Servant, la serie del director M. Night Shyamalan para Apple Tv + que sorprendió por su brillante uso del suspenso hace dos años, regresa con una segunda temporada que cumple todas las expectativas. Del misterio al descubierto a lo terrorífico en estado puro, la serie es una mirada inédita al mundo del terror
En uno de los capítulos de la serie Servant de M. Night Shyamalan, la cámara va de un lado a otro del lugar como un observador malintencionado. Se detiene frente a un tapiz gigantesco lleno de símbolos misteriosos. Sigue hacia la ventana y al final, enfoca a uno de los personajes. La escena transcurre en silencio, solo roto por el sonido de la calle, los pasos en el piso invisible que el espectador supone hay más allá de la escalera que se distingue al fondo. Todavía no hay indicios si la casa está vacía y se trata de un eco. O si el visitante que no podemos ver en realidad es una amenaza.
Lo que realmente interesa a la cámara, implacable y fría, es la tensión que se acumula en la mujer sentada, en las manos apretadas, en su rostro angustiado. El dolor en ella es palpable, es venenoso, es visible. Pero no sabemos qué lo provoca. Y quizás, es esa disyuntiva, lo que hace de su poder algo más que una simple invitación al misterio.
Hace unos días, la película Piece of a Woman de Kornél Mundruczó causó revuelo en redes sociales y medios especializados, por su retrato descarnado de la muerte neonatal. El tema se muestra poco en la cultura pop y en las ocasiones en que se hace, la percepción de la tragedia suele superar a la historia.
No obstante, en el caso de la primera temporada de Servant, la muerte de un bebé fue solo la puerta abierta hacia un misterio más extraño y desconcertante. El director M. Night Shyamalan supo utilizar su buen instinto para el suspenso y sobre todo, las atmósferas escalofriantes, para crear una historia efectiva. De modo que el duelo y el luto fueron en realidad símbolos de un misterio mucho más profundo, que el guion logró construir a base de pequeños retazos de información y un clima enrarecido.
Para su segunda temporada, Servant mantiene todo su aire de misterio apasionante. Pero agrega un extrañísimo ritmo y toques de humor que dotan a la serie de un aire renovado. Con un argumento sombrío y por momentos incómodo, el programa es una brillante muestra de la capacidad de Shyamalan para comprender el terror como una suma de detalles.
El director y productor apela de nuevos a los espacios claustrofóbicos, la sensación de inminente desastre y la desolación del luto, para narrar un secreto no revelado. O al menos no de inmediato. Uno de los puntos fuertes de esta segunda y sólida temporada, es que Servant mantiene su capacidad para sorprender. Eso, sin desviarse del curso de su narración original. Tampoco de la forma en que Shyamalan recurre a todo tipo de trucos y trampas argumentales para mantener al espectador interesado. Eso, a pesar de revelar muy poco. Para el primer capítulo de esta segunda tanda de tres que Apple Tv + acaba de estrenar, es evidente que lo sea que ocurra en el centro medular de la serie tardará en revelarse.
Por lo pronto, la serie mantiene la atención en la familia Turner, que hace un año perdió a su bebé. El guion vuelve a mostrar la complicada trama en que Dorothy (Lauren Ambrose) sustituye la ausencia de Jericho por una una muñeca Reborn, con la intención de superar el duelo. De pronto, lo que parece un escape catártico a una situación de profundo sufrimiento emocional, se transforma en otra cosa. ¿En qué? La primera temporada no dio demasiados indicios, más allá que Leanne, la tranquila “niñera” contratada para ