Cultura

"Delicioso", así surgieron los primeros restaurantes al calor de la Revolución francesa

“Delicioso” la más reciente película del director Eric Bernard nos ofrece una ficción y un romance en torno al surgimiento de la restauración, retrata los banquetes opulentos de los nobles con sus mesas increíblemente bien adornadas, en contraste con los primeros restaurantes de Francia

"Delicioso"
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En los albores de la Revolución francesa, a finales del siglo XVIII, el prestigio de la mansión de un noble dependía fundamentalmente de la calidad de su mesa. Al encontrarse desprovistos de poder, solo vivían de las apariencias. En este contexto, un notable cocinero llamado Pierre Manceron fue despedido por el Duque de Chamfort, tras haberse atrevido a presentar ante sus invitados unos platos por iniciativa propia.

Sin recursos económicos, y acompañado tan solo de su hijo, decide regresar a su casa en el campo, negándose a volver a cocinar. Pero cuando conoce a la misteriosa Louise, esta le devuelve la pasión perdida, al mismo tiempo que lo ayuda a abrir la primera casa de comidas en el campo, con su menú y sus manteles limpios, así como sus maravillosos guisos y quesos, todo como Dios manda.

Esta historia es la que narra el director y guionista galo Eric Besnard en “Delicioso”, su nueva película, que acaba de estrenarse internacionalmente. Decidió hacerla, entre las opciones previas que tenía, cuando se dio cuenta de que la gastronomía se encontraba en el ADN de Francia. Investigando, constató que nunca en su país se había desarrollado cinematográficamente una historia cuyo escenario principal fuera una posada, lo que ahora sería un restaurante de carretera.

Venganza y buena comida

Ambientada en 1789, justo antes de la Revolución francesa, “Delicioso” es una recreación de esos primeros restaurantes que se instalaron fundamentalmente en París, y no en los alrededores, como lo sitúa ficticiamente esta película, que relata una trama de venganza pero, sobre todo, de amor a la buena comida, que puede ser sencilla pero siempre debe contar con buenos productos. Porque, de alguna forma, es un canto a la agricultura primigenia, al cultivo de la tierra, origen de los sabores auténticos.

Con un diseño de producción que la crítica ha resaltado muy especialmente, se retratan tanto los banquetes opulentos que se hacían en las casas de los nobles, con mesas increíblemente bien adornadas, así como la descripción de esos primeros restaurantes que, como contraste, ofrecían menús de precio accesible a la gente de clases sociales más modestas, porque la idea del director se centra en el contenido social, con una aguda y ácida crítica hacia la nobleza.

Aunque de hecho no se había rodado antes en Francia ninguna cinta cuyo escenario fuera una posada del siglo XVIII, hay una excelente película culinaria, “Vatel” (2001), que pudiera situarse como precursora. Protagonizada por Gerard Depardieu, también abordaba la importancia que los nobles daban a los banquetes que ofrecían para demostrar su poder social.

Realidad con trazos de ficción

“Delicioso” es una película muy atrayente, salpicada de imágenes hermosas, paisajes asombrosos de las diferentes estaciones del año y de bodegones que abren el apetito a cada instante. Podría decirse que estamos ante un drama histórico en el que también hay humor, romance y suspenso, en el que el origen de la gastronomía francesa tiene un papel protagónico.

"Delicioso"
Grégory Gadebois e Isabelle Carré, protagonistas del filme

El realizador y guionista Éric Besnard (“Cash”, “Pastel de pera con lavanda”), en una entrevista con los medios para presentar su nueva película, explicó las razones por las cuales decidió ambientar su historia en las afueras y no en París, donde realmente surgieron los primeros restaurantes franceses.

-Hay elementos fundamentales de realidad mezclados con elocuentes trazos de ficción. Todo lo que se dice sobre la gastronomía es cierto, como la evolución de la cocina y el hecho de que el restaurante se creó en aquella época. La verdad histórica es que el primero surgió en París, pero yo no quería ambientarlo allí porque sabía que no tendría el dinero para reproducir el ambiente de la ciudad en el siglo XVIII.

-Tampoco quería hacer un biopic, porque los pioneros eran personas que no resultaban apasionantes; cada uno había tenido una pequeña idea, pues hubo motivos sociológicos para crear un restaurante. Y el tercer motivo es que hablar de gastronomía es hacerlo de los productos y los productos son la tierra y la tierra es la provincia. Y no había ninguna documentación sobre los primeros restaurantes en las provincias y eso me daba mucha libertad como guionista. Pero  también me interesaba la idea del restaurante como parada en la carretera. Cuando era niño e íbamos en coche siempre nos preguntábamos dónde pararíamos para comer. Era un lugar para la parada y me parecía una bonita metáfora que estuviera al borde de la carretera, porque se trataba de detenerse para dilatar el tiempo.

Comer en el siglo de las luces

En torno a Pierre Manceron, el personaje protagónico, el realizador dio a conocer que su creación y definición se erigió prácticamente como una metáfora de la época.

