Venezuela

El Ministerio del Interior, el Estado Miranda y la República de Venezuela

El gentilicio nacional, gracias a los chavistas, se ha convertido en una vergüenza. Ni el más patriota de los militantes chavistas se atrevería a plantearle a algún amigo extranjero que visite este país, salvo que cuente para ello con un servicio de escoltas personales.

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Gustavo González López, actual ministro del Interior y de Justicia, afirmaba hace pocos días que el estado Miranda “es el más peligroso del país” y ofrecía a continuación una serie cifras para acusar directamente a su gobernador, Henrique Capriles Radonski, como presunto responsable político de la situación.

Aun cuando se trata de cartuchos con argumentos que vienen repetidos, no deja de producir asombro y se constituir toda una paradoja que, para intentar diluir su responsabilidad ante la ola de violencia que sacude a Venezuela, los representantes del alto gobierno sigan empeñados en hacer señalamientos de carácter detallado. Particularmente si el aludido es un dirigente que lleva adelante la intrincada tarea de ejercer la Oposición política y en el represivo marco legal actual.

Debe saber González, como todo el país, que el ejemplo de Miranda constituye simplemente un capítulo más de la relatoría de la descomposición nacional. Proceso que se ejecuta con enorme rapidez y terrible precisión, en el marco administrativo que ha regentado durante estos años el autodenominado gobierno bolivariano.

El estado Miranda es una anécdota. Ninguna gobernación de Venezuela puede sola con el hampa. El delito se ha extendido, y eso lo tiene que saber el ministro González, a las costas del oriente del país, en cuyas playas se han asaltado temporadistas en masa; a la Isla de Margarita, entidad en la cual asesinan turistas extranjeros; a las zonas del llano, parte de las cuales están controladas por un célebre bandolero que llaman “El Picure”; al eje de Morón, en donde asesinaron a la actriz Mónica Spear; a la región de Guayana, y las zonas mineras; al entorno vial del estado Yaracuy, al alto Apure y al sur del Lago de Maracaibo. A toda Venezuela, ministro.

Gracias a las desastrosas e irresponsables políticas adelantadas por el chavismo, a su lenidad en la tenencia de armas y al trasiego de municiones a manos de la delincuencia; al catastrófico descalabro del régimen penitenciario, a la descomposición institucional que se expresa en el Poder Judicial, a la proliferación masiva de motos, y a una curiosa conducta de carácter dual, que condena la violencia, pero alimenta, organiza y mantiene grupos armados de carácter paramilitar, que obran en la calles para su causa, especialmente cuando hay protestas populares, se ha convertido este, nuestro único país, en una de las naciones más peligrosas, indeseables y hostiles del mundo.

El gentilicio nacional, gracias a los chavistas, se ha convertido en una vergüenza. Ni el más patriota de los militantes chavistas se atrevería a plantearle a algún amigo extranjero que visite este país, salvo que cuente para ello con un servicio de escoltas personales. También a los escoltas los asesinan a cada rato.

No pretendo responsabilizar al actual Ministro del penoso balance que ofrece el actual gobierno en la atención a este problema. El de la seguridad ciudadana es el tema más urgente que tiene que abordar nuestra sociedad, y en mano de los chavitas, que siempre lo han evadido, lo único que ha hecho es agravarse, pero a fin de cuentas estamos hablando de un funcionario que recién asume funciones. Todos deberíamos orar porque tenga algún margen de éxito en su gestión.
Después de la salida del polémico, pero al menos presente, general Rodríguez Torres, el despacho del Interior y de Justicia pasó a manos de Carmen Meléndez, que resultó ser toda una nulidad administrativa, y toda la historia de los cuadrantes y el plan Patria Segura se derrumbó de nuevo como un castillo de naipes. En Venezuela el gobierno propone, pero la que dispone es la delincuencia

Lo cierto, ministro, con todo el respeto que me merece su investidura, es que el balance sobre el estado Miranda es, cuando menos, mezquino. Dígame usted si a las bandas de delincuentes que tienen tomados los caminos de Venezuela de verdad les va a importar que el próximo secuestro o el siguiente asesinato tendrá lugar en los linderos administrativos de un gobernador chavista o uno de oposición.

Quiere decir esto, por ejemplo, que ya no vamos a hablar del estado Carabobo, puesto que ahora no están ahí los Salas, sino Francisco Ameliach. Deberá reconocer usted que el argumento es todo un absurdo. Eso es perderse viendo ramitas y no querer analizar el incendio de todo el bosque.

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