Venezuela

¿Cuánto cuesta un domingo en el Parque del Este?

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Fotos de Fabiola Ferrero

Como casi todos los caraqueños, he pasado momentos significativos de mi vida dentro del Parque del Este (Generalísimo Miranda en la nomenclatura revolucionaria). De niño me monté en un trencito que ya no existe. De liceísta, vi a un caimán desayunar una gallina viva. Cuando pretendí ser jugador de futbolito, a pesar de tener menos cintura que un bielorruso, celebré los dos únicos goles de mi vida y me dieron un codazo a lo Ultimate Fighting que requirió varios puntos de sutura en el párpado. Allí me rehabilité en terreno plano cada vez que me lesioné subiendo montañas sin el entrenamiento adecuado, y allí practiqué yoga cuando me diagnosticaron una hernia discal.

Hice cola en un par de operativos de cedulación después de atracos devastadores. Aprendí los nombres de las estrellas más importantes y me enseñaron los anillos de Saturno por un telescopio en la noche de un sábado de guarimbas.

Inaugurado en aquel período tenebroso en que no se hizo nada bueno, la IV República (19 de enero de 1961), y concebido por el urbanista brasileño Roberto Burle Marx, el (ex) Parque del Este es hoy también una pequeña Venezuela. Un micropaís de 82 hectáreas y entrada gratuita en el que se despliegan algunas intenciones que parecen generosas hacia la gente con poco dinero en el bolsillo, pero que se estrellan contra la ineficiencia incluso en los servicios más básicos: suministro de agua potable o baños en un estado decente.

Si no quiero pasar un mal rato, evito poner el programa de Diosdado Cabello, por ejemplo. Había jurado que jamás volvería a pisar el Parque del Este un domingo, día en el que el refugio verde es sometido a un doloroso tacto rectal por hasta 40.000 visitantes, poco menos que los de un gran concierto como el de la despedida de Soda Stereo en el hipódromo La Rinconada. Lo hice, sin embargo, para obtener el estimado de lo que puede gastar en el Generalísimo Miranda un padre de familia “pelabola” en plenas vacaciones escolares.

“Ahorras mucho dinero, lo malo es que el deterioro del Parque es muy grave. Los aspectos críticos son el regado, la seguridad y el estado de los animales”. Francisco, padre de familia

Parque del este Alexis

Parque del este Alexis - Jardín

Sorpresa: en el Jardín Xerofítico me topo con una mesita sobre la que hay una botella de tequila y otra de cocuy. ¿Qué está pasando aquí, Dios mío? ¿Bebidas alcohólicas cerca de niños? Peterson, un amable guía de acento haitiano que lleva una camisa roja con la palabra Eco-Socialismo, me conduce durante unos 20 minutos en un paseo para mí solito por el área de plantas de clima desértico (quizás un adelanto de la resequedad que acorrala al Parque) y me explica: tanto el popularísimo tequila como el cocuy se extraen, en México y en Venezuela, de pencas carnosas de arbustos similares conocidos como agaves.

La mística de Peterson se estrella contra la irresponsabilidad de grafiteros que han dejado sus marcas en las pencas y contra el abandono: no hay carteles que señalen los nombres de vegetales tan sugerentes como Espada de Bolívar, Indio Desnudo, Palito Chino, Lengua de Suegra, Cola de Iguana o Corona de Cristo.

Parque del este Alexis - Jardín

El paseo guiado al Jardín Xerofítico es totalmente gratuito. También lo son los nuevos Patios Ornamentales financiados por PDVSA, el recorrido histórico dentro del barco Leander y las jaulas y estanques de los animales (lo más parecido a un Jurassic World son las guacamayas azules gigantes, el jaguar y los caimanes somnolientos, aunque también hay monos, tortugas, nutrias, patos, guacharacas, lechuzas, turpiales, zamuros, tucanes de pico descolorido). Que los espectáculos acuáticos de los Patios Ornamentales estén indefinidamente apagados, que la lista de espera para el Leander sea infinita y que los animales no sean repuestos cuando mueran o permanezcan en estructuras consideradas obsoletas, es otra discusión. Pero en general, los entretenimientos subsidiados por el Estado son económicos, por ejemplo una charla astronómica Somos polvo de estrellas, que viene siendo casi lo mismo que somos una brizna de paja en el torbellino revolucionario. Veamos:

