Venezuela

Cualquier negociación pondrá a Maduro fuera del poder en Venezuela

Las piezas que sostienen a Nicolás Maduro en la balanza de negociaciones han mostrado sus fisuras internas desde el 30 de abril. Las sospechas de traiciones se han esparcido en las últimas semanas por los pasillos de Miraflores y de Fuerte Tiuna, la sede nacional del poder militar. En Oslo se encontraron dos posturas irreconciliables para buscar una salida a la crisis de Venezuela. De allí que la conclusión de esta primera reunión sería un “NO” franco y preciso. “No hubo acuerdo entre las partes” sentenció el comunicado oficial de Noruega.

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Foto: archivo

Se trata de dos posturas extremas en una balanza a la que si se le extrae una de las piezas, la otra caerá al suelo inevitablemente. De modo que para las partes, acceder es perder el juego.

En uno de esos extremos está Nicolás Maduro, el heredero accidental de un régimen totalitario, parado sobre un país en crisis, con hambre, con una economía devastada y una hiperinflación de 1 millón 638 mil por ciento (cifras de la Asamblea Nacional). La más alta del mundo. Pero tiene una carta que lo protege: La Fuerza Armada Nacional Bolivariana y los grupos armados paramilitares.

En el otro extremo está Juan Guaidó, un líder demócrata, surgido de las luchas de calle, pero también una figura accidental a quien le tocó presidir la Asamblea Nacional y en consecuencia, ser elevado a conductor de un proceso de cambio, en uno de los momentos de mayor incertidumbre para una gran masa que aspira a un mejor país, del cual salieron 4 millones de personas por la desesperanza.

En esas circunstancias, el joven Guaidó logró el reconocimiento de 50 países. Su equipo, con el apoyo de Estados Unidos, concretó las sanciones económicas más severas impuestas a más de 80 figuras de la cúpula política y militar, así como y el bloqueo de movimientos financieros y congelamiento de cuentas bancarias vinculadas al poder político del chavismo. En ello se incluye la pérdida para Maduro de la empresa Citgo, filial de PDVSA en Estados Unidos, ahora en manos del sector democrático. Dos puntos sustanciales resumen la aspiración de Maduro. En primer lugar mantenerse en el poder, al menos por un período no determinado y en segundo lugar el cese de las sanciones individuales y globales impuestas por Estados Unidos, Canadá, Panamá y la Unión Europea. Su carta de negociación es el poder armado, que se complementa con el apoyo de Rusia, China, Cuba, Irán y Turquía.

Guaidó, no tiene ejército, ni tiene grupos civiles armados. La aspiración de este bloque es la salida de Maduro para convocar a un proceso electoral libre. Pero ¿cómo podría lograrse ese objetivo sin el poder armado? En síntesis, ambos necesitan lo que el otro tiene.

Para Maduro acceder a salir de la Presidencia para abrir un período de transición que convoque un proceso electoral libre y supervisado por la comunidad internacional es entregar el poder de inmediato sin posibilidad de retorno; así se le permita ser candidato electoral. El orden de la ruta manejada por los demócratas: “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” no alteraría el resultado; es decir, si Maduro accediera a realizar elecciones libres como primer paso; sus días están contados.

En ese escenario estaría varios meses en el poder mientras se organiza el nuevo proceso electoral. Pero acceder a ese acuerdo equivaldría a su salida inminente, no solo del poder sino de la política. Una derrota con 75% en contra reduciría al chavismo a una mínima representación. A ello se suma la amenaza de juicios por corrupción contra importantes figuras de la cúpula de poder, y la posibilidad de que las fortunas acumuladas por corrupción sean perseguidas y bloqueadas en el sistema financiero mundial. De allí que para Maduro y su entorno, cualquiera de las tres exigencias del sector democrático implican el final de su vida política y la incertidumbre de un enjuiciamiento a futuro, más la pérdida del poder económico. Esa realidad hace que para él, como negociador principal de uno de los extremos, tenga el juego trancado.

En el otro extremo ocurre algo similar. Del lado de Guaidó, suspender las sanciones internacionales, sin tener garantía de un proceso electoral libre o una junta de transición, significa perder la única arma de presión efectiva frente a Maduro y arriesgar el liderazgo conquistado en cinco meses de acciones de calle. Maduro y Guaidó son los dos factores clave en la negociación, independientemente de quiénes son los delegados que se sientan en la mesa. Los emisarios van con una agenda sobre la cual no puede haber alteraciones sin consultar.

Otras piezas que juegan

Las fortalezas de ambos bandos están sustentadas en apoyos o soportes que tienen un importante peso para ambos protagonistas, y es allí donde pueden producirse fisuras o una variación en los acuerdos. En el caso de Maduro, en el poder militar hay un liderazgo representado por Vladimir Padrino López. Sus intereses individuales y su visión de país, pueden modificar esa balanza en un momento dado, frente a un Maduro debilitado por el aislamiento internacional y las presiones económicas y sociales internas.

