Parte del secuestro institucional que lleva adelante la clase dirigente chavista consiste en culpar a la víctima de los males que le está causando. Como en Venezuela no se está debatiendo nada, porque el gobierno sencillamente no le planta cara a esa perspectiva, la conducta en el gobierno frente a la tragedia nacional sigue siendo la misma.
Si el país está en estas condiciones a causa de una guerra económica, ya viene siendo hora, entonces, de desarrollar un plan para derrotarla. Por supuesto que tampoco eso ocurre.
Las plumas que todavía tienen fuella para defender a Maduro insisten en que el Presidente hace su mejor esfuerzo en atender la crisis, y que para ello requiere el concurso de todos los actores sociales. Que cualquier propuesta política para sacar a Nicolás Maduro del poder apoyándose en lo previsto en la Constitución Nacional forma parte de una tentativa peligrosa y aventurera.
No se observa demasiado en materia de estrategia económica mientras quedan desmantelados anaqueles y desaparece la comida. Continuamos surcando el camino hacia la catástrofe. Maduro no tiene autoridad para convocar; ha evidenciado sobradamente que no tiene una comprensión cabal del problema que enfrenta. Venezuela es un país en caída libre y sin gobierno.
Por alguna parte deberá el chavismo comenzar a revisar lo dictado en el evangelio, si de verdad quiere conservar algún capital político y salvar al país de una situación que perfectamente podría evitarse. De acuerdo a ciertas versiones, las voces preocupadas y disidentes comienzan a acrecentarse en las regiones en torno al callejón sin salida que Maduro y el PSUV le están planteando a Venezuela.
Porque, si se anima a ver con serenidad las cosas se atrás hacia adelante, lo que cualquier chavista apurado tendría que estar pensando es que, con un mínimo de sentido común, nada de esto tendría que estar ocurriendo. Al compañero Evo Morales le está yendo mucho mejor.
Fueron muchas las voces que le alertaron al gobierno sobre las consecuencias de lo que se concretaría cuando comenzara el interés por regularle la vida a la gente; por propalar idioteces falaces en torno “al consumismo” y con los excesos con el concepto de la propiedad. Venezuela es otro cromo en el historial de fracasos del llamado socialismo real. El vínculo entre las decisiones de gobierno y sus resultados es intransferible. Es una ley del historia.