  • Alquiler de un kiosco para una fiesta infantil: 300 bolívares más un donativo de 15 bolsas negras grandes de basura
  • Conferencias en el proyector de estrellas del Planetario (sábados y domingos de 1:00 a 4:00 pm): 100 bolívares adultos y 50 bolívares niños
  • Botes clásicos de pedales en el laguito: 40 bolívares adultos y 30 bolívares niños
  • Visita al terrario: 50 bolívares adultos y 30 bolívares niños
  • Tarifas de estacionamiento: 3 bolívares (de 5:00 am a 9:00 am) y 10 bolívares (de 9:00 am a 5:00 pm)

Parque del este Alexis

Parque del este Alexis

Cada domingo, además, el Parque del Este es la sede gratuita de tribus urbanas que practican deportes extremadamente minoritarios o ritos religiosos. En las barandas del estanque de patos, vi unos muchachos haciendo equilibrio: me indicaron que eran aficionados al Parkour. Unos cuantos cientos de metros hacia la avenida Francisco de Miranda, un círculo humano participa en una especie de exorcismo alrededor de una bandera de Venezuela extendida entre las manos de cuatro pastores. Paro la oreja, escucho la plegaria evangélica y espero que tenga efecto: “Señor, cambia el rumbo de esta nación. Padre, ten misericordia. Que tu temor caiga sobre la Asamblea Nacional, el Poder Ejecutivo y las autoridades judiciales y económicas”.

Parque del este Alexis

“En un día de semana normal, el Parque es chévere y tranquilo. Uno puede esparcirse con más facilidad. El domingo es muy complicado, hay mucha gente, mucho ruido y quedan pocos espacios libres. Lo peor del Parque es la ausencia de bebederos y el mal estado de los baños”. Argenis, padre de familia  

Comer y beber es otro asunto. Lo más patético de mi visita fue constatar que, en todo el Parque del Este, al parecer solo hay un bebedero de agua potable que medianamente funciona, frente a los baños del kiosco del estacionamiento Este. Cuando parece que este país no aguanta una sola cola más, se forma otra, larguísima, para extraer algunas gotas sin la fuerza suficiente para llenar la mitad de un envase pequeño de plástico.

Como ocurre en el resto de Caracas, debido al subsidio grosero, ningún vendedor formal expende ya agua embotellada (los informales, que abundan dentro y fuera del Generalísimo, ofrecen dudosas versiones caseras: botella pequeña en 30 o 50 bolívares y la grande en 70 o 100 bolívares). A pesar de los numerosos carteles con mensajes ecológicos y la prohibición de suministrar pitillos o bolsas plásticas, dentro del Parque generalmente solo se toma una bebida: refrescos. Y es imposible evitar el reguero de basura en las áreas verdes.

Me acerco a un local llamado “Restaurante Ecológico Las Corocoras”. Solo se aceptan tarjetas de débito del Banco de Venezuela, cuyo accionario mayoritario es el Estado. Hay un módulo de reciclaje, pero poco más de ecología: para los niños, chucherías empacadas como Boli-Krunch, y este menú general sin mayor oferta de frutas o vegetales:

  • Club House tamaño Jumbo: 200 bolívares
  • Hamburguesa mixta (carne y pollo): 400 bolívares
  • Plato de pasta: 330 bolívares
  • Pizza de jamón: 380 bolívares
  • Milanesa de pollo con dos contornos: 500 bolívares

Un poco más de variedad en el expendio de helados y batidos La Fruta Mágica, cerca de las jaulas de las aves (tampoco se aceptan otras tarjetas de débito que no sean las del Banco de Venezuela):