Luego los factores China, Cuba y Rusia juegan un rol importante en ese desenlace, en el cual los intereses económicos y geopolíticos de las dos potencias privarán por encima del apoyo a Maduro. En el bloque de Guaidó, la postura de Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Lima – quienes tienen permanentes reuniones con los otros bloques de poder y defienden sus intereses geopolíticos- pueden mover la balanza frente a la tesis de: “todas las opciones están sobre la mesa”.

Al mismo tiempo, su apoyo popular expresado en las grandes concentraciones puede sufrir una contracción en un momento dado ante la desesperanza y el efecto de las campañas mediáticas y la guerra de contrainformación que maneja el sector oficialista constantemente. En ambos bloques, la situación desesperada de la ciudadanía, la crisis humanitaria y la destrucción económica que ha paralizado al país juegan en contra. Maduro es cada vez más rechazado por la población y se ha visto en la necesidad de usar la fuerza, el miedo y la represión para contener a los sectores populares.

Para Guaidó, la situación le coloca fechas límites en el tiempo para mantener la esperanza de cambio y la fe de que sí es posible sacar a Maduro. Su liderazgo y credibilidad dependen de que no se produzca un estancamiento en el recorrido.

Las fisuras internas también juegan

Como se ha visto en los últimos 15 años, Hugo Chávez convirtió a la FANB en el brazo político armado de la revolución. Su transformación de institución militar a brazo armado se hizo con el apoyo y la asesoría de Cuba, al frente de la cual estuvo en todos esos años el comandante cubano Ramiro Valdés. Pero, los estragos económicos en el país, el desmantelamiento de sus industrias y la férrea vigilancia y persecución hacia lo interno del poder militar, ha creado fisuras en este estamento y a partir de los pronunciamientos del 30 de abril, su sistema de inteligencia se ha resquebrajado estrepitosamente. Cuando se conoció que el jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), el general, Manuel Cristopher Figuera, fue quien ordenara la liberación del dirigente Leopoldo López, la crisis interna se hizo visible. Pero más aún cuando se reveló que el principal negociador con Estados Unidos, para una salida de Maduro del poder, era el ministro de la Defensa se evidenció que la grieta alcanzó a la cúpula militar.

“Me querían comprar” le dijo a Nicolás Maduro en el acto en Fuerte Tiuna, al siguiente día de los sucesos. Poco tiempo después, aún con los cambios generados en el organismo y la vigilancia extrema a lo interno de la FANB, se escapa otro preso emblemático, Iván Simonovis, quien, a pesar de estar fuertemente custodiado por los servicios de seguridad, aparece luego en una gráfica muy sonreído al lado de su familia en el exterior.

Poco tiempo después el mayor del Ejército, Jesús Alberto García, mano derecha de Cristopher Figuera, ingresa solo a un hotel de la vía Panamericana según la investigación del CICPC y se suicida. Hace pocos días, otro funcionario de contrainteligencia militar, el sargento Monsalve Estaba, saltó del edificio del cuerpo de contrainteligencia militar en Boleíta. Al funcionario se le implicaba en un complot para liberar al general Miguel Rodríguez Torres, otra importante pieza de la inteligencia del chavismo, ahora aislado en una cárcel de máxima seguridad en Fuerte Tiuna.

Desde los sucesos del 30 de abril se estiman en 300 las deserciones militares ocurridas en un mes y 42 funcionarios de inteligencia procesados por traicionar a Maduro, según los datos recabados por el portal “Crímenes sin castigo”. A esa cadena de situaciones se le sumó el pasado fin de semana la filtración del video de la entrevista confiscada y prohibida por Miraflores que hiciera el periodista de Univisión, Jorge Ramos a Maduro.

La entrevista concertada en el Palacio de Miraflores que duró solo 17 minutos fue interrumpida y al grupo periodístico de Miami les incautaron sus equipos de grabación, celulares y todo artefacto que llevaban encima. Todo el material quedó bajo custodia de la seguridad presidencial. Pero a los tres meses el video llegó a las manos de Ramos y el mundo pudo ver completa la entrevista confiscada.

Este incidente puso en evidencia la vulnerabilidad que existe en el equipo que rodea al Jefe de Estado y ello incluye a los altos jefes de la cúpula que se encuentran a su lado. La mayoría de los militares disidentes están en el exilio, incluyendo a otro ex jefe de Contrainteligencia, Hugo Carvajal. Según los datos del Foro Penal, las detenciones políticas desde el primero de enero al 27 de mayo de 2019 ascienden a 724 personas, de las cuales 104 son militares con 21 uniformados ya sentenciados.

El poder militar

Cuando se trasformó el poder militar en un brazo armado de defensa de la revolución también se le dieron privilegios económicos a los altos mandos. Al igual que en Cuba, los militares en Venezuela controlan las principales áreas de la economía. Esa posición los arrastró, junto a la cúpula política, a participar en los negocios derivados del crimen organizado. De manera que los intereses económicos juegan un rol fundamental en cuanto al destino de Maduro y la decisión de una salida.