-Junto al coguionista, Nicolas Boukhrief, lo concebí para que me permitiera hablar del siglo de las luces en Francia. Al principio no quería hacer una película sobre cocina, quería que fuese sobre el siglo de las luces y documentándome, leyendo libros sobre la Revolución francesa, me di cuenta de que el primer restaurante nació en aquella época y entendí que esto también era una idea de las luces. Por lo tanto, quise crear un personaje que fuera víctima de su clase social, una especie de criado que solo reproduce, no crea, y al que han humillado y que se va a esconder en un agujero completamente destrozado por esta humillación y esperando que vayan a buscarlo. Los otros personajes, entre ellos su hijo, son los que van a darle confianza, a subirle la autoestima. Y así es como el criado se convierte en ciudadano y el artesano en artista.

Louise, el otro personaje protagónico, fue la segunda idea que le apareció al escribir el guion.

-En el siglo XVIII no había mujeres en las cocinas. Ninguna. Así que me interesó la idea de hacer que la primera mujer que entrara en la cocina saliera también en la película. Esto me permitiría, sobre todo, tener un juego de máscaras de un personaje muy complicado y que por el hecho precisamente de su origen social, ella sabe acoger e invitar. Entre todos los personajes tenían que aportar algo a los demás.

Revolución exquisita

El hito de la Revolución francesa como trascendental acontecimiento histórico fue derrocar a la monarquía, arrastrando con ella al primer estamento (la nobleza) y debilitando al segundo (el clero) y empezar la revolución también en las cocinas. Todo apunta a que la semilla de la buena cocina, o al menos de la restauración, germinó en Francia.

Según el Libro Guinness de los récords, el primer restaurante del mundo abrió sus puertas en 1725 en la Calle Cuchilleros, de Madrid. Sin embargo, al tratarse de una hostería, el honor de primer restaurante como tal se lo lleva el fundado por el cocinero francés Dossier Boulanger en 1765, en París.  En cualquier caso, uno y otro fueron fundados por franceses, por lo tanto, no  podemos negar que el origen de la restauración está en Francia.

Y a ese lugar y tiempo es donde nos transporta “Delicioso” (Délicieux), un filme que al calor de los fogones anuncia el final del régimen absolutista encabezado por Luis XVI y el principio de una nueva era para Francia y Europa. El 14 de julio de 1789, el tercer estado (el pueblo) toma la Bastilla y un mes más tarde la Asamblea Nacional Constituyente aprueba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Aunque este hecho no queda reflejado en “Delicioso” porque la película que cuenta Eric Besnard camina por otros senderos, el acontecimiento histórico que supuso la Revolución francesa tiene mucho que ver como génesis de lo que ocurre en la cocina y en la vida de Pierre Manceron.

Una hechura de su tiempo

En el filme vemos cómo Pierre es un magnífico cocinero que responde cabalmente al marco histórico donde se desenvuelve. Su máxima aspiración es poder establecerse en Versalles para dar de comer al rey y a su corte. Cada día se esfuerza por superarse con unos platos más que deliciosos en la cocina del duque de Chamfort. Sin embargo, los comensales a quienes sirve no son más que una partida de haraganes con ínfulas cuyos paladares no logra refinar por más que lo intente.

Manceron es un hombre bueno, pero mientras vive en la cocina del duque pierde el sentido de la realidad, obsesionado con crear nuevos platos que le den su pasaje a Versalles. Sin embargo, tras ser despedido por Chamfort, es capaz de ver más allá de su obsesión y, casi al mismo tiempo, descubre su valía y su libertad como cocinero. Una libertad que no sabe que existe hasta que llega a su vida Louise, un personaje clave.

El actor Grégory Gadebois, en el papel de Manceron, parece sacado directamente de la Francia rural del siglo XVIII. Es un actor curtido en el teatro, al igual que Isabelle Carré, intérprete del personaje de Louise, con quien forma un tándem perfecto. La química existente entre los dos hace que la historia, desde el principio, no pierda el ritmo ni el interés.

Nobleza frívola y caprichosa

“Delicioso” presenta a la nobleza, capitaneada por el duque de Chamfort, como si de una pandilla de adolescentes caprichosos se tratase. El ambiente de palacio está plagado de risas insolentes y un lujo exultante, capaz hasta de despreciar los ingredientes culinarios más básicos con los argumentos más necios. El egoísmo del que no comparte ni coopera.

Para compensar tanta necedad por parte de la nobleza, Eric Besnard ofrece como contraparte otros personajes inteligentes y comprometidos. Entre ellos están Louise y Benjamin (Lorenzo Lefebvre), el hijo de Manceron, otra pieza angular del elenco por su lucidez e ilusión ante el latido social que está a punto de cambiar el país, un joven que lee a Rousseau y defiende con ardor la igualdad de los seres humanos, también a la hora de comer.

La película mezcla varios géneros sin degradar a ninguno y su ambientación nos traslada directa y eficazmente a ese tiempo y lugar en el que todo comienza. También es un fiel espejo del reconocimiento humano de la propia valía, ante la que a veces estamos ciegos por hacer caso solo a quienes nos degradan.

