Opinión

Cuba o el insomnio de América Latina

El tema de Cuba, históricamente, dividió al continente. En este 2021, los regímenes autoritarios salieron en defensa de su aliado; algunos, de origen democrático, dejaron ver las costuras de su verdadero compromiso democrático. Sin embargo, lo más grave ha sido el silencio de las democracias de América Latina

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Cuba

Dos imágenes se cruzan en estos días en mi mente. Por un lado, la ola de protestas seguida de una dura y masiva represión en Cuba, dejando al desnudo el fracaso del sueño de justicia social que fue para no pocos la Revolución Cubana. Junto a esto, la elección en Perú, en votaciones discutidas pero limpias, de un maestro de izquierda que a estas alturas defiende sin ambages al castrismo.

El fracaso de los mitos que han acompañado al largo ejercicio de la dictadura cubana quedaron en claro el 11 de julio en la isla. Las imágenes nos mostraron una población enflaquecida. Una sociedad devastada que pidió a gritos comida, vacunas anticovid y libertad. Lo que vino después ya no lo hemos podido ver. Al tumbar el sistema de internet en el país el gobierno del señor Díaz-Canel se garantiza represión sin que haya un registro público.

Aunque Castillo, como en su momento lo fue Hugo Chávez en Venezuela, termina siendo presidente por el hartazgo de la sociedad con la clase política tradicional; la decisión de una población de colocar el destino de la nación en manos de una persona inexperta, con un discurso de izquierda trasnochada, mirando aún a Cuba como ejemplo a seguir, francamente alarma.

No sólo se trata de outsiders de la política, sino de figuras cuyo discurso quedó anclado en la imagen romántica de una Cuba socialista e igualitaria. Una Cuba donde se garantizaban derechos sociales y ello era excusa para justificar la falta de libertades. El 11 julio dejó al desnudo que, también en materia social, la Revolución Cubana fracasó; y además nos ha recordado que todo régimen autoritario reprime a quienes levantan la voz y públicamente reclaman por sus derechos.

El tema de Cuba, históricamente, dividió al continente. En este 2021, los regímenes autoritarios salieron en defensa de su aliado; algunos, de origen democrático, dejaron ver las costuras de su verdadero compromiso democrático. Sin embargo, lo más grave ha sido el silencio de las democracias de América Latina.

Las inéditas protestas en Cuba han sido condenadas por los gobiernos de países como Nicaragua y Venezuela, que están abiertamente alineados con La Habana. En tanto, naciones de peso en la geopolítica regional, como México y Argentina, optaron por posturas más taimadas sin dejar de reconocer como legítimo al gobierno de Miguel Díaz-Canel, pese a que simboliza la continuidad de una dictadura.

Naciones regidas por gobiernos democráticos como Colombia, Chile, Perú o Brasil, por otra parte, reaccionaron de forma tímida. No hay, por ejemplo, una condena tajante a las violaciones masivas de derechos humanos, que vienen ocurriendo tras el 11 de julio en prácticamente toda la isla.

Cuando consulté a Félix Arellano, exdirector de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV, me respondió que la democracia latinoamericana, y en ella incluyó a los gobiernos de países democráticos de la región, a las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación, debe ser muy crítica frente a lo que está ocurriendo en Cuba.

A su juicio, este es el momento para que las democracias, no sólo los gobiernos, generen un gran debate sobre el fracaso del modelo cubano, que sirva de contenido pedagógico a las nuevas generaciones. De esa forma se estarían también fortaleciendo la idea de democracia en esas naciones.

Se trata de desmontar los mitos que por tantos años han rodeado a Cuba. Por ejemplo, esta idea de que el autoritarismo, el totalitarismo de los Castro ha generado bienestar social.

«La imagen más impactante que dejó el 11 de julio, cuando se dieron las manifestaciones de calle en Cuba, es la de un pueblo vulnerable, un pueblo destruido, maltratado, con hambre, con problemas de servicios públicos y que además pide libertad. Es una clara demostración del fracaso del modelo comunista en Cuba», me comenta Arellano.

Por su parte, la doctora en Ciencia Política, Paola Bautista, autora del reciente libro El fin de las democracias pactadas. Venezuela, España y Chile, manifestó que la agenda latinoamericana sobre Cuba debe colocar en primer término los derechos humanos.

Las democracias latinoamericanas, pese a los problemas internos que enfrentan, no pueden obviar la grave crisis de derechos humanos que se venía registrando en Cuba y que se ha potenciado por la ola represiva tras las protestas del 11 de julio pasado.

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En su opinión, países como Brasil, Colombia, Chile deben manifestar disposición de solidaridad con el pueblo y una clara posición de reclamo en torno a las violaciones de los derechos humanos. “El problema cubano es un problema de derechos fundamentales, no es ideológico”, enfatiza.

Esto debería traducirse en respaldar iniciativas que ayuden a defender la integridad de los manifestantes, así como la visibilidad y registro de lo que está ocurriendo dentro de Cuba. El autoritarismo desea invisibilizar a las víctimas, y desde las instancias democráticas debe pujarse por lo contrario.

La situación cubana nos recuerda que los derechos humanos son universales y no prescriben incluso en situaciones extremas. Esto  debería ser el eje de un enfoque democrático para abordar desde afuera lo que acontece en Cuba. Mientras tanto, Perú se embarca en su sueño de tener una revolución. Y en Venezuela se padece lo que no puede catalogarse sino de pesadilla, tras dos décadas de que Hugo Chávez hermanara al país con Cuba.

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