Cultura

El “Día Mundial de los Pobres”

Según el Papa, los pobres son “la riqueza que no se devalúa nunca”. Los pobres no son riqueza, Su Santidad. Todo lo contrario. Que existan pobres en el mundo es una calamidad. Y más calamidad es que lo celebre usted

AP
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Ahora todos los días es el día de algo o de alguien. El 17 de noviembre me enteré que “celebraban” el “Día Mundial de los Pobres” por un tuit del Papa Francisco: “Los pobres nos facilitan el acceso al Cielo. Ya desde ahora son el tesoro de la Iglesia. Nos muestran la riqueza que no se devalúa nunca, la que une la Tierra y el Cielo y por la que verdaderamente vale la pena vivir: el amor”. Como si la pobreza fuera algo digno de celebrar.

¡La pobreza hay que erradicarla! Y eso no es una utopía. Hay países en el mundo donde no hay pobres.

Según el Papa, los pobres son “la riqueza que no se devalúa nunca”. Los pobres no son riqueza, Su Santidad. Todo lo contrario. Que existan pobres en el mundo es una calamidad. Y más calamidad es que lo celebre usted, que es la cabeza de una de las instituciones más ricas de la Tierra. Su prédica es la misma de los comunistas: hipócrita, contradictoria, farsante.

La Iglesia Católica ha pifiado con ese discurso de apología de la pobreza. Y encima, la malinterpretación (me imagino que adrede) de los llamados libros sagrados, donde repiten como un mantra las mismas estupideces desde hace dos mil años: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos (Mateo 19,20-30)”. “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos (Mateo 5, 1-3)”. “Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven y sígueme (Marcos, 10:20)”. “Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo” (Lucas, 14:33).

La historia del camello pasando por el ojo de una aguja ha sido ilustrada con agujas de coser, cuando se sabe que el ojo de la aguja al que se refirió Jesucristo es un tipo de puerta estrecha que todavía hay en Jerusalén, donde un camello pasa, pero con dificultad. Lo de la bienaventuranza es aún peor, porque si la pobreza es mala, los pobres de espíritu son aún peores.

Luis Alberto Machado, que era un católico devoto, repetía que “los pobres son pobres porque no han aprendido a dejar de serlo”. Pero los pobres de espíritu son responsables de su estado. ¿Por qué Jesús no habrá dicho más bien “bienaventurados los ricos de espíritu?”… Y los dos últimos textos que cité no pueden ser más infelices.

A la Iglesia Católica –exceptuando la ortodoxia- le cuesta admitir que el dinero que proviene del trabajo honesto no sólo es bueno, sino deseable. La desvalorización del trabajo es un arma muy peligrosa, utilizada por los populistas a lo largo y ancho del mundo. Verbigracia, el discurso chavista: Somos un país rico, no tienes que trabajar porque el gobierno te dará todo. Lo que tú no tienes, es porque otro te lo quitó.

Todos tenemos –o deberíamos- trabajar para erradicar la pobreza en el mundo. Una persona que está sobreviviendo no puede ni siquiera soñar. Los sueños le están vedados por la pobreza. ¡No me vengan a decir que la pobreza hay que celebrarla! Un tuit en respuesta al del Papa que me pareció genial (hay respuestas contundentemente duras e inteligentes) es de @rolandoarturo1: “¿Y cuando se celebre «el día del rico» le enviamos los regalos al Vaticano o a Argentina?…

La idea de que haya que tener millones de pobres en el mundo para que “nos faciliten el camino al cielo” es una de las cosas más espantosas que he leído últimamente. Entonces, ¿qué o quiénes facilitan el camino al cielo a los pobres? ¡Serán sus sufrimientos, sus carencias y sus necesidades no resueltas!… Y no me vengan a decir que no importa una vida de sufrimiento si luego habrá una eternidad de felicidad, porque eso habla de otra terrible injusticia: la certeza de que hay seres más importantes que otros, más privilegiados que otros, o como decía Orwell en su “Rebelión en la granja”: unos más iguales que otros.

Yo paso, Su Santidad. No tengo nada que celebrar el “Día de los Pobres”. Prefiero seguir educando para cambiar paradigmas y enseñar a mis alumnos a que sean trabajadores, honestos e independientes. Si el Cielo existe, estoy segura de que el mío es un camino mucho más idóneo que el suyo.

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