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¿El Fin de Siria e Irak?

A la realidad de estas dos naciones es necesario agregar la de Libia, hasta hace poco una de las naciones más estables y prósperas del mundo árabe y de Africa, hoy apenas sin gobierno, tomada por milicias islamistas y facciones armadas de diverso calibre luego de la caída del dictador Moamar Ghadaffi.

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En este momento, desde cierto punto de vista, tal como sostienen observadores y expertos, Siria e Irak son dos naciones que, técnicamente, han dejado de existir. Ingresan a la lista de «estados fallidos» que integran, también, Afganistán, Somalia o Yemen. Esta debacle geopolítica, que tiene su expresión en cruentas guerras civiles, está rompiendo el friso europeo, y configurando, de forma nada indirecta, una compleja tragedia migratoria y humanitaria.

Terminó siendo ésta una de las consecuencias de la denominada “primavera árabe”, que tantas expectativas había generado en el mundo. La brutalidad represiva de los dictadores de estas naciones, su renuencia a escuchar demandas políticas, junto al complejo mosaico étnico y religioso existente, lastimado por la realidad colonial en el cual fueron forjadas, integran los elementos de un cóctel mortífero. Las sociedades árabes siguen teniendo trastornos muy graves; su realidad nacional es inoperante y el resentimiento aumenta. No muy lejos de las puertas de Europa.

A la realidad de estas dos naciones es necesario agregar la de Libia, hasta hace poco una de las naciones más estables y prósperas del mundo árabe y de Africa, hoy apenas sin gobierno, tomada por milicias islamistas y facciones armadas de diverso calibre luego de la caída del dictador Moamar Ghadaffi.

Además de vecinas, Siria e Irak son dos naciones que han integrado el epicentro del panarabismo y que guardan consigo varios de los tesoros culturales e históricos del mundo musulmán. Ambas emergieron de una realidad colonial compleja y, sobre todo en los años 70 y 80, quedaron sumergidas en la experiencia “baazista”: corrientes nacionalistas y socialistas de inspiración panarabista, de fuerte inspiración anticolonial, más laicas que religiosas, que consolidaron, pese a todo, la unidad nacional, y autodenominadas “progresistas”.

Luego de Egipto, han sido históricamente Siria e Irak de las naciones árabes mas influyentes por excelencia en el Medio Oriente. En los tiempos del “nasserismo”, pannacional y antioccidental, incluso nació la breve República Arabe Unida, que confederaba a Egipto y a Siria.

Sobre ésta férula, que tuvo una enorme influencia en el mundo árabe, y que hoy enfrenta una manifiesta decadencia, pudieron, en algún momento, consolidar sus dictaduras, Saddam Hussein, en Irak, y Hafez Al Assad, sustituido luego por hijo Bachar, en Siria. Déspotas nacionalistas corrompidos, que terminaron siendo una especie de mal menor frente a lo actual.

La torpeza militar de Occidente, las crecientes tensiones culturales de la zona, el recalentamiento social que producen los abusos dictatoriales, junto al estancamiento económico y la desesperación ciudadana, crearon las condiciones para una ruptura que parece tener un ámbito binacional, y que, vista a la distancia, plantea un perturbador agujero anarquizado de difícil resolución.

En parte bajo los cimientos de baazismo, pulverizado en Irak luego de la invasión de George W. Bush, han estallado las milicias de ISIS, con sus prácticas medievales, su ánimo de venganza y sus metódicos asesinatos a sangre fría, de cristianos, curdos, chítas, amigos de occidente, neutrales y líderes políticos.

En este momento, el otrora indestructible Bachar Al Assad controla en Siria una franja de territorio costero pegado al Mar Mediterráneo, que apenas incluye a la ciudad de Damasco, y cuya otra ciudad más importante es la asediada Latakia, no muy lejos de la europea isla de Chipre. Al Assad, como el Gobierno de Irak, reciben en este momento una apurada asistencia militar rusa. En total, difícilmente aquello ocupe el 20 por ciento del territorio sirio. El resto del país es una zona de combate donde coexisten anarquizadas milicias islamistas radicales con fuerzas insurrecionales anti Assad.

Siria e Irak comparten una enorme población kurda, una numerosa etnia sin nación presenta también en Turquía, en calidad de minoría frecuente objeto de ataques y combates con las fuerzas bárbaras de ISIS. Los kurdos de Siria subsisten en la región norteña del país.

Además de Sunni y curdo, el sur de Irak es chiíta, y mantiene también mantiene fuego con sus enemigos del Estado Islámico. Esta franja del territorio, azotada con frecuencia en los años del sunita Saddam Hussein, sigue estando dentro de Irak, pero suele observar enormes simetrías con el gobierno Revolucionario e Islámico de Irán, la gran nación chíi del mundo musulmán.

Con Siria e Irak hablamos de dos naciones grandes en el mundo árabe, fundamentales en la agenda del Tercer Mundo, con una tradicional cultural milenaria exquisita, una gastronomía aclamada y ciudades que son Patrimonio de la Humanidad. Están tomadas los las bandas facistoides de Isis, con gobiernos que no controlan sus territorios, con demandas nacionales alternas. Lo que podría ser el tornasol de un agujero negro que se lleve a unos cuantos países y otro tanto de millones de personas de más.

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