Economía

El malestar monetario

Ahora sí es verdad que estamos viviendo la zozobra monetaria que en el pasado nos contaban que experimentaban los habitantes del cono sur. ¿Qué hacer? ¿Para dónde correr? 

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Es la sensación de estar atrapado, con las manos atadas. Quiere visitar a su hermano en fase de cáncer terminal en Houston y la asignación de $700 de la nueva providencia para viajes al exterior no le alcanza para nada. Pero tampoco puede ayudarse comprando la diferencia para el viaje en el mercado paralelo de divisas porque su sueldo tampoco le alcanza.

Ayer sintió un gran malestar cuando su jefe lo invitó a comer al restaurante al lado de la oficina y al mirar de reojo la cuenta vio que el almuerzo había costado Bs. 13.687, más de lo que él gana mensualmente como profesional de la empresa. La pesadumbre apenas comienza. La inflación ha pisado a fondo el acelerador y, ajena a todos los controles y falsos registros de la estadística nacional, ya no deja pasar un día sin hacerse sentir.

Ahora sí es verdad que estamos viviendo la zozobra monetaria que en el pasado nos contaban que experimentaban los habitantes del cono sur. ¿Qué hacer? ¿Para dónde correr? Estamos presos en el laberinto del dinero y la política monetaria. Ya, hoy en día, todos los venezolanos vivimos del rebusque. Trabajamos, únicamente, para sobrevivir.

El dinero no es un objeto material, es el símbolo de un proceso social cuyo valor depende de las virtudes y las vidas humanas que soportan la economía. El valor de una moneda expresa la capacidad productiva de una nación y, como reclamo sobre la sociedad, muestra el potencial generativo y la autonomía de la población. La postración actual del bolívar señala la decadencia de una sociedad dependiente bajo el control del gobierno. Sacar la moneda de las garras de la revolución es, por ende, el primer paso para recuperar la salud monetaria.

En 1944, el defensor de los consumidores Edwin Riegel produjo un manifiesto llamado The Money Freedom Declaration, un tratado sobre la libertad económica. Riegel condenaba el poder del gobierno para controlar la vida de las personas a través su atribución exclusiva para emitir dinero y dictar la política económica. Consideraba que el totalitarismo sería imposible si el gobierno no tuviera el dominio sobre el sistema monetario.

Un dinero coercitivo que depende de la producción estatal destruye el libre emprendimiento y corrompe la vida de los ciudadanos libres para convertirlos en súbditos y esclavos. Es un dinero que inevitablemente se deteriora, pierde poder de compra, promueve una mala asignación de recursos y produce una desigual distribución de la riqueza. Si queremos sentirnos mejor y lograr que nuestro dinero valga algo, tenemos que sustraerlo del control del gobierno.

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