Opinión

Cuchillos de cartón

Nadie sabe en qué consiste la guerra económica. Cuales son los mecanismos que los enemigos del gobierno emplean para hacer que, al mismo tiempo, los productos del consumo cotidiano de la ciudadanía hayan desaparecido mientras, de todas formas, su valor se duplica con una precisión que es casi mensual.

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La “guerra económica” es, de hecho, un liberto que se desarrolla sin actores. El gobierno alude el problema, le habla en diagonal, formula acusaciones en tercera persona. Despacha a sus enemigos con el genérico cognomento de “burgueses”, entendiendo por tales, supone uno, “los ricos” o “los empresarios”. Lo que nunca hace es colocar un nombre, aportar una prueba, explicar un proceso o tomar una medida. La guerra económica es, sencillamente, una consigna.

Mientras esto sucede, en las cadenas comerciales que pertenecen al estado la provisión de insumos puede ejecutarse en colas que demoran hasta 4 horas. Fila que puede cualquier incauto consumirse para tener que comprobar, a la postre, que aquello que estaba buscando ya se ha terminado. Será difícil precisar los empaques comerciales de harina de maíz, de leche, o de carne que han egresado de las fincas, silos y mataderos expropiados por el chavismo, arruinados por completo a estas alturas a la vuelta de pocos años. Las marcas expropiadas por el chavismo son las primeras que no se consiguen en esta hora en los anaqueles

No hablemos de los extensivos y reiterados procesos de matraqueo de guardias nacionales, fiscales y alcaldes; del ingente proceso de desvío de recursos para la reventa que se gesta en el seno mismo del poder nacional; de la mil millonaria cantidad de divisas que la nación perdió gracias a la gestión irresponsable y antinacional que tuvo Cadivi. Una orgía inmoral de desmanes gestada en el medio de la más completa impunidad y ante la total anuencia de los poderes públicos de este decadente régimen político.

No se trata únicamente de que todos los economistas de este país, incluso aquellos que simpatizan con el chavismo, han formulado al alto gobierno reiteradas advertencias sobre los perjuicios del derroche de recursos y la corrupción. La escasez y la inflación que viven la nación constituye la yunta de un estado general de infortunio que prácticamente ha tenido carácter profético. Fue anunciada con todas sus letras desde hace por lo menos unos 8 años. Todavía no nos ha tocado la peor parte.

Todo ciudadano que esté dispuesto a usar su cabeza con un margen aceptable de autonomía y honradez está obligado a encararse con estos argumentos, que tienen una matriz incontestable, y a rechazar de plano que lo vengan a cortar con el cuchillo de cartón de la guerra económica.

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