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De vuelta a la realidad Vinotino: Ecuador no es Bolivia

El resultado del partido era lo de menos. Contra Ecuador se intentaba despejar una incógnita: si la disposición grupal e individual contra Bolivia había sido una ilusión o el principio de un camino. Uno que generara cierta adhesión entre los convocados y confianza en el fanático. La ausencia de Rómulo Otero, por lesión, impedía, ya antes de jugarse, aclarar la hipótesis.

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Foto: JUAN CEVALLOS / AFP

Otero es un jugador con virtudes completamente diferentes al resto de sus compañeros. Es un imán para atraer marca y un telescopio para encontrar al mejor compañero ubicado. Mientras responde con habilidad aritmética a ambas responsabilidades, se guarda un as bajo la manga: la capacidad de resolver desde afuera del área con una pierna educada y potente. Es, pues, un tres en uno. Quien más se le acerca, en esa posición, es Juanpi Añor. Lamentablemente tampoco estaba disponible.

Dudamel entonces pensó en un equipo rápido, con la presencia de Kouffati, Murillo, Peñaranda y Josef Martínez. Guardando las distancias, imaginaba el estratega unas transiciones rápidas como las que maneja el Real Madrid cuando toma mal parado a sus rivales. Pero Ecuador asumió el protagonismo y salvo unos 20 minutos en los que la Vinotinto fue más peleona que clara, nunca dio facilidades ni permitió que su defensa estuviera en inferioridad numérica. Con ese panorama, los jugadores venezolanos se quedaron sin respuestas. No había plan B.

Sin embargo, la ausencia de Otero no puede justificar esa incapacidad para resolver teoremas en el combinado nacional; esa falta de creatividad para encontrarle respuestas a momentos competitivos, que siempre estarán presentes en cualquier eliminatoria,  terminó de romperse con la prematura lesión de Kouffati, un talento que necesita una respuesta urgente a esa tendencia de caer en la batalla antes de que salga la caballería.

Los 3 goles de Ecuador son hijos de la persistencia de una idea: desborde y centro. Como en años anteriores, los rivales saben que de tanto machacar, alguna saldrá. Es evidente que en el primer tanto hay una comunión de pifias. Desde Luis González, al que le ganan la espalda para la asistencia, hasta los dos defensas que permiten a un colega cabecear impunemente. Que un central recorra todo el campo con total libertad para abrir el marcador, sólo puede interpretarse como una prueba de negligencia colectiva.

«Cariaco» González intentó refrendar su error con un disparo que repelió en buena forma Esteban Dreer. Ese, y un débil remate de Tomás Rincón, fueron los argumentos ofensivos de la Vinotinto, pobre imagen de un equipo que en la fecha anterior llegó como quiso al arco boliviano.

Pero es obvio: Bolivia y Venezuela hoy en día compiten por alternarse la última plaza. Los del altiplano volvieron a sacarle una cabeza, en esa carrera particular, con el triunfo en casa ante Paraguay. Ecuador, en cambio, juega en otra liga y lo demostró hundiendo la espada con dos goles más. El segundo con la misma fórmula: desborde y centro al área pequeña para que Miller Bolaños empujara el balón. Oswaldo Vizcarrondo quedó retratado en la foto. El tercero fue un contragolpe de escuelita, cuando Bolaños le devolvió el favor del tanto anterior a Enner Valencia.

Los cambios en Venezuela, ofensivos todos, no mejoraron al equipo, más allá de las ganas individuales. «Cariaco» González tuvo iniciativa y se le aplaude, pero le sucedió lo mismo que a Yeferson Soteldo y Christian Santos, todos víctimas de la desorganización y del cansancio de sus compañeros.

Poco que reseñar. No fue un buen partido para Rubert Quijada. Seguramente será la víctima preferida en las redes sociales. Visto lo sucedido, hasta Maldini lo hubiera pasado mal. Exagero, claro. En todo caso debemos tener en cuenta las pocas opciones en ese costado. Si Venezuela no evoluciona en su modelo de juego, si insiste en defender pegado a su arco, sea quien sea el lateral izquierdo, se seguirán quemando a los escogidos.

Se podría destacar el sacrificio de Alexander González; los reflejos de Dani Hernández; ciertos chispazos de Renzo Zambrano (que perdió en el segundo tiempo) y la sobriedad de Mikel Villanueva. Pero es un botín insignificante para una selección que tiene las cuentas en rojo. Regala puntos y, sobre todo, no muestra ningún avance en lo colectivo.

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