nuevos casos que se esperan cada día está por encima del millar”.

El pico de la epidemia lo estiman entre junio y septiembre. Y la expectativa es alarmante: entre 1.000 y 4.000 casos diarios. Eso es un país cuyos hospitales no están precisamente en el mejor de los estados y donde un solo instituto procesa las pruebas PCR.

El 23 de abril Nicolás Maduro habló de las proyecciones oficiales: dijo que de no haber tomado sus “decisiones audaces” desde el 13 de marzo a esa fecha habría más de 120 mil casos de Covid-19 en el país.

Cinco días más tarde dio la buena noticia de que no había pacientes por reportar: “Cero, cero, cero”. Y durante una transmisión a distancia, mientras tomaba infusión de malojillo con moringa, aseguró que gracias a las medidas implementadas Venezuela no llegó a lo que indica el modelo matemático que manejan en el gobierno: 300 mil a 400 mil contagios con más de 5.000 fallecidos, “con un colapso del sistema de salud como lo han vivido Ecuador, Brasil o Estados Unidos”.

“La diferencia es abismal”, terció Jorge Rodríguez, haciendo la comparación con esos países.

Obviamente no se conoce la formulación ni las bases de ese modelo. Así como no sabemos si la data oficial se actualiza también con los reportes que ocasionalmente y por redes sociales dan algunos alcaldes. El control de la información es casi total y las fugas de información y las especulaciones son castigadas.

Lo que se escucha cada día en las transmisiones oficiales es un discurso único que ya casi no ofrece variaciones: el riesgo está en la frontera, desde afuera nos contaminan, hemos hecho todo para salvar al pueblo pero los vecinos son una amenaza. Es un sermón que da vueltas sobre las mismas ideas: las que quieren sembrar.

Si llegamos –ojalá que no- a rozar el peor de los escenarios, ya sabemos cuál será la estrategia porque nos están preparando para el momento: la culpa es de los otros. Como si eso de verdad pudiera cambiar en algo el contexto de esa tragedia potencial.

Publicidad
Publicidad