Venezuela

Crónicas del Saime: cuando haya sistema

Irse del país es un proceso largo y penoso, el gobierno ha demostrado su ineficiencia al colapsar antes los pedidos de refrendado, antecedentes y apostillado. Sin embargo un documento básico como el pasaporte se ha transformado en un impedimento más, el sistema del Saime no escapa de la torpeza, desidia o falta de voluntad generalizada del aparato burocrático gubernamental.

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El proceso para renovar mi pasaporte debería haber sido uno sin problemas o tropiezos, pero la realidad en Venezuela se encarga de sacarte a bofetadas cualquier viso de normalidad que puedas imaginar. Mi cita se tardó 4 semanas en ser asignada, pese a que coloqué como opción las oficinas con menos tiempo de espera, hago vida en Puerto Ordaz, así que incluí a Ciudad Bolívar y a Upata como opción, una queda a 45 minutos y la otra a 25 minutos.

El día lunes de la semana pasada en horas de la noche me llega un mensaje del sistema diciéndome que mi cita ha sido asignada para el miércoles en la oficina de Upata, ya la semana de anticipación con la que contaba el sistema en otro momento no aplica. Bien, no hay problema, tenía el martes para cuadrar todo y poder ausentarme el miércoles.

Llevo copia del depósito hecho hace semanas, cédula laminada y copia además de 2 impresiones de la planilla, preferible llevar de todo duplicado, porque este es el país del “por si acaso”. Carro en el taller, no es la mejor semana para tomar carretera, pero me lleva un compañero de trabajo al terminal a las 6:30 am, soy el primero para el siguiente carro por puesto con salida a Upata.

Hierve la gente en el terminal, aprovechadores de oficio, taxis piratas, todos cazando conejos, la desinformación reina, no hay avisos de nada, se depende de preguntar. Me dirijo a pagar la tasa de salida, Bs 10, un monto ridículo comparado con los Bs 1.500 del trayecto y que, dada las condiciones en que está el terminal, claramente no cubre el mantenimiento. Unos 15 minutos después llegan dos muchachas que también van al Saime de Upata y arrancamos, la conversación durante el trayecto giró en torno a las pésimas condiciones de la vía, la no señalización, falta de semáforos y el matraqueo constante de la GNB en los puestos de peaje.

Pese a todo, porque acá tomar carretera lleva siempre un factor de riesgo elevado, llegamos sin novedad al Saime. Veo un grupo de personas agolpadas en la puerta y un funcionario con cara de pocos amigos dando explicaciones. No hay sistema desde el día lunes, justamente el día que enviaron el mensaje con la cita, alega un problema del servidor y que al parecer en dos días no habían podido solucionar, claro tampoco habían hecho nada que no sea llamar a la oficina de Caracas para notificar la novedad.

Señoras, jóvenes, niños, son pocos los metros cuadrados frente al local para tanta indignación, el echarse el viaje, el tiempo, el gasto. Mi primer impulso es de ira, la “patria” nuevamente defeca en mi cotidianidad, pregunto a viva voz: ¿Ahora qué? ¿Nos dan otra cita? ¿Cuál es el proceso para tomar otra cita a la que sí asistí pero que la inoperancia roja no permitió? El aludido escucha las mismas preguntas una y otra vez. Asegura que el sistema automáticamente nos asignará una cita, porque “ya Caracas está notificada”.

“Caracas”, la palabra producto del centralismo maldito que justifica toda la inoperancia de cualquier punto del país. La multitud se disgrega poco a poco, derrotados y cabizbajos, el sistema rancio se impone, la realidad esfuma las esperanzas de una vida alejada del caos, de la corrupción la inoperancia y los antivalores. El destino se aplaza un día más. Tomo un taxi en la avenida, llego al terminal de Upata y algo parecido a uno de los círculos del Infierno de Dante toma vida.

Si el terminal de Puerto Ordaz está descuidado, este es el epítome de la desidia y la informalidad. Me anoto, y mientras espero que se llene el carro voy hacia los puestos de comida a ver si pesco algo que me llene el estómago y que esté libre de salmonella, compré y pedí para llevar porque la “sensación de inseguridad” y las estadísticas estaban en mi contra.

Finalmente se llena la cafetera que alguna vez fue un vehículo de agencia, y arrancamos, sin AA y con serios problemas en el tren delantero pues con cada hueco el carro sonaba como que se le iba a desprender un buje allí mismo. La piloto argumenta que “los repuestos no se consiguen”. Patria.

Al día siguiente me dirijo hasta el Saime de Puerto Ordaz, a ver si allí, como está operando la oficina, me indican claramente el proceso a seguir ahora. Llego y la escena de la gente haciendo cola afuera y ligeramente agolpada en la entrada se repite. Sí, la oficina está operativa, pero la gente que tiene citas asignadas debe esperar porque hay un contingente de la GNB trasladando a los “privados de libertad” a sacar documentos y en palabras del funcionario en la puerta “es que ellos también tienen todo el derecho a tener sus documentos”. La Patria vuelve a abofetearme tipo “humillao”, con el dorso de la mano.

Bueno, tomando en cuenta la cantidad de Parleys que se controlan desde dentro de las cárceles me imagino que sí, es prioritario que la industria de la ilegalidad formal tenga los documentos necesarios para tal fin. Quien sabe, quizás es un mandato de la Fosforito el tener a todos cedulados, además algo clave para las victorias chavistas  es que“los presos votan”. Aún sigo esperando que el “sistema”, palabra a la que se refiere todo funcionario para explicarte una vaina de la cual no tienen ni idea, me asigne “automáticamente” la cita fallida, mientras tanto sigo sin pasaporte.

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