Venezuela

El mango, la nueva dieta del indígena en el Delta Amacuro

Una comunidad indígena dependiente de la pesca y la siembra, no escapa de la transformación sufrida en el país. El desabastecimiento, la escasez, la falta de materia prima, de repuestos, de medicamentos, condicionó la vida como la conocían sus habitantes.

Publicidad
Texto y fotos: Juan Pinto (@yquepinto)

Entrar a la casa indígena Yakariyene en el sector La Paloma, poco antes de Tucupita, no necesita mayor desvío. La Carretera Nacional muestra en uno de sus costados a la comunidad de la etnia Warao. Ellos construyeron de manera provisional este espacio, hace más de 30 años como asilo temporal para descansar cuando traían la pesca que vendían en la vía principal, luego de un largo viaje proveniente de Los Caños, su verdadero hogar en el Delta profundo.

La siembra dejó de ser una posibilidad para subsistir a raíz del acceso al transporte. Un viaje desde Los Caños hasta la vía nacional puede tomar cerca de 8 horas, dependiendo del motor que tenga la embarcación. Al no tener repuestos para los botes, no pueden regresar a sus casas para continuar con la agricultura. Lo mismo ocurre con la pesca.

Foto: Juan Pinto

Setenta y cinco familias hacinadas, rodeadas de extrema falta de higiene y salubridad, son también protagonistas de una crisis alimentaria que cubre el territorio nacional. Acostarse con hambre. Salir de casa sin comer. Pasar un día sin saber qué le vas a dar a tu estómago. Una realidad cada vez más latente en los rincones del país. En el Delta del Orinoco, el menú para subsistir convirtió al mango en el único plato; mango de día y mango de noche.

Foto: Juan Pinto

Foto: Juan Pinto

Las moscas consiguen la tierra soñada en el cementerio de mangos ubicado en la parte de la comunidad que mira hacia el río. Los perros cazan mangos dejados. Los gatos descansan entre conchas de mango. Sin embargo, el fruto no se consigue en los alrededores de la comunidad, deben buscarlo fuera de ella y llevar a sus familias: “eso que ves aquí es comida para un mes”, dice uno de sus habitantes, señalando un tobo cubierto de mangos.

Foto: Juan Pinto

El hambre muestra el impulso más natural: sobrevivir. El jueves 30 de junio, la comunidad decidió trancar la calle con la exigencia de poder tener acceso a la comida. Ningún distribuidor del gobierno había hecho acto de presencia y el hambre tiene un límite. Desde las nueve de la mañana, trancaron la Vía Nacional de Tucupita y en la tarde fueron salvajemente reprimidos, según informaron algunos testigos.

Publicidad
Publicidad