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Desenlace de alto riesgo, planificación de mínimo seso

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En el fútbol  venezolano hay un equipo que se llama Petare y no juega en Petare, y otro que se llama La Guaira y tampoco juega en La Guaira. Empezando por ahí. El principal estadio de la capital del país, que está en condiciones lamentables, está metido dentro de una universidad que es patrimonio de la Humanidad. Teóricamente no debería ser tan fácil que un grupito de tirapiedras anduviera UCV adentro por allí como Tobby (el de la Pequeña Lulú) y su pandilla en la casita de madera.

Suena absurdo que se desate la violencia en un Petare-Trujillanos, empezando porque decir afición de Petare es contar los votos de María Bolívar, aunque los testimonios de los presentes apuntan a  facinerosos afectos al Caracas FC, lo que tiene sentido pues se sabe de un pique viejo en Valera. En noviembre hubo un muerto en el fútbol venezolano, en Acarigua. Teóricamente, tomando en cuenta una más que posible coronación de Trujillanos y el traslado de sus aficionados, debió haberse considerado un partido de riesgo. Teóricamente, debió haber un sistema de inteligencia (¿eso existe?) que anticipara posibles incidentes.

Este domingo, en el que hubo un campeón que se coronó sin terminar su partido (¿recuerda usted las peores memorias del baloncesto?) y con algunos jugadores tendidos en el césped para no ahogarse de gas lacrimógeno, pensé en Rafael Esquivel, por supuesto, un presidente de la FVF interesado en preservar un torneo local con un nivel similar a la Copa Navidad de los pitufos. Pero también en las autoridades nacionales y en los cuerpos de seguridad del Estado. Ni la dirigencia del fútbol, ni los enanos del circo (los clubes) ni el Estado han tenido iniciativa para enfrentar el problema. Se pide huella dactilar para comprar Harina Pan en un Abasto Bicentenario, pero los violentos del deporte nacional no han sido identificados ni acorralados.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de conversar con Gustavo Morelli, el jefe de seguridad del fútbol colombiano. La mera existencia de que exista un cargo llamado así ya te dice algo. Cada club, además, tiene un jefe de seguridad responsable de su afición. Por supuesto, la historia en Colombia no es una de 100% éxito en la que la gente va al estadio a jugar a la hora loca y pintarse la carita. De vez en cuando hay incidentes. Es imposible garantizar la erradicación absoluta de la violencia. En España se ha constatado un franco avance en los últimos 15 años, e igual hubo un muerto (lanzado al río) hace dos semanas en las afueras del estadio del Atlético Madrid. Se tomaron medidas. Los decentes siempre son más, aunque hagan menos bulla.

De Morelli me quedé con algunos conceptos: 1. “El barrismo (barras bravas) es un estilo de vida, que nace de la necesidad de pertenencia tribal. La violencia termina en el estado, pero no es allí donde comienza”. 2. “En Colombia se tomó erradicar la violencia como una política de Estado, apoyada desde la presidencia del país, y dirigencia, policía y políticos se arremangaron para trabajar juntos”. 3. “Tenemos un plan piloto para carnetizar e identificar a todos los que asisten a los estadios”. 4. “En Colombia estamos unificando en un proyecto de ley todas las sanciones contra aficionados violentos, como se hizo en Inglaterra, donde cualquier acto mínimo de violencia en un estadio equivale a un delito penal”.

Si quiere tener una visión más completa del problema de la violencia en el fútbol de España y Colombia, le sugiero dos links sabrosos de leer: “Guía rápida sobre ultras: todo lo que necesitas saber”, del periodista Nacho Carretero, en el portal Verne del diario El País de Madrid, y la entrevista a Gustavo Morelli, «Problema de violencia no arranca en el estadio, termina ahí», en el archivo de El Tiempo de Bogotá.

Al mismo tiempo, en Ciudad Gótica… Menudo problema. Una liga mediocre, poco atractiva y pésimo producto de mercadeo, que además ahora tiene incidentes fatales, violencia repelente para las familias y títulos decididos en la mesa y con olor a gas del bueno. No aparece el César que lidere a los simios a una revolución de eficiencia para salvar el negocio y generar una industria exitosa que ofrezca espectáculo y puestos de empleo. ¿Cómo se arregla esto? Empieza por no resignarte.

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