  • Batido Anti-.Chicuncuya (sic), de tomate de árbol, fresa y guayaba: 180 bolívares
  • Batido Miss Venezuela (cambur, fresa y Cerelac): 200 bolívares
  • Tizana: 130 bolívares
  • Helados caseros: 80 y 60 bolívares

Los domingos, cerca de los Patios Ornamentales, se colocan stands de comida y artesanía auspiciados por la fundación PDVSA La Estancia. La oferta gastronómica se enriquece un poco más, aunque resultaría llamativo para un extranjero, por ejemplo, un vendedor de frutos secos que solo ofrece todas las variedades posibles de maní (100 granos por 100 bolívares), y nada de las extintas almendras, nueces o avellanas. Según el tamaño, unas fresas con crema con un cartel en forma de corazoncito que dice “Eres mía” cuestan entre 140 y 550 bolívares. Un jarabe depurativo Quema-Barriga, 300 bolívares. Otros de los precios justos de los productos en los stands:

  • Té pequeño de almendra de cacao: 20 bolívares
  • Buñuelos de yuca: 50 bolívares
  • Yogurt casero: 80 bolívares
  • Bombones rellenos de licores: 80 bolívares cada uno
  • Cocada con leche condensada: 100 bolívares
  • Bolsita con 4 mini-alfajores: 120 bolívares
  • Cocada con arequipe: 150 bolívares
  • Porción de torta de Óreo: 150 bolívares
  • Porción de brownie: 150 bolívares
  • Tableta de chocolate Paria: 230 bolívares
  • Sandwich de pernil: 240 bolívares
  • Wrap de capresa y jamón ahumado: 260 bolívares
  • Botella grande de miel: 350 bolívares
  • Títeres: 350 y 380 bolívares
  • Brujita de trapo: 600 bolívares
  • Muñecas de trapo: 600 y 800 bolívares
  • Gorro tejido de los Minions: 1.100 bolívares
  • Billetera artesanal de cuero: 1.200 bolívares
  • Cartera artesanal de cuero: 10.500 bolívares

Los precios estándar de otros alimentos vendidos dentro del parque:

  • Cotufas: 40 bolívares
  • Obleas: 50 bolívares
  • Café Venezuela: 25 o 45 bolívares
  • Nestea: 70 bolívares
  • Helado de barquilla: 70 bolívares
  • Tequeñón: 80 bolívares
  • Perro caliente: 100 bolívares
  • Hamburguesa: 250 bolívares

¿Y los juguetes y otras diversiones infantiles?

  • Sesión con un pintacaritas: 70 bolívares
  • Pompitas de jabón: 150 bolívares
  • Aro “tapa amarilla” de hula-hoop: 200 bolívares
  • Freesbie “tapa amarilla”: 200 bolívares
  • Globos de helio: 350 bolívares
  • Muñeco inflable del Hombre Araña: 500 bolívares
  • Camión de plástico “tapa amarilla”: 1.200 bolívares
  • Peluche grande: 6.500 bolívares

“El parque está bonito, para mis nietas está muy bien. La gramita está un poco descuidada. Y debería haber muchos más dispensadores de agua”. Josefina, abuela

Parque del este Alexis

Cuando entras o sales del Parque Generalísimo Miranda hacia la estación de Metro, presunto refugio en el que te escondes del resto de la ciudad, ¿con qué te encuentras? Shock. Colas. Laberínticas, interminables colas del transporte público para las ciudades dormitorio. ¿Estuvo eso en los planes originales dentro de la cabeza de Burle Marx, fallecido en 1994? ¿Volverá algún día el trencito? ¿O los chigüires?

“La cultura para los pobres no puede ser jamás una pobre cultura”, es una de las frases más famosas de José Antonio Abreu, fundador del Sistema Nacional de Orquestas. Hace referencia a que los sectores más necesitados, en teoría, deberían recibir servicios públicos dignos del primer mundo, porque es la única manera en que trascenderán la miseria. El Parque del Este es otro recordatorio de cómo el socialismo, con frecuencia, trata a los pobres como gente que merece quedarse pobre.

Parque del este Alexis

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