De Interés

La revolución cultural de Ella Fontanals Cisneros

Coleccionista, impulsora del arte, creyente de las sublimes creaciones de la sensibilidad humana. Ella Fontanals Cisneros se despidió de Cuba para recalar en Venezuela y abrirse a brazadas su paso por las aguas de la superación y la riqueza. Con la agenda copada, proyectos derramados por todo el globo y museos como vitrinas de su impulso cultural, desgrana las vivencias de quien ha lidiado con dos dictaduras cosidas con el mismo hilo verde militar

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FOTOGRAFÍA: ALBERTO HERNÁNDEZ

En un espectacular apartamento de la calle de Fortuny en Madrid, la biblioteca no sólo da la bienvenida a la expectación y a la larga espera, sino que también preludia la conversación. Las filas de libros y un lienzo blanco en el que estalla un relámpago nocturno de la pintora Carmen Herrera traslucen la pasión artística y el espíritu crítico de su asidua lectora. Entre decenas de títulos, en la estantería derecha, reposa quietecito un ejemplar: Maravillosa Venezuela. A la izquierda, qué ironía, en las antípodas imaginarias, como mágico designio, desafía un mamotreto llamado La Habana: historia y arquitectura de una ciudad romántica. Y allí están, confrontadas las cartografías de sus afectos, Venezuela y Cuba, tan diferentes como fraternas, tropicales y camorreras, los dos países que, por marrullerías de la historia, formarían la educación sentimental de Ella Fontanals Cisneros. La mujer que se enamoraría de estas geografías heridas por el desgarro, el quiebre, el asolamiento del ideal comunista. 

Como si la persiguiera el ethos de corrupción que zurció los trajes militares de dos dictadores en tiempos diferentes, pero con una meta en común: las revoluciones que atarían el yugo y tormento a los pueblos hermanos que la preocupan y desuelan. Ella, la cubana que agitó el pañuelo del adiós a su isla natal, la inmigrante que fondeó su ambición en Venezuela. Ella, la exploradora que descubrió a muy temprana edad la fortuna y la tristeza y la que en lontananza fue testigo de atrocidades sin levantar mucho ruido, acaso porque nada podía hacer en contra —sublevarse no era opción por sus consanguinidades comprometedoras. Ella, la exesposa de Oswaldo Cisneros, referente de excelencia empresarial. La coleccionista de arte y líder de Cifo —Cisneros Fontanals Art Fondation— que atesora más de tres mil piezas de los grandes pintores y escultores del mundo. Ella simplemente ella.

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