Venezuela

Democracia, acuerdos y desacuerdos

El régimen existe sólo a dos efectos, la propaganda y la represión. A la primera categoría pertenece el acuerdo anunciado y suscrito con personalidades y partidos ya bastante coincidentes con la visión oficial, cuya escasa representatividad no autoriza a irrespetarlos o desconocerles derechos que exigimos para todos los venezolanos.

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En la colección de fracasos que han alimentado la terrible crisis nacional, está el de la imposición unilateral como práctica sistemática desde el poder, que actúa como si una parte de los venezolanos, antes minoritaria y ahora ampliamente mayoritaria, no tuviera otro derecho que aguantar y calársela. En una especie de efecto espejo, esa manera de proceder abiertamente anti política, se refleja en un sector, tan respetable como reducido y ruidoso, de la dirigencia y la opinión opositoras que reproduce la intolerancia y el sectarismo oficialistas al punto de desconocer toda legitimidad en el adversario.

Y la democracia funciona sobre la base de que todos tenemos derechos y la paz, como diría Juárez, se basa en el respeto al derecho ajeno.

En una democracia hay consensos y disensos. El equilibro entre ambos y la vigencia de mecanismos eficaces y oportunos para resolver los conflictos que puedan presentarse, es lo que garantiza la salud política e institucional y con ella la salud social y económica de la nación como un todo. No porque no existan diferencias, sino porque estas se ejercen en libertad, en el marco del Estado de Derecho y se dilucidan por mecanismos transparentes y confiables.

El primer acuerdo necesario es la Constitución, tanto en su parte dogmática como proyecto nacional y carta de derechos, deberes y garantías, como en su parte orgánica, como estructura de funcionamiento, distribución territorial y funcional del poder público. Y ese acuerdo constitucional ha sido violado sistemáticamente, al punto que las reglas de convivencia quedaron borradas y somos obligados a sobrevivir en una especie de ley de la selva. Dicho esto con respeto por las especies de la fauna y flora forestal, infinitamente más racionales que ciertas autoridades y que algunos de sus desafiantes.

Acuerdos exige el país para que la economía funcione, para que la moneda valga, para que haya trabajo y valga la pena trabajar, para que las instituciones funcionen como lo que son, instrumentos de todos y no propiedad de un grupito. Acuerdos reclama el país para salir pronto y bien de esta crisis insoportable que ha empujado a emigrar a casi cinco millones de nosotros.

Esos acuerdos necesarios para que Venezuela exista, así de grave está la cosa, no pueden despacharse con eventos propagandísticos. Los acuerdos, para ser eficaces, tienen que ser entre actores reconocidos en su representatividad y con capacidad de decisión. Hay decisiones que requieren constitucionalmente mayoría parlamentaria ¿De qué sirve un acuerdo intrínsecamente minoritario? Si el 20 de mayo hubiera sido un éxito, es obvio que no estaría el régimen obligado a buscar o simular negociaciones o acuerdos. Y si lo de la Casa Amarilla sustituye a lo que no quisieron que funcionara en Barbados ¿Por qué lo que el país sabía y trataba de comprender era aquello y este acuerdo lo cocinaban sin decírselo a nadie?

Acuerdo, no simulación. Acciones, no propaganda. Aunque no la reconozcan, la realidad manda y desobedecerla se paga.

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