Venezuela

El extraño conteo a 2016 de Ramón Muchacho

El venerable gañote de Betulio Medina resolvió en tiempo récord los 10 minutos finales de 2015 en la celebración de Año Nuevo en la Plaza Altamira, aunque luego, ya pasadas de largo las 12:00, el alcalde de Chacao puso a correr un cronómetro incomprensible

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En la Plaza Altamira cundía la consternación, al menos entre los que confieren significación a los ritos y miraban nerviosos el reloj: ya eran las 11:50 pm, el DJ de turno alargaba y alargaba los volátiles éxitos del momento y Maracaibo 15 (junto a Néstor Zavarce, la banda sonora oficial de todo 31) no se había montado aún en la tarima frente al obelisco.

No pregunte cómo ocurrió. Sin que su presencia se hubiera materializado todavía en escena, como una voz de ultratumba, se empezó a escuchar el gañote escalofriante y canonizable del maestro Betulio Medina. Se posicionó al frente del conjunto gaitero segundos después, como la encarnación de un espíritu de Navidad. En apenas nueve minutos cronometrados (no pregunte cómo, repetimos), arrancó con “El Cañonazo”, incurrió en bullying al compadre llorón con “Venga un abrazo”, insistió en que los días transcurrieron cada vez más en tropel con “Amigo” y, a pesar de la contradicción encerrada en lo último, todavía tuvo cancha para la chiva, la burra negra, la yegua blanca y una buena suegra antes de que expirara 2015.

Se comprueba la teoría de que, cuando faltan cinco pa’ las doce (o diez, en este caso), el tiempo y su relatividad transcurren en una dimensión paralela, como si viajáramos en una nave espacial a la velocidad de la luz. Betulio Medina cumplió. Lo del alcalde de Chacao, Ramón Muchacho, fue otra cosa. Al jefe de la rumba le faltó momentum.

Sin cronómetros serios

El Año Nuevo en Venezuela, al menos en sus espacios públicos, carece de continuidad. Uno sabe que en Nueva York bajará una bola y que en Río de Janeiro la gente se irá vestida de blanco a Copacabana. En la tarima en la Plaza Altamira faltó un elemento visual crucial para el dramatismo: el contador con minutos y segundos para la llegada de 2016.

Cuando en los celulares ya habían pasado de largo las 12:00 según la hora oficial de Venezuela, Muchacho, acompañado por sus padres llegados desde Maracaibo (como la gaita) y haciendo alusiones festivas al 6-D (“la gente me dice que aquí se siente una felicidad así como si hubiéramos ganado unas elecciones”), tomó el micrófono y entonces se accionó una cuenta regresiva chimba desde 50 que no estaba registrada en segundos, sino en una unidad al menos tres veces más breve (de nuevo las paradojas temporales).

Ya para entonces, al redactor de esta nota le había caído en la garganta una cascada de arroz que, a pesar de la escasez, una muchacha de Petare en vestido rojo llevó en un saco para lanzarle a la gente en la Plaza, de manera similar a cuando te llenan la boca de papelillo en Sabana Grande si te descuidas en Carnaval. Y el tramo adyacente de la avenida Francisco Miranda se había convertido en descampado insurreccional para la pirotecnia pesada, por lo que eran inevitables las remembranzas de febrero de 2014.

Los que vieron la transmisión de VTV desde la Plaza Bolívar, en donde a Francisco Pacheco le correspondió el honor de la bienvenida a 2016 con el “Viva Venezuela”, constataron más o menos lo mismo: la ausencia de un reloj oficial y visible que diera seriedad a la caimanera de conteo de Jorge Rodríguez y su inefable jefe de gobierno, Juan Carlos Dugarte, el funcionario que ha anunciado varias veces la muerte de las colas.

Rockero gozando tambor

Espectáculos insólitos que uno observa un 31 de diciembre en la Plaza Altamira: el melómano rockero Julio César III Venegas tripeando con Tambor Urbano, que se apoderó de la tarima entre 10:00 y 11:00 pm provisto de una auténtica arma atómica comparable con los legendarios misiles de la robot Afrodita: sus tres coristas-guarureras Coconazas con prótesis, bikinito, pareo, turbante santero y casi nada más encima.

“Tambor Urbano me tiene impresionado. Yo no le había parado. Es una maquinaria, parece un carro sin frenos bajando por Tazón. Me parece muy interesante que se hayan actualizado con instrumentos que no son de ese tipo de música, como congas, bajo o guitarra acústica”, disertó el también locutor y abogado Venegas, que explicó su presencia en el lugar: “Tenía unos cuantos años que no venía, pero estoy feliz esta noche. La alcaldía de Chacao tiende un puente con la población a través de la cultura. ¿Entre estar en mi casa o estar aquí? Me quedo con esto mil veces: la plaza pública del barrio de uno, como en todos los países de la civilización”.

