De Interés

El fallido exorcismo de Edgar Ramírez

Para el aficionado al cine de terror, que en la cartelera estén juntos un cura y un poseído, es demasiada tentación. Resulta imposible no mirar la sala en la que se proyecta. Es instintivo, como voltear el cuello ante un leggin. Puede que lo que trasluzca sea espantoso, pero igual nos lanzamos en el buceo. Fue esa curiosidad la que nos llevó a Líbranos del Mal. Eso y que en ella actúa Simón Bolívar; Edgar Ramírez para los panas.

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El cine de terror tiene sus códigos. Los subgéneros del terror más. Esto quiere decir que somos cómplices de sus tópicos. Por lo tanto, lo importante no es tanto lo que se cuenta sino el cómo se cuenta. En ese sentido, El Exorcista fue la precursora y la que sentó las bases de las posesiones. Después de ella, muy pocas han conseguido levantar al espectador de su silla. El Exorcismo de Emily Rose, Requiem y El último exorcismo son ensayos disfrutables, aunque fallidos, en relación con su antecesora.

En Líbranos del mal el problema pasa precisamente porque su director, Scott Derrickson, pretende ser original, echando mano, sin embargo, de elementos que ya uno ha visto hasta el cansancio. La combinación de géneros –thriller, acción, suspenso- da al traste con una propuesta barata, de guión risible e incoherente. Aquí tenemos, por ejemplo, el demonio que escapa durante una intervención en Irak, como en La reliquia del mal; la ciudad lúgubre de Seven; la pegajosa canción de rock que advierte el peligro al igual que en Fallen y todas las posesiones –incluida la mujer con el típico camisón blanco y cara marcada- que usted pueda recordar.

Con tamaño híbrido, era imposible que Ramírez saliera bien librado.

Pero el problema no es solo la melcocha. Todo en el filme es inverosímil. Desde las canas de Eric Bana –un policía descreído a pesar de su don celestial- hasta la liberal vida del cura que interpreta Ramírez (fuma, bebe whisky, hace ejercicios y… tira). Vale, que más que un Jesuita parece la reencarnación de Jim Morrison.

Hablando de Morrison, nunca habíamos visto tal desperdicio de derechos de autor. El director tiene la banda sonora de The Doors a su disposición y no solo la subutiliza sino que la destroza. De hecho, terminamos por fastidiarnos de People are Strange .

A medida que la película avanza,  lo chapucero e inexplicable nos obliga a revisar si alguien cambió su imagen en el Whatsapp. O, también, empiezas a preguntarte cosas como (atención, vienen spoilers):

–         ¿Por qué los poseídos parecen secuaces de El Guasón que interpretó Heath Ledger?

–         ¿Por qué ese demonio se encaprichó de matar gente en Nueva York?

–         ¿Por qué Mendoza (Ramírez) exorcisa a uno de los asesinos, pero no a su amiga?

–         ¿Qué diablos tiene que ver un búho de peluche con todo este rollo?

–         ¿Por qué el engendro-maldito-heredero de Satán-malo-malísimo secuestra y esconde a la familia del policía Ralph Sarchie (Bana) en vez de darle matarile de una?

–         ¿Por qué Ramírez aceptó este papel?

Para quienes creen que todo está dicho en materia de posesiones, afortunadamente, hay buenas noticias: The Possession of Michael King. Y por haberte tomado el tiempo de leer esta reseña sobre una película que no debes ver.  Te dejamos con este curioso corto argentino: Deus Irae,

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