De Interés

El Hombre del Año o el Año del Hambre

La revista Time nombró a Donald Trump el Hombre del Año. Se indigna la gente que no entiende el espíritu de la elección: no es un premio al mejor ser humano de 2016, no es el Nobel por una contribución a la humanidad. El Hombre del Año de Time representa las tendencias que definen, para bien y para mal, un período arbitrario de la historia. Trump, según la publicación, sirve de recordatorio de que “la demagogia se alimenta de la desesperación”.

Publicidad
Ancianato Mamera
FOTOGRAFÍA: ANDREA HERNÁNDEZ

Bajo esta norma, le propongo 10 candidatos para el Hombre del Año en Venezuela, sin ningún orden específico.

-Nicolás Maduro: Pero bueno, ¿se lo tengo que repetir otra vez? No se trata de la elección del empleado del mes. Que haya llegado como presidente hasta diciembre ya es un triunfo para el principal responsable de la probable peor crisis de la historia venezolana. Politólogos como Víctor Mijares han ido más allá y sugieren que enfriar a la oposición en la mesa de diálogo representó un éxito rotundo no sólo para Maduro, sino para toda el ala civil del chavismo y líderes como Jorge Rodríguez.

-Henry Ramos Allup: Aunque 2016 termina como Annus Horribilis para la MUD y para una Asamblea Nacional al que el TSJ agarró de sopita, de todos modos logró posicionarse (labia mediante) como un posible futuro presidenciable, algo que parecía descabellado no hace mucho atrás para un adeco étnico de 73 años. Otros posibles postulados de la oposición: su compañero Timoteo Zambrano, eterno sospechoso de Judas y a lo mejor el único que seguirá sentándose con el gobierno en enero, y Lilian Tintori o María Corina Machado, rostros reconocibles del tolete cimarrón que jamás creyó en el diálogo.

-Efraín Antonio y Franqui Francisco Flores: Los sobrinos más famosos desde Hugo, Paco y Luis protagonizaron el megaescándalo del año, que en cualquier país normal habría tenido repercusiones (o al menos le habrían dedicado un titular de portada de un diario tipo Últimas Noticias, al estilo “Usaban la rampita y no para lanzarse en patín”). Aunque en rigor es un caso que se destapó en 2015, igual son dos candidatos de peso por la sentencia que les declaró culpables.

-Las togas sin rostro: Ninguno asoma mucho la cara, ni siquiera la presidenta Gladys Gutiérrez (de perfil más bajo que Luisa Estella Morales), pero como cuerpo colegiado, el TSJ atornilló a Maduro en la silla. Probablemente ni siquiera en 1993 un máximo tribunal del país gravitó tanto sobre la política nacional como en 2016. La elección express de 34 magistrados por la anterior Asamblea Nacional se reveló como una jugarreta magistral que la MUD jamás pudo descifrar. Mención de honor para los jueces regionales que anularon la recolección de firmas del 1% y le quitaron una tarea sucia al TSJ.

-Vladimir Padrino López: Al ministro de Defensa lo nombraron encargado de la Misión Abastecimiento en julio, lo que por supuesto no acabó con el desabastecimiento (aunque nos hizo reír con el general de las caraotas y el general de las toallas sanitarias). En todo caso el vicepresidente Aristóbulo Istúriz (que en enero lucía como un probable candidato para esta elección) quedó como jarrón chino. Su crucial pronunciamiento público del 25 de octubre, luego de la suspensión del revocatorio, le echó espuma de extintor a la más mínima esperanza de que las FANB harían respetar la constitución.

-Baltazar Porras: El arzobispo de Mérida y testigo de primera fila del golpe de Estado de abril de 2002 fue designado nuevo cardenal por el papa Francisco en un 2016. Representó a un clero católico local mucho menos crédulo con el gobierno de Maduro que su contraparte diplomática del Vaticano, insufladora de teorías conspirativas que servirán de inspiración al próximo best seller de Dan Brown, Ocarices y demonios.

-El retrato de Simón Bolívar en el billete de 100 bolívares: Técnicamente no es un ser humano, pero simbolizó la imposición llevada hasta sus extremos más desquiciados de un modelo económico perverso y absurdo, incluso en el contexto de una crisis generalizada en Latinoamérica. Se devaluó hasta perder prácticamente todo su valor e igual resucitó de entre los muertos en la antepenúltima semana de 2016 después de la medida más incomprensible (si cabe) de todas las que tomó o dejó de tomar Maduro.

-Yulimar Rojas: Siempre queda el deporte como redención cuando todo lo demás falla, aunque da la impresión de que ni goles ni batazos le pintaron una carita feliz a los venezolanos. Hay varios candidatos: Deyna Castellanos, José Altuve, la delegación paralímpica que consiguió seis medallas. Probablemente el bronce de Stefany Hernández fue más emotivo y la ciclista es mucho más expresiva y oportuna ante los micrófonos, pero la saltadora Yulimar hizo historia con su plata en Río 2016 y de paso se convirtió en símbolo de la comunidad LGBT.

-Tibisay Lucena: El año termina sin RR (y sin elecciones regionales, no se olvide), un acontecimiento medular cuya responsabilidad histórica, al fin y al cabo, caerá para la eternidad sobre la presidenta del CNE, que apenas compareció ante la complaciente butaca de José Vicente Rangel para justificar una operación morrocoy que murió en un cuajado digno de Poncio Pilatos. Es el rostro que se le puede poner a la desesperanza exoplanetaria con la que se despide 2016. Y si nos atenemos a las últimas ratificaciones de rectoras del CNE por el TSJ (¿otra genial jugarreta decembrina), quizás la de quién sabe cuántos años más.

-El hambre: ¿Qué rostro se le puede poner? El de cualquiera de millones de venezolanos anónimos que rebuscan cada día en la basura. La desnutrición tocó el intercomunicador de la casa de alguno de los periodistas de este portal, de mi propia casa, seguramente la de usted, la de casi todos. La discusión acerca de quién tiene la mayoría, si la oposición, el chavismo o los ni-ni, ha terminado haciéndose irrelevante: la nueva, única y contundente mayoría es la de los que hacen milagros no ya para alimentarse, sino para engañar el estómago. Inquieta imaginar qué modelo de ciudadanía evacuará este festival gastronómico que se está zampando la desesperación. Por eso para mí en Venezuela en 2016 no hay Hombre del Año. Lo que hubo fue Año del Hambre.

Publicidad
Publicidad