"Delicioso"
Una hermosa historia entre fogones en una época de cambios

Volviendo a la razón de ser de su película, Eric Besnard se refiere, por otro lado, a un hecho inocultable de más reciente data:

-Con el tiempo, los cocineros han alcanzado una gran fama de la que no gozaban antes. Creo que no hay equivalente en el cambio de status social en los últimos 50 años. El que más ha cambiado es el de cocinero. Hace cincuenta años, cuando uno quería dedicarse a la cocina era porque no le había salido bien la formación de peluquero (risas). Hoy son semidioses. Tienen la gloria de las modelos de los años 90, como Cindy Crawford y Naomi Campbell.

-¿Qué chefs colaboraron con usted en su película?

-Conté con la colaboración de dos chefs, uno de ellos trabaja en el ministerio de Asuntos Exteriores y es el hombre que representa a Francia en todos los eventos diplomáticos del mundo. Era muy agradable volver a encontrar el sentido que tenían estas recetas.

-¿Cómo es su relación particular con la gastronomía?

-Me encanta cocinar. No podría haber hecho una película así si no me gustara. Creo que hay muchos puntos en común entre los restaurantes y el cine. Podría decir muchas cosas al respecto, pero hay una que olvidamos a menudo y es que se trata de un lugar de conversación. El restaurante es un sitio donde se come, pero también se disfruta del compartir y estar juntos. Y el cine es como una película de Woody Allen, porque uno va al cine para hablar de la película al salir. Así que son dos lugares de gran racionalidad, pues te hacen pensar, charlar y apelan a nuestros sentidos.

Entre preciosos bodegones, una excelente fotografía y el marcado acento social que le imprime el realizador, la amorosa historia entre Manceron y Louise, ambos víctimas de un sistema y una sociedad singular y duramente clasista, va macerándose como las peras en el almíbar mientras ambos planean una venganza de esas que hacen historia.

Otros restaurantes de cine

La cena (Ettore Scola, 1988)
Es la hora de la cena en un restaurante familiar situado en el corazón de Roma, propiedad de la elegante Flora (Fanny Ardant). En las 14 mesas del local, ocupadas por clientes muy diversos, junto a sabrosos guisos se consumen charlas, soledades, amores, confrontaciones generacionales y conflictos varios.

Ratatouille (B, Bird & J. Pinkava, 2007)
Pixar asumió el reto de meter una rata en su restaurante animado y, pese a los juicios despiadados de Anton Ego (lúcida representación de la crítica cinematográfica y gastronómica), logró que nos olvidáramos de la limpieza del local y que disfrutáramos del guiso de verdura de Lingüini y Rémy.

Soul Kitchen

Soul Kitchen (Fatih Akin, 2009)
Para sacarnos de la dura digestión de sus dramas (Contra la pared, Al otro lado), el director alemán de origen turco Fatih Akin construyó esta deliciosa historia, situada en un restaurante del Hamburgo multicultural, con su menú de líos de comedia y sabores agradecidos. Con ella ganó el premio especial del jurado en el Festival de Venecia.

Deliciosa Martha (Sandra Nettelbeck, 2001)
Una cocinera cuida a su sobrina de ocho años después de que su hermana fallece en un accidente automovilístico. Los equívocos del rigor alemán y la locura latina, representados por Martina Gedeck y Sergio Castellito, no solo solventan los problemas de apetito de una sobrina huérfana, sino que alimentan el amor entre contrarios.

La mitad del cielo

La mitad del cielo (M. Gutiérrez Aragón, 1986)
Basada en la vida de la restauradora española (cántabra) Mayte Commodore, cuenta el periplo vital de una mujer, viuda y madre, que deja atrás su aldea natal para ascender socialmente y fundar su propio negocio. Una mujer hecha a sí misma, interpretada por la gran Ángela Molina, que supo superar el menú franquista de sopas de ajo con fuerza y carisma, para servir a su antojo otro tipo de opciones.

La gran noche (Campbell Scott & Stanley Tucci, 1996)
Dos hermanos italianos esperan salvar su restaurante en problemas preparándole un gran banquete al famoso músico Louis Prima. Tony Shalhoub y Stanley Tucci encarnan a los ordenadísimos hermanos emigrados a Nueva Jersey, que se debaten entre el gusto de los Abruzzos y la impersonal cocina italo-norteamericana. Los críticos estadounidenses la calificaron como “una pequeña joya”. El cantante Marc Anthony encarna aquí un significativo rol de reparto.

Midred Pierce (Michael Curtiz, 1945)
Joan Crawford ganó el Oscar por este personaje de madre consentidora y repostera con dotes para el emprendimiento en la restauración, descubierto para el cine en una novela de James M. Cain, un grande de la literatura criminal. Mildred no sabe decir no a una hija caprichosa y acaba perdiendo una cadena de restaurantes al sur de California, que llegó a montar partiendo de su trabajo de camarera, un puesto que mantuvo en secreto para no avergonzar a su prole. Un espléndido film noir que flirtea con el melodrama y en cuyo proceso de escritura de guion participó William Faulkner.

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