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Alex Cabrera y el contrato a juro

“No seas modesto, no seas modesto, porque el que es modesto, generalmente tiene poco de qué presumir”. Cuando era niño me impactó una publicidad de automóviles de lujo que tenía más o menos ese mensaje. Como persona modesta, confieso que siempre me ha despertado simpatía Alex Cabrera. Tiene pinta de galán, al menos hasta que abre la boca.

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Le gustan las Hummers y los helicópteros, ha tenido novias bonitas, su swing con el bate es inconfundible y es de los que pagas por ver incluso aunque no le pegue a la pelota. Procreó un grandeliga pero el hijo tendría que volver a nacer para ganarle al papá en capacidad de show.

Hasta le han acusado de comprar alimentos sin hacer cola, lo que, con el perdón de los que defienden el derecho a que todos seamos iguales en la miseria, me parece totalmente comprensible.

Alex Cabrera es como mi canción favorita del grupo Alphaville, una que dice: “Quiero ser joven para siempre”. Cómo lo ha logrado, no lo tengo claro, aunque rescato el desafío a los dioses, una batalla de antemano perdida.

Alex Cabrera ha dejado de ser envidiable o simpático. Se ha vuelto un peligro para el beisbol en Venezuela. Se siente guapo y apoyado por el mismo sistema judicial que ha anulado a un poder legislativo elegido por los venezolanos el pasado 6 de diciembre.

La cronología la puede repasar, comentada, en el siempre recomendable blog El Emergente del periodista especializado Ignacio Serrano. La pasada temporada, con 44 años, Alex Cabrera fue votado MVP de la liga. Poco después la LVBP le sancionó con 25 juegos por presunto dopaje con una anfetamina llamada Adderall. Cabrera acudió a los tribunales, específicamente a las cortes primera y segunda en lo Contencioso Administrativo (hay que aclarar que no es el TSJ, aunque las decisiones se publiquen en su portal), que en 2016 han dictado hasta tres sentencias a su favor.

Una de ellas le catalogó, literalmente, como “gloria deportiva”. En las dos más recientes, firmadas por el juez Efrén Navarro, se suspende por completo todo el capítulo referido a las sanciones del Código de Ética de la LVBP (es decir, en teoría, cada pelotero, manager, umpire y etcétera podrá apelar una suspensión) y se le protege contra un presunto veto de los ocho equipos, en caso de que se pongan de acuerdo para no contratarle en la temporada 2016-2017, que comienza este jueves 6 de octubre. A Cabrera no le fue renovada su relación laboral con los Tiburones de La Guaira. Le dieron su cheque y le dijeron chao. Lo dejaron libre, como ocurre todos los años con cientos de peloteros profesionales.

Si el beisbol fuera un deporte que estuviera tan estructurado internacionalmente como el fútbol, probablemente estas sentencias (en las que el poder judicial le está pasando por encima a la administración disciplinaria del sistema deportivo) implicarían la desafiliación de la Federación Venezolana de Beisbol y la imposibilidad de que la Vinotinto participe en el Clásico Mundial de Beisbol en marzo de 2017.

Vamos a ponerlo de esta manera: no hay nada más capitalista que el sistema deportivo profesional que se ha establecido desde hace siglo y pico en la civilización occidental. Los equipos deportivos contratan a atletas que consideran que pueden hacerles ganar. Punto. No son las carmelitas descalzas. Los Tiburones de la Guaira consideraron que, con casi 45 años de edad, Alex Cabrera ya no podía ayudarles a ganar. Probablemente la decisión implica motivos extradeportivos (ejemplo, la armonía en el clubhouse o la posibilidad latente de un nuevo doping en un momento inoportuno), porque con 44 años les ayudó a ganar, pero nada dura para siempre. El contrato no es vitalicio.

En su denuncia ante la corte primera en lo Contencioso Administrativo, Cabrera y sus abogados pidieron que se le defendiera su “derecho al trabajo”, como si fuera cualquier empleado pelabola como usted o yo, “siendo increíble (sic) cómo durante el receso jurisdiccional por parte de esa Corte, nuestro representado ha sido notificado de la decisión del equipo Tiburones de la Guaira de otorgarle la libertad de contratación, sin que ninguno de los restantes equipos que conforman la Liga Venezolana de Beisbol Profesional vaya a contratar sus servicios”.

La sentencia del juez Efrén Navarro es imposible de aplicar. Lo único que determina es que la LVBP y sus ocho equipos no pueden ponerse de acuerdo para vetar a Cabrera “de manera directa, encubierta, simulada, subrepticia o interpuesta”. Tendría que demostrarse que el veto “consensuado” existe, si tal cosa es posible. Es decir, que Antonio Herrera, vicepresidente de Tiburones, se reúne en las sombras con Luis Ávila, presidente de los Leones, y los otros dirigentes de equipos, además de Óscar Prieto Párraga, de la LVBP, y se ponen de acuerdo: “Mira, el mío, Alex Cabrera nos jodió, entonces vamos a joderlo a él”.

La sentencia, sin embargo, no puede obligar  a que La Guaira o ninguno de los otros siete equipos le extiendan un contrato. A menos que se invente quién sabe qué después en el tribunal, de manera similar a la suspensión indefinida del resultado de las elecciones en Amazonas que impide que la oposición tenga mayoría calificada en la Asamblea Nacional.

Próximo dictamen del juez: “Se hará un sorteo tipo Champions. El equipo de LVBP que salga en la bolita deberá contratar a esta gloria deportiva sospechosamente desempleada”.

Lo que pretende aquí Alex Cabrera es nada menos que derribar el sistema capitalista deportivo tal como funciona hoy en prácticamente todo el planeta. Los equipos están obligados a contratar jugadores aunque tengan 45 años y se hayan visto involucrados en al menos tres países distintos en escándalos de dopaje. De manera increíble, la liga española, el calcio italiano y la premier inglesa se han puesto de acuerdo para no fichar a Maradona, que a los 55 años sigue siendo el mejor del mundo.

Por supuesto, carezco de algún tipo de prueba sólida de que Alex Cabrera se ha beneficiado de manera sostenida con sustancias ilícitas que han mejorado su rendimiento deportivo. Si afirmara eso, me imagino que sería hecho preso por el juez Navarro. Pero como dice el dicho: si tiene pelos de burro, rebuzna como un burro y tiene orejas de burro, es bastante probable que estemos ante un burro. Dicho sea de paso: sería estúpido negar que Alex Cabrera tiene un indiscutible y fenomenal don para batear pelotas, se ayude o no con algún tipo de sustancia: ni el esteroide más poderoso inyectado al boxeador soviético Iván Drago en la película Rocky IV podría convertir a Alexis Correia o a usted, lector, en un MVP de beisbol.

A Alex Cabrera siempre le he aplaudido muchas gracias. Es sinónimo de espectáculo. Pero ya se acabó el show. Se ha vuelto una ventisca que ha ganado fuerza de huracán gracias a un sistema judicial parcializado hacia un tipo de venezolanos, y que pone en peligro al mismo sistema que le convirtió en una estrella sin falsa modestia. O peor todavía, un caliche, es decir, una noticia que carece de importancia. La próxima sentencia dirá que Omar Vizquel lo tiene que incluir a juro como designado en la Vinotinto.

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