Opinión

¡Cuánta falta hace un Janusz Korczak en Venezuela!

En tiempos como este, dice la columnista Carolina Jaimes Branger, se echa de menos la existencia de alguien como el polaco Janusz Korczak, quizás el médico que mejor haya reconocido y fomentado los derechos de los niños

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Janusz Korczak

“Janusz Korczak marchaba con la cabeza inclinada hacia adelante, sosteniendo la mano de un niño. Sin sombrero, con un cinturón de cuero alrededor de su cintura y botas altas. Unas pocas enfermeras caminaban seguidas por 200 niños, vestidos con ropas limpias y meticulosamente cuidadas, como si estuvieran siendo llevados al altar”.

Este fue el testimonio de Joshua Perle, un testigo presencial, quien describió la procesión del doctor Janusz Korczak y los niños de su orfanato hacia la Umschlagplatz, el lugar de donde saldrían deportados hacia el campo de exterminio de Treblinka. El día de la marcha, Janusz Korczak ordenó que los niños se vistieran con sus mejores ropas. Cada uno llevaba una mochilita azul con su libro o juguete favorito. Con ellos iba Stefania Wilczyńska, su socia más cercana, con quien fundó su propio orfanato Dom Sierot “El Hogar de los Huérfanos”. Todos fueron asesinados por los nazis.

Tal vez usted haya oído hablar del heroísmo del polaco Janusz Korczak, el hombre que aun cuando tuvo varias ofertas de salvación (era un médico muy afamado y los nazis en varias oportunidades le ofrecieron salvarle la vida) se negó a dejar a los niños del orfanato judío que dirigía cuando los nazis los llevaron a las cámaras de gas de Treblinka.

Vale la pena conocer de este extraordinario ser humano, sobre todo en momentos como el que vivimos, cuando las principales víctimas de la tragedia venezolana son nuestros niños. Nuestro futuro está hipotecado.

“Soy una mariposa ebria de vida. No sé dónde remontarme, pero no voy a permitir que la vida me corte mis hermosas alas”. Ni la vida ni la muerte las cortaron. Korczak fue médico, pedagogo, escritor, activista de derechos humanos, militar… y héroe.

Desde muy joven trabajó como tutor de sus compañeros menores en el Liceo, pues su padre enloqueció y falleció y el adolescente Korczak tuvo que hacerse cargo de la manutención de su familia. Allí comenzó su pasión por entender, estimular y trabajar a favor de los niños.

En 1896 debutó como escritor mientras estudiaba medicina, como su abuelo y su bisabuelo. Investigó los postulados de Johann Heinrich Pestalozzi. Visitó barrios en Varsovia para conocer de primera mano las necesidades de los más pobres.

Ya graduado de médico fue reclutado para trabajar en Manchuria durante la Guerra Ruso-Japonesa. Hasta 1912 trabajó en el Hospital Bersonów i Baumanów, donde vivía en el ático y trabajaba a la hora que fuera requerido. A los padres de niños ricos les cobraba altas sumas por las consultas; a los pobres los veía gratis y usaba el dinero que ganaba para ayudarlos. En 1909 conoció a Stefania Wilczyńska, quien lo acompañó el resto de su vida, hasta el asesinato de ambos en Treblinka.

Volvió a trabajar como médico de guerra en la I Guerra Mundial y en la Guerra Polaco-Bolchevique.

Estudió exhaustivamente al filósofo John Dewey y sus postulados de progresismo pedagógico centrados en el niño. Se fascinó con los estudios de Maria Montessori y de Ovide Decroly sobre el desarrollo de las potencialidades y reeducación de niños con retardo mental.

“El niño razona y entiende del mismo modo que un adulto: tan sólo carece de su bagaje de experiencias”, escribió. Su orfanato funcionaba como una pequeña república democrática: tenía un parlamento, una corte y un periódico.

Korczak empleó con frecuencia el formato de cuentos de hadas para preparar a sus jóvenes lectores para los dilemas y dificultades de la vida adulta y la necesidad de tomar decisiones responsables.

No le gustaba que llamaran “doctrina” a sus ideas y resaltaba que no eran otra cosa que productos de su experiencia. Sí legó una gran cantidad de escritos sobre los derechos y el autogobierno de los niños, su formación social fuera de la familia, las relaciones con sus compañeros y la convicción –en una época cuando había dudas (tanto así que los derechos de los animales fueron reconocidos mucho antes que los de los niños)- de que los niños son tan seres humanos como los adultos: “no hay niños, hay personas”, decía.

Abogó siempre porque la infancia fuera la piedra angular del desarrollo evolutivo, un periodo de crecimiento y descubrimientos, no de preocupaciones u obligaciones.

Todos los niños que sufren, deberían tener un Janusz Korczak en sus vidas. Todos los niños que sienten miedo, deberían tener un Janusz Korczak en sus vidas. Todos los niños que han sido víctimas de un pedófilo, deberían tener un Janusz Korczak en sus vidas. Todos los niños que pasan hambre, deberían tener a un Janusz Korczak en sus vidas. Todos los niños que no van a la escuela, deberían tener a un Janusz Korczak en sus vidas.

Todos los niños que han sido y son felices han tenido a alguien como Janusz Korczak en sus vidas. Y los sueños de la infancia, si tuvieran un nombre, deberían llamarse Janusz Korczak. Porque Janusz Korczak logró hacer soñar a los niños aún en las peores circunstancias.

Su mejor definición la encontramos en una frase suya:

“Las vidas de los grandes hombres son como las leyendas: difíciles pero hermosas”.

Los niños venezolanos merecen tener un Janusz Korczak en sus vidas…

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