Venezuela

Deportada y robada: la historia de una periodista sueca en Venezuela

Annika Rothstein ha visitado Venezuela cuatro veces y en dos oportunidades vivió situaciones que la pusieron al límite. En la primera casi muere, mientras que en la segunda fue deportada por ser una periodista extranjera que buscaba informar. En el presente, la libertad de expresión es frágil en el país, y la censura se fortalece a costilla del gobierno de Nicolás Maduro.

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Rothstein es una periodista sueca que investiga sobre inmigración y el medio oriente. El pasado 18 de abril iba a recabar más información en Venezuela. Su vuelo llegó al país suramericano a las 2:30 p.m.

Una vez bajó del avión y estuvo en el área de inmigración del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, supo que algo andaba mal. “Pensé que estaba paranoica. Una guardia estaba mirándome directamente como si me conociera y eso me puso nerviosa”. En el momento que estuvo cara a cara con la funcionaria comenzaron a hacerle preguntas y a solicitarle documentos, entre esos los del hotel en el que se hospedaría.

Luego de eso le quitaron su celular y pasaporte. Seguidamente, fue llevada a un cuarto de detención en donde estaba sola. “Les preguntaba que a dónde me llevaban ¿Qué había hecho mal? Sin embargo, ellos me decían que era un proceso rutinario, pero yo sabía que estaban mintiendo”.

Para ese entonces, Annika se transformaba en la periodista número 40 en ser detenida por el gobierno madurista, seguida por sus colegas Luis Carlos Díaz y Cody Weddle, según el informe del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS).

El trato de dos de los tres guardias fue “agresivo”. No la maltrataron físicamente, pero verbalmente se sintió atacada. “Más que asustada estaba muy molesta, porque sientes que no tienes derechos y en mi cabeza comenzaba a pensar en lo que vendría después. Al estar en la sala sabía que algo malo ocurriría, pero nos sabía qué”.

Para ella el hecho de ser una periodista freelance fue algo que empeoró la situación “No contaba con la protección de ningún medio. No es como ser un periodista de Reuters. En mi caso uno sabe que está más expuesto, pero nunca me había sentido vulnerable y ayer fue la excepción”.

En Venezuela el deterioro de la libertad de expresión ha sido progresivo. Según lo informado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, en los últimos cinco años 115 medios de comunicación han cerrado sus puertas por múltiples razones.

Los hechos de febrero

Es mucha la valentía que ha tenido Annika. El 23 de febrero de 2019 se encontraba en San Antonio del Táchira reportando la entrada de la ayuda humanitaria, cuando unos colectivos interceptaron la camioneta en la que iba y con una pistola que le colocaron en su cabeza la bajaron del carro a ella y a su traductor. “Nos dijeron que en cinco segundos nos matarían y comenzaron a contar hasta que dispararon”.

Luego de eso se dio cuenta que seguía viva, pero esto era una demostración del hostigamiento de los colectivos afines a los intereses del chavismo. No obstante, les robaron sus pertenencias, computadoras, cámaras, micrófonos y celulares, además del teléfono que le fue  arrebatado meses después en el aeropuerto. Todas estas pérdidas  suman una cantidad de 12 mil dólares las cuales no pudo recuperar.

“Durante el momento en el que nos raptaron me sentía impotente porque sabía que no contaba con la protección de ningún cuerpo de seguridad y sabía que nadie vendría a ayudarnos. Fue el momento más aterrador de mi vida”.

Además de Annika, hay otros periodistas que también han dado la vuelta al mundo por ser víctimas de la persecución gubernamental, como el periodista polaco, Tomasz Surdel, quien fue secuestrado por el FAES, luego golpeado brutalmente para ser liberado y deportado horas después.

Según la clasificación de la organización Reporteros Sin Fronteras sobre la libertad de expresión, en 2019 Venezuela ocupa el puesto 148 de 180 países. En 2018 se encontraba en la casilla 143. Sin embargo, continúa en la categoría roja y hay pocos espacios antes de llegar al color negro, en donde se encuentran naciones como Corea del Norte y Cuba, en los que la censura es casi total.

Una cuestión de pasión periodística

Evidentemente, el episodio de febrero fue mucho más aterrador que el del 18 de abril. Su familia temió lo peor. “En el fondo ellos no entienden el trabajo del periodista, el cual lleva riesgos. Ellos me preguntaban, ¿por qué vuelves a Venezuela? Yo les decía que los venezolanos lo necesitan y este es el mejor momento para hacer periodismo, pero ellos insisten en que estoy loca”.

Para Annika cada muestra de gratitud en Caracas representa un pago inmaterial a su deber con las personas y con la verdad. Además, en los casi tres meses que estuvo en el país se ha encariñado con el venezolano. “Este país es un mágico, hermoso y terrible lugar que te roba un pedazo del corazón y no lo quieres de vuelta porque te sientes fascinado ante gente que no tiene nada de comer, pero igual te ponen un plato de comida demostrándote su amor”.

Una vez que Rothstein llegó a París, ciudad en la que se encuentra actualmente le fue devuelto su pasaporte. “No entiendo por qué no me lo dieron antes. Yo no soy una criminal, ni mucho menos alguien peligroso”.

A la periodista no le quedan dudas que el trabajo que ella y otros colegas han estado haciendo es una razón de molestia del lado del gobierno de Maduro. “Reflejamos situaciones como la inmigración, la entrada de ayuda humanitaria, los grandes apagones y eso causa un efecto en ellos que no les es agradable”.

El disgusto es tal que desde la cúpula chavista se orquestan ataques cibernéticos a medios de comunicación. En algunos casos la Compañía Nacional de Teléfonos de Venezuela (Cantv) ha servido de instrumento para tumbar señales y restringir el internet en conjunto con la Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Según lo informado por la organización Netblocks el caso más reciente fue el  del 19 de abril, durante el gran cabildo abierto en el que estuvo el presidente interino, Juan Guaidó.

Por el momento, Annika no podrá pisar suelo venezolano; sin embargo, espera  volver pronto para constatar que las cosas han cambiado, ahora como víctima de la censura y opresión que cabalga campante en el país y que el gobierno se enfrasca en negar.

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