Opinión

El comercio de la esperanza

Venezuela se ha convertido en el ejemplo gráfico de las consecuencias del comercio político de la esperanza. Tomada, a finales del siglo XX, por la ilusión de la transformación total de su modelo político, económico y social, terminó arruinada y arrasada en los tres primeros lustros del siglo XXI.

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El colapso del modelo de la revolución bolivariana no ha servido, sin embargo, para el aprendizaje y la reflexión de los habitantes de otras geografías. Se repite la frase proverbial “nadie escarmienta en cabeza ajena”. Muy lejos del comportamiento del individuo racional, las masas se tropiezan, una y otra vez, con la misma piedra populista. Es la ironía de Hegel al proclamar que lo único que aprendemos de la historia es que nadie aprende nada de la historia.

Los populismos sintonizan íntimamente con las angustias y las esperanzas de la gente. Simplifican el análisis de la realidad, ofrecen soluciones inoperantes, prometen resultados fabulosos, crean chivos expiatorios y manipulan los sentimientos de las personas. Cuando el engaño termina en inevitable fracaso, ya es, por lo general, demasiado tarde porque los daños son irreversibles y los demagogos ya han desmantelado las instituciones para concentrar bajo su solo puño el poder.

La esperanza tiene dos filos. Uno atraviesa el tiempo para mantenernos en pie y en movimiento. Otro corta la inteligencia para convertirnos en víctimas propiciatorias del fraude. La población española pareciera haberse convertido en una de esas pesarosas víctimas del oportunismo. Habiendo atravesado el período más complicado de la crisis económica y habiendo pagado su pasado titanismo y exceso con mucho sufrimiento, amenaza ahora con abortar la recuperación que tanto esperaba. Luce extraño que expuesto a tantas evidencias sobre los caminos que resultan y los que no, un pueblo escoja el destino que más lo perjudica. Pero es que los demagogos no apelan a la razón sino a la sinrazón, a las emociones y a los aspectos más turbios del psiquismo. El problema, sin embargo, no es la perversidad de los líderes tóxicos y manipuladores que aspiran al poder sino de las masas que están dispuestas a dejarse seducir por ellos. Corea del Sur se desarrolló de manera sostenida porque su pueblo estaba dispuesto a hacer todos los esfuerzos y sacrificios necesarios para alcanzar el bienestar sin caer en atajos y ficciones. Los hispanoamericanos y españoles, sin embargo, tenemos un especial gusto por los comerciantes políticos de la esperanza.

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