Héctor Silvera, de Tambor Urbano, se despidió con una frase para pensar: “Queremos que en 2016 haya reconciliación y una muestra de ello es que estamos nosotros aquí”.

Cristalería fina

No es un mito, se pudo comprobar este 31 de diciembre: hay gente que se instala en la Plaza Altamira con sillas de playa y mesas en la que disponen toda una cena navideña, además de sus más finas copas de champaña. Y no necesariamente son vecinos de Chacao. Fue el caso de Froilán, un señor que se llegó de Guarenas con todo y cristalería de lujo: “Si se rompen las copas, pues se rompieron y ya. De hecho ya se nos quebraron unas cuantas esta noche. Teníamos como tres años sin venir. Nos gusta la gente, el ambiente, la emoción de estar todos juntos aunque no conozcas al de al lado. A 2016 le pido la unión de todos los venezolanos”.

La asistencia no era multitudinaria, como aquellos años en que el ex alcalde ahora preso Leopoldo López lanzaba la casa por la ventana y había transmisión en vivo a través de la vieja Globovisión. Pero para el que venía caminando desde el municipio Libertador, caso de este redactor (aunque parezca mentira, apenas a las 7:30 pm, hasta en el bulevar de Sabana Grande, la ciudad luce más replegada, oscura, peligrosa y solitaria un 31 de diciembre que en cualquier día normal), la aglomeración de renegados, solitarios, outsiders, descastados, guachimanes, enfermeras, motorizados, borrachines, doñas emperifolladas, recogelatas y vendedores informales en la Plaza Altamira se agradecía como una gloriosa ocurrencia.

A las 9:00 pm, cuando sonaba la salsa de El Guajeo de Alfredo Naranjo con la pintoresco participación especial del cómico Carlos Sicilia en la clave, el ambiente no era demasiado bueno: los abnegados Polichacao tenían más trabajo que nunca conminando a salir de la “olla” a todos los perolitos y escarlatas que protagonizaban bailes poco decorosos. Un heladero de EFE se quejaba de la escasa venta en la fría noche: “No importa, yo agarro a ese poco de borrachos cuando estén amanecidos”, planeaba su revancha. Uno no dejaba de pensar que, a esa hora del 31 de diciembre, mientras la gente andaba desarmada en plena rumba, algún magistrado del TSJ se encontraba redactando marramucias en una ponencia sorpresa.

Luego, sin embargo, la Plaza Altamira se fue llenando de los sabores y nostalgias de gente como Yoraima Rondón, una vecina de La Candelaria que montó una cava-mesa plegable con pan de jamón, hallacas, ensalada, torta negra y otras delicias: “Hace 8 años mi hija se fue a España. Entonces para no estar sola en la casa y que me entrara la tristeza, empecé a venir a celebrarlo a lo grande en Altamira o Chacao. Comparto con mucha gente, me consigo a unos cuantos amigos. En 2016 se deben concretar los cambios que comenzaron en 2015. Que haya un cambio de gobierno y bienestar para todos”.

 “Vinimos equipados, hasta con lentejas y champañita”, se vanaglorió una señora llamada Carmen Elena, rodeada por un cambote de parientes. “Es nuestra primera vez aquí. Queríamos hacer algo distinto. Para 2016 queremos que mejore el país y que haya un cambio”. También era el debut de Andreína, que se desplazó desde Guatire: “Lo que más me gusta es la seguridad que hay aquí. Vine con mi familia, queríamos cerrar este año emblemático recibiendo a 2016 en un lugar con el significado de la Plaza Altamira. Deseamos la unión del país y la estabilidad económica, política y social”. 

El comediante Reuben Morales, al que le correspondió el rol de animador, pidió tolerancia cuando la gente respondió con rechiflas a una mención suya al Potro Álvarez. Recomendó mamones pintados de morado como sustitutos de las uvas y pidió que, para 2016, regrese el Festival Internacional de la Orquídea en Maracaibo (cancelado desde 2013) con un nuevo premio, la Orquídea de Harina PAN, todavía más valioso que la Orquídea de Platino. Por cierto, en caso de que decida pasar el próximo 31 de diciembre en un espacio público, planifique cuidadosamente su transporte: será extremadamente difícil conseguir taxi después de las 12:00 y le cobrarán a precio de bachaquero, hasta 1.500 bolívares por una carrera de Chacao al municipio Libertador.

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