Los negocios del oro que se exporta por vías ilegítimas, el manejo de las rutas del narcotráfico, las importaciones y distribución de alimentos y medicinas, el contrabando de minerales y ahora de gasolina; en especial la triangulación del petróleo que se exporta a Cuba que genera importantes ingresos que no son declarados. En todos estos negocios se encuentra alguna parte del componente militar. De manera que no es solo Vladimir Padrino, el jefe militar, el único que puede mover la balanza de las decisiones como representante del factor armado.

La estructura militar tiene varias cabezas, no solo en el poder político, sino también en el económico. Esas cabezas serían afectadas a la hora de una transición; al momento de plantearse la reinstitucionalización de la FANB, la depuración de sus cuadros de dirección podrían generar juicios militares por corrupción y violación a los derechos humanos.

Rusia, China y Cuba

Estos tres países son un componente fundamental de apoyo a la hora de las negociaciones. Por eso Donald Trump y sus principales negociadores sostienen reuniones con los diplomáticos rusos y chinos en donde ponen en juego sus intereses geopolíticos y económicos. Ninguno de los dos factores: Rusia y Estados Unidos está interesado en una conflagración armada.

Rusia no tiene la capacidad económica ni bélica para asistir a Venezuela militarmente. Su prioridad está en Asia y la Europa Central. Mientras China es un país pragmático cuyo principal objetivo es la guerra tecnológica y su expansión económica hacia el mundo occidental. Sus más importantes negocios en Venezuela se han visto afectados por la corrupción de los funcionarios venezolanos y la improvisación en los proyectos. Un ejemplo claro de esto se vio en el Fondo Chino.

Por su parte, Cuba se está viendo afectada por la crisis económica venezolana y las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos como castigo a su injerencia en Venezuela. Ya sus autoridades alertaron a la población a prepararse para un nuevo período especial en una economía que ha fracasado según las propias palabras dichas por Raúl Castro, aunque las élites bloquean la apertura que se debatió en el último congreso del Partido Comunista.

Sin embargo estas tres naciones han sido el más importante apoyo internacional del que goza Maduro para mantener su estructura militar, financiamiento y los mecanismos de negocios que le permita evadir las sanciones internacionales. De manera que hacia donde se inclinen los intereses de estos tres países podrían igualmente afectar las decisiones internas en una mesa de negociaciones.

Las cartas de Guaidó

Las sanciones internacionales son las cartas de mayor presión con las que cuenta Guaidó en la mesa de negociaciones. A ella se le agrega la amenaza de una intervención militar multinacional encabezada por Estados Unidos. Sin embargo este último elemento, incluido en el menú de opciones, mas no en el de las negociaciones, es el menos factible de todos.

El costo para EEUU sería muy alto, no solo en tropas de aproximadamente 600 mil hombres, según los especialistas; además el Presidente debe rendir cuentas al Congreso y requiere de su autorización para ingresar con tropas en otra nación. Sin embargo la amenaza latente de una fuerza multinacional también ejerce un peso en la balanza de decisiones. El reingreso de Venezuela al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), vía Asamblea Nacional, abre una posibilidad, a la hora de una transición, para contener a los sectores castrenses que pudieran eventualmente tratar de imponerse por la fuerza. Este mecanismo permitiría el apoyo de una fuerza militar internacional.

El sector democrático también tiene fisuras internas. Su fuerza está sostenida en factores internacionales que se han manifestado hacia una salida democrática. No cuenta con un poder armado y la población de seguidores es una masa pacífica que sufre los estragos de la crisis económica y social. Los militares que han manifestado su respaldo al cambio, lo han hecho sin utilizar las armas. De manera que la fuerza del fusil está de un solo lado.

Los dirigentes políticos que reiteran que “Maduro solo saldrá por la fuerza” no tienen detrás de sí ningún plan o mecanismo de presión real que apoye su posición, salvo una hipotética intervención militar o una asonada militar.

En este balance extremo de negociación, en las piezas que sostienen a cada sector se ven grietas en las bases y en el sector que sustenta a Maduro, se observan mayores puntos de quiebre, por lo cual una salida negociada podría ser la mejor opción para gran parte de esa estructura que convive en el mundo del poder y que ha sostenido a la revolución en estos 20 años. Son negociaciones que, como las maneja la justicia de Estados Unidos, les puede abrir una salida a cambio de su colaboración, pero les cobraría una parte de sus actuaciones fuera de la Ley.

Estas negociaciones han estado ocurriendo ocultas, no precisamente en Oslo, pero de ellas pueden salir las fracturas necesarias para producir una eventual salida negociada. De allí que las sospechas de traiciones y el olor de conspiraciones han aumentado en las últimas semanas en los pasillos de Miraflores.

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