Visión Financiera

El despecho del buen pagador

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Venezuela ha sido como esos muchachos de la clase que estudia bastante, se porta bien, quiere a su maestra y siempre saca malas notas.
En los mercados financieros el país es muy castigado y sus bonos de deuda externa son vistos como un negocio de alto riesgo, lo que ocasiona enormes pérdidas para la República y grandes ganancias a los inversionistas que se atreven a invertir en ellos.
Ultimamente la palabra sajona “default” comenzó a sonar con fuerza en los círculos financieros, con infundados temores de que el país no pagara en octubre unos giros por vencer de $5.000 millones de estos bonos.
“Default” significa impago de deuda.
Es como si uno decidiera no cumplir con la tarjeta de crédito y dejar que el banco la bloquee. Usted que vive abriendo un hueco para tapar otro, sabe que hoy todo el mundo necesita una tarjeta, ya sea para tramitar los dólares baratos vendidos por el gobierno o para completar el mercado del mes y los uniformes escolares.
El gobierno simplemente no puede dejar de pagar su deuda, porque ahí se sobrevendría un desastre financiero que olvídate de sabotajes y conspiraciones.
Los bonos de la deuda soberana de la República, o los de Pdvsa, son papeles colocados en los mercados financieros internacionales, con ciertas fechas de vencimiento e intereses entre los más altos del mundo en dólares.
Como tienen largo plazo de vencimiento, unos 10 o 20 años, los negociantes los venden y compran en el mercado secundario. Aquí es donde comienza la segunda del noveno.
Negocios financieros
Cuando estos papeles salieron al mercado tenían marcado un “valor facial”. Por ejemplo 100% pagadero al portador, al vencimiento.
Pero muchos de ellos fueron emitidos a un valor superior al 100% como una forma de cautivar a más inversionistas. También fueron ampliamente usados para negociar dólares en el mercado nacional. Esa era una forma que encontraron familias y empresas para sacar sus capitales al exterior o para hacer mucho dinero.
Si los que tienen esos bonos (bancos de inversión, fondos de pensionados, tesorerías de empresas, particulares) deciden venderlos antes de tiempo lo más seguro es que acepten menos del 100%. Es como si uno cambiara un billete de a 100 por 88 bolívares, por ejemplo.
De hecho esta semana papeles de la República y de Pdvsa (son muchos y con diferentes fechas de vencimiento) lograron recuperarse un poco, después de una semana anterior en la que cayeron con furia por miedo al famoso “default”, cuando muchos propietarios decidieron vender barato y agarrar aunque fuera fallo.
Operadores financieros dijeron que la clave de la recuperación de precios fue que esta vez le creyeron al presidente Nicolás Maduro cuando reafirmó la vocación de buen pagador en el exterior (aunque no dentro del país) que mantiene el gobierno chavista.
“Confirmamos ante el mundo que vamos a seguir cumpliendo, como ha sido en 15 años de revolución, ya tenemos todos los mecanismos listos para el cumplimiento de los compromisos internacionales que tienen su vencimiento en las próximas semanas, hemos revisado y tenemos la capacidad, la fortaleza y así estaba estimado», dijo el hombre.
Viene el lobo, viene el lobo
En octubre vence un bono emitido hace 10 años, el VEN14, y dentro y fuera el país comenzaron las especulaciones. Algunos expertos se preguntaron si un país que tiene evidentes dificultades para importar y distribuir medicinas, repuestos y alimentos puede darse el lujo de pagar $5.000 millones de un solo trancazo de su enorme deuda externa.
Todos los días, en los mercados mundiales se mueven muchos miles de millones de dólares en bonos de decenas de países. Como hay dudas y pesan los criterios políticos, los inversionistas se empeñan en cobrarnos intereses cada vez más altos, sin importar el histórico crediticio.
El viernes pasado, el Indice del Mercado de Bonos de Emergente, EMBI, un promedio de los endeudados pobres, mantuvo a Venezuela en el sólido primer lugar de los más riesgosos del mundo, con una tasa de interés de 12,4%.
Es una ganancia muy superior a lo que pagan los bonos el Tesoro de Estados Unidos, considerados como “libres de riesgo” (entre otras razones porque si Washington dejara de pagar su enorme deuda, se derrumbaría todo el sistema financiero mundial).
En comparación, Argentina cerró la semana en 7% por encima de EEUU, aunque mantiene la raya de haberse declarado en impago en el pasado. Ucrania, bajo una invasión rusa a cuentagotas, es el segundo de mayor riesgo mundial, con 8,91% sobre el Tesoro gringo.
Colombia, que no tiene “las reservas petroleras más grandes del mundo” y a duras penas sale de medio siglo de violencia, logró colocar $1.200 millones en bonos de su petrolera Ecopetrol esta semana, al 4,2%, la tercera parte de lo que le exigen a Pdvsa.
Lo cierto es que a Venezuela cada vez le resulta más caro endeudarse afuera. Esto ocurre en un mal momento de vacas flacas, porque los precios el petróleo han venido cayendo y están en al menos $10 por debajo que hace un año.
Hay otras razones de fondo. Nadie con cuatro dedos de frente duda de este país necesita hacer algo para abatir la inflación que perfora el bolsillo de la gente. También se necesita reducir el enorme déficit fiscal, ese saldo rojo que lleva al gobierno a andar siempre pidiendo prestado para pagar sus cuentas viejas.
También se debe hacer algo para frenar las constantes devaluaciones, eliminar el desorden de tres precios diferentes para los dólares que vende el gobierno, y un mercado paralelo donde los verdes valen 15 veces más que el de 6,30.
Además se debe hacer algo para que Pdvsa deje de trabajar a pérdidas el negocio de la refinación y venta de gasolina. También hay que garantizar las importaciones en un país mal acostumbrado a depender demasiado del extranjero.
Es necesario hacer todo para que la economía crezca, genere más riqueza, pues estamos estancados o para atrás como el cangrejo.
Cuando todas estas cosas se colocan en la balanza, se entiende por qué enroques en ministerios, fiscalizaciones de precios, anuncios repetidos de inversiones atrasadas y compromisos de pago, no bastan para devolver la confianza en la política económica oficial ni en los bonos de este endeudado país.

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