Opinión

El atípico proceso electoral de EE UU 2020

El analista internacional Luis Ernesto Fidhel evalúa los aspectos centrales del evento comicial estadounidense, que llega a término en medio de un contexto anómalo y signado por la incertidumbre. Los elementos que confluyen en este análisis serán determinantes en el resultado electoral de este martes 3 de noviembre

Publicidad
proceso electoral

El presidente estadounidense Donald Trump parecía seguro de ganar la contienda electoral para su reelección por otros cuatro años con base en el mensaje de la recuperación económica. Pero en abril de este año la economía de la primera potencia mundial perdió más de 20 millones puestos de empleo, con lo que la tasa de desocupación se elevó a 14,7 %. El mandatario estuvo tratando de animar a los gobernadores a que reabrieran las economías de sus estados rápidamente, para reducir esos números. Ello, pese a las advertencias de los expertos acerca de que un regreso al trabajo prematuro podría generar una segunda ola de contagios y, por ende, una devastación económica aún mayor.

Covid-19 y la devastación económica

Trump enfiló su molestia contra China desde que la pandemia del coronavirus empezó a afectar a EE UU, acusando al gigante asiático de no presentar cifras reales de muertos. Sugirió que el número de fallecidos era mayor al reportado. Intuyó que la pandemia afectaría su reelección -tenida hasta entonces como casi segura- revirtiéndose las encuestas a favor del candidato demócrata, Joseph Biden.

En entrevista publicada por Reuters, Trump expresaba: «China hará todo lo posible para que pierda esta carrera», refiriéndose al proceso electoral de noviembre. Afirmó que trabajaba para demostrar el papel de China en la crisis y dijo estar esbozando las medidas que se podrían tomar. El gobierno de Pekín usa constantemente las relaciones públicas para defenderse de esos señalamientos, algo que Trump ha calificado como una aviesa campaña mediática.

El jefe de la Casa Blanca anunció en julio el retiro formal de EE UU de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Acusó al organismo de haber encubierto la magnitud de la pandemia. Aseveró igualmente que las posiciones de la organización son muy cercanas a China, país en el que se detectó por primera vez el virus en diciembre del 2019 y al que Trump responsabiliza de su propagación. El candidato Biden dijo que si llega a la Casa Blanca, devolverá al país a la OMS “desde el primer día”.

El presidente estadounidense anunció en octubre que él y la primera dama habían dado positivo por coronavirus. El hecho generó incertidumbre respecto de su liderazgo. La crisis por la pandemia, para la fecha, ocasionaba más de 207.000 estadounidenses fallecidos y una creciente devastación de la economía de ese país.

El voto por correo

A menos de una semana para las elecciones, más de 70 millones de estadounidenses habían depositado su voto de forma anticipada. La cifra representa más de 50 % de todos los que acudieron a las urnas en 2016. Más de 23 millones lo han hecho de forma presencial y más de 46 millones por correo, según datos suministrados por el U.S. Elections Project de la Universidad de Florida.

Los ciudadanos de EE UU se apresuran a votar para evitar la exposición al coronavirus. El enorme volumen de papeletas electorales por correo podría tardar días o semanas en contabilizarse, según los expertos. Eso significa que un ganador podría no ser declarado la noche del 3 de noviembre, cuando cierren las urnas.

Los estados debieron definir si permitían el voto universal por correo, lo que significa que todos los electores reciben de forma automática una papeleta antes de las elecciones. O si adoptaban el sistema de voto en ausencia, en el que el elector tiene que solicitar el voto por correo para poder tener la papeleta en casa.

Trump a la salida de la Casa Blanca

Trump cuestionó la integridad de las elecciones y expresó que sería «inapropiado» tomarse más tiempo para contar las decenas de millones de votos emitidos por correo. Ha sugerido -reiteradamente y sin pruebas- que el aumento en la votación por correo incrementaba el riesgo de fraude.

El mandatario denunció de forma continua que un mayor uso del voto por correo podría llevar a un fraude, y pidió que el sistema judicial federal garantice que el ganador de los comicios sea anunciado horas después de concluida la jornada electoral.

Lo que indican las encuestas

Los sondeos electorales siguen otorgando una clara victoria al candidato demócrata Joseph Biden, con una diferencia de 7,8 puntos sobre el presidente Trump. Esto se considera una tendencia irreversible.

En los estados clave, la distancia es muy corta. Con respecto a los “compromisarios” que integrarían el Colegio Electoral, Biden tendría asegurados 232 y Trump, 125. Estarían por definir 181, según el promedio de encuestas.

En la mayoría de los estados de la Unión Americana, se conoce más o menos de forma segura cuál partido va a ganar. Mientras que en los llamados Swing states, las preferencias hacia un determinado candidato son más complejas. Ello obedece a que no hay una tendencia histórica y estadística clara. También se los conoce como estados en disputa (battleground states) o estados púrpura (purple states).

Trump es claro favorito en 22 estados. Asimismo, se espera que Biden gane con cierta comodidad en otros 20 y en Washington D.C. Las estadísticas dan la victoria a Biden en la mayoría de estados y lo favorecen bastante en los “estados purpura”. No obstante, estos datos suelen ser muy volátiles hasta último momento, como ocurrió en el proceso electoral 2016, protagonizado por Hillary Clinton y Trump.

Biden lidera intención de voto en primarias de Florida. AFP

La expresión «estado púrpura» se debe a la combinación de los colores representativos de ambos partidos (azul-rojo). Entre esos estados decisivos estarían Michigan, Pensilvania, Ohio, Iowa, Wisconsin, Florida, Georgia, Carolina del Norte y Arizona.

De momento, parece clara la victoria de Joe Biden en tres de ellos: Wisconsin, Michigan y Pennsylvania. Son, precisamente, tres de los que se decantaron en 2016 por el Partido Republicano, decretando el triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton.

En las elecciones de 2016, los llamados estados del “cinturón del óxido”: Pensilvania, Ohio, Michigan, Indiana y Wisconsin, fueron todos ganados por Donald Trump. Se asume que los votos de Texas y Florida no se encuentran definidos, en tanto California y New York están seguros para el Partido Demócrata.

Los compañeros de fórmula

En atención a la avanzada edad de los aspirantes presidenciales, se ha comentado sobre la posible sustitución del mandatario en ejercicio durante el próximo período presidencial. Sobre Biden (77 años), se ha hecho mención a manifestaciones de senectud propias de su edad. Con respecto a Trump (74 años), se conjetura sobre si realmente se encuentra totalmente recuperado del coronavirus, o si simplemente ha experimentado una recuperación parcial para terminar la campaña electoral.

Mike Pence, el actual vicepresidente, se declara «cristiano, conservador y republicano, en ese orden». Representa la continuidad y reforzamiento de los valores conservadores del discurso del presidente Trump. Fue miembro de la Cámara de Representantes y su último cargo fue el de gobernador de Indiana.

En el caso de Kamala Harris, esta es actualmente senadora por California y fue fiscal general de ese estado. El 3 de diciembre de 2019, Harris retiró su candidatura por la nominación presidencial demócrata de 2020, por escasez de fondos. Fue la primera “no blanca” en lanzarse a este cargo.

En los debates por la nominación demócrata, protagonizó uno de los más duros interrogatorios a Biden. Lo acusó de trabajar con senadores segregacionistas en la década de 1970. Se le considera una candidata de centroizquierda, en un momento de “cambio progresivo” en el Partido Demócrata, pero moderado frente a los progresistas más vociferantes.

El presidente Trump afirma que con la postulación de Harris como vicepresidenta, el Partido Demócrata se corrió hacia la izquierda radical, abrazando el plan de Bernie Sanders de medicina socializada y billones de dólares en nuevos impuestos.

Kamala Harris. AFP

El debate ideológico

Trump ha radicalizado su discurso conservador y en defensa de los genuinos valores estadounidenses. Ha señalado al candidato Biden como “un instrumento desafortunado de la extrema izquierda”.

En las primarias demócratas, los rivales de Biden lo presentaron como un “centrista” con ideas anticuadas, en comparación con los candidatos más progresistas que participaban en la contienda electoral.

En las primarias, Biden tuvo que hacer frente al rápido ascenso del ala más izquierdista dentro del partido encabezada por el senador Sanders, quien lo acusó de “carecer de la valentía” para enfrentarse a los poderes establecidos -como el financiero de Wall Street- y de no querer impulsar los cambios estructurales que requiere el país.

La congresista Alexandria Ocasio-Cortez, progresista en ascenso, quien hizo campaña por Sanders, reconoció la creciente grieta en el seno de los demócratas al asegurar que «en cualquier otro país sería impensable» que Biden y ella estuviesen «en el mismo partido político». Biden se encargó de reforzar la imagen de pragmático moderado, en contraste con la ambiciosa propuesta de Sanders de implementar un sistema de sanidad universal en EE UU.

El presidente Donald Trump ha afirmado que los demócratas quieren convertir a Estados Unidos en «la Cuba comunista o la Venezuela socialista» si ganan las elecciones. Ha prometido que, «mientras él sea presidente», la nación norteamericana «nunca será un país comunista». El mandatario republicano y su adversario demócrata coincidieron en el estado de Florida. Allí expusieron sus visiones opuestas: el primero se jactó del crecimiento económico y su rival lo acusó de favorecer la propagación del coronavirus.

Posible designación en la Suprema Corte

El presidente Trump designó a la abogada Amy Coney Barrett, jueza conservadora de la Corte Federal de Apelaciones del Séptimo Circuito de EE UU, para suceder como miembro de la Suprema Corte Federal a la difunta juez Ruth Bader Ginsburg. Con esa designación, el presidente ha conseguido arraigar una firme mayoría conservadora en el máximo tribunal.

Hasta la muerte de Ginsburg, la corte mostró un equilibrio ideológico: de sus nueve jueces, cinco habían sido designados por presidentes republicanos y cuatro por presidentes demócratas. El ala «conservadora» quedaría fortalecida, al contar con una mayoría automática de, al menos, cinco magistrados.

El Senado estadounidense, actualmente de mayoría republicana, confirmó el nombramiento de Coney Barrett. De ese modo, quedó con una mayoría conservadora de seis a tres. Los demócratas denunciaron la intención del presidente de llevar adelante una nominación tan fundamental -los jueces son nombrados de por vida- tan cerca de la votación del 3 de noviembre, pero no tenían herramientas para frenarla.

La nueva corte puede tener un papel decisivo en el desenlace de la elección presidencial. Recordemos lo ocurrido en el año 2000 con la disputa entre Al Gore y George W. Bush. Comenzará seguramente a correr a la derecha la jurisprudencia de Estados Unidos. Puede habilitar a los estados a restringir el acceso al aborto o implementar más requisitos para votar; puede desarmar la reforma de salud de Barack Obama , o establecer límites el acceso de los trabajadores, o a las políticas de «acción afirmativa» -conjunto de medidas de igualdad de oportunidades en el empleo que contratistas y subcontratistas federales están legalmente obligados a adoptar-. Estas buscaron reducir la discriminación en empresas, universidades y en el gobierno, y favorecieron a las minorías negra, hispana y asiática, como también la adopción de provisiones legales en relación con el cambio climático.

Ciertas iniciativas reformistas que pudiera promover Biden, si gana los comicios, podrían ser impugnadas e incluso anuladas por esta Suprema Corte de tendencia conservadora.

Publicidad
Publicidad