Cuenta la leyenda que en 2005 fue necesario un acuerdo de los organizadores de carreras de calle para poner límites a Julius Gidabuday, un atleta tanzano que ante lo jugoso de las premiaciones del calendario de fondo se instaló en Venezuela, a ganar cuanta prueba se corría, desmotivando la participación de atletas élite nacionales.
Así de atractiva era una temporada que llegó a tener más de 80 carreras en todo el país, casi una semanal en Caracas entre abril y octubre.
Hoy la crisis económica ha barrido con aquella infraestructura, que hasta hace un par de años era el gran negocio emergente del deporte nacional. Los atletas han debido emigrar para continuar con sus carreras, o competir en destinos cercanos como Colombia, Trinidad, Costa Rica y Panamá. Así encontró la muerte el pasado fin de semana el corredor David Yáñez, arrollado por un conductor ebrio mientras participaba en el medio maratón tico.
Los sellos en el pasaporte de Gidabuday son el retrato hablado del descalabro del calendario nacional de carreras de calle, y del país entero. En 2015 se trasladó a vivir a Colombia y en 2016 se instaló en Ecuador. Cualquier parecido con el éxodo venezolano, se trate de deportistas o no, no tiene nada que ver con la casualidad.
“No ha sido nada fácil para nosotros”, comenta Alexis Peña, que este año ha sido el fondista más destacado del país, con su tercer lugar en el Maratón CAF, el único evento de 42K con ruta certificada que se disputa en el país. “Aquí en Venezuela solo he corrido dos veces: en el CAF y en el Simón Bolívar. Irse a correr afuera es la única manera de mantener nuestras carreras, porque corriendo aquí no ganamos ni para un par de zapatos”.
Peña fue uno de los pioneros en la búsqueda de nuevos horizontes, pero reconoce que sus objetivos deportivos no encabezan el orden de prioridades en estos nuevos proyectos: “La mayoría de esas competencias son para ganar dinero, pero no para ayudar en el mejoramiento deportivo, aunque sí hay carreras con mucho nivel, como la Media Maratón Internacional de Panamá, donde asistieron muchos kenianos este año”.
Luis Fonseca, dos veces olímpico y hoy entrenador, fue uno de los últimos allegados en tener contacto con David Yáñez. “Profe, listo para mañana”, le escribió vía whatsapp el corredor de Tinaquillo, que a principios de año se preparó a sus órdenes en Capacho. “Éxitos, varón, corra inteligente”, le respondió Fonseca, que esperaba que su pupilo debutara en los 42K el 3 de diciembre en el Maratón de San José, también en Costa Rica.
Fonseca hace un retrato descarnado de la situación de los corredores de fondo: un par de zapatos de competencia de marcas reconocidas puede llegar a costar Bs 2,5 millones. “Hay imitaciones que valen millón y medio, un millón 200, que no sirven y lesionan al atleta”, apunta el tachirense, que estuvo presente en Atenas 2004 y Beijing 2008.
El costo de traslados, alojamiento y alimentación en cualquier destino del país hace que una premiación de 200 mil bolívares sea poco atractiva. “Vi que en Tovar van a hacer un 10K de 700 mil bolívares. En el viaje se van a invertir 250 mil, y el ganador, que es el único que va a sacar alguito de ganancia, con la diferencia solo se va a comprar un juego de cordones para los zapatos”.
“Es un riesgo para el atleta competir fuera”, reconoce Alexis Peña. “Primero no todos pueden pagar los costos de los pasajes, porque eso no te lo financia nadie, y si no ganas no hay recompensa por ese sacrificio”.
Marcos Oviedo, vicepresidente de la Federación Venezolana de Atletismo, calcula que el calendario nacional se ha reducido aproximadamente en un 90%. “Este año la San Sebastián se hizo porque nosotros (la FVA) conseguimos los recursos. En Margarita se hizo una carrera recientemente y la de Valencia es la otra que se mantiene en el programa. El único circuito de montaña que había en el país no salió y la Asociación de Trail Running solo ha hecho una prueba en todo el año. Todo se ha reducido, en parte por lo costoso de la organización, y en parte por la falta de patrocinantes”.
Ante el deprimido panorama nacional, la federación no ha tenido más opción que flexibilizar sus normas para otorgar los avales que permitan a los atletas correr fuera de nuestro país. Sin embargo, en el caso específico de Yáñez, Oviedo revela que éste se encontraba en Costa Rica sin permiso de la entidad: “Nosotros le otorgamos en una ocasión una licencia para correr en Colombia, pero luego no volvimos a saber nada más de él”.
Luis Fonseca agrega un dato sobre el proyecto personal de Yáñez, que quedó truncado el pasado fin de semana: “Todos los días me escribía con él, estaba muy animado, estuvo también por Panamá y Colombia, buscando nuevas oportunidades, porque también el tema de inseguridad para entrenar en Venezuela lo complicaba. Él había pedido asilo político en Costa Rica y lo estaban apoyando muchísimo, allá se sentía como en casa”.
Este año, durante las protestas que sacudieron el país entre abril y julio, corredores de sitios como Capacho vivieron en carne propia la amenaza de la inseguridad, cuando colectivos en moto recorrían armados el pueblo desde las 9 de la mañana, amenazando a cualquiera que identificaran como “guarimbero”, lo que obligó a los fondistas a trasladar sus entrenamientos a la madrugada.
Del balcón a la protesta
Corría el año de 2001. Rubén Maza, maratonista olímpico en Atlanta ’96, se escapó por un balcón de la concentración de la selección nacional que participaba en los Juegos Bolivarianos de Ambato, Ecuador, para irse a escondidas a Maracaibo. Su plan era participar en los 21K de esa ciudad, el evento más atractivo del momento en el calendario nacional, y regresar para correr en la prueba ecuatoriana. La jugosa premiación de la justa marabina justificaba la aventura, que terminó con una sanción disciplinaria.
A la vuelta de 14 años, la prueba número uno del país, la Gatorade Caracas Rock, terminó con una protesta de los ganadores, descontentos por un premio de apenas 30 mil bolívares.
En ese descalabro cayó Yáñez, que no daba por terminada su carrera a pesar de su edad y de nunca haber entrado en la selección nacional. Cayeron también quienes sí vistieron el uniforme nacional, como Yeisy Álvarez, esposa de Fonseca y una de las mejores fondistas del país, quien no recibió respaldo para su proyecto de buscar la marca mínima al Mundial de Londres.
“Ella decidió no competir mucho este año, no asistió al CAF, para prepararse al Maratón de Praga el 7 de mayo, con la meta de hacer la marca mínima. Metió todos sus ahorros en esa preparación, para que a última hora, el mismo día del vuelo, el Ministerio de (Juventud y) Deporte le dijera que no había boleto, porque no había recursos”, recordó Fonseca. “Entonces a los fondistas se les pone más difícil correr por la selección y les toca optar por carreras de calle”.
El ganador este fin de semana en Costa Rica, Angelo Olivo, es otro atleta venezolano establecido en ese país, al igual que Yáñez lo hizo hace cinco meses. La dos veces olímpica Yolimar Pineda, que también subió al podio en el evento tico, compite en pruebas en Centroamérica para poder mantenerse en el atletismo. Este lunes todavía no lograba reaccionar a la tragedia.
“Esto me ha impactado muchísimo”, reconoce Pineda, a quien le ha tocado atender a la familia de Yáñez en Costa Rica. “Angelo y yo no nos percatamos del accidente sino al final de la carrera, que fue cuando nos trasladamos al hospital para saber de David. Estuvimos pendientes de su condición, pero no nos informaban nada, hasta que por fin nos dieron la noticia”.
En declaraciones a los medios costarricenses, los hermanos de Yáñez, Dennys y Jesús, esperaban respaldo del gobierno venezolano para repatriar su cuerpo. Oviedo asegura que el ministro Pedro Infante se ha comunicado varias veces con él para ofrecer el apoyo del Estado en ese trámite.
En los Bolivarianos de Santa Marta, que se inician el próximo mes, no habrá fondistas venezolanos escapando de la concentración, porque simplemente ninguno estuvo en condiciones deportivas para ser incluido en la delegación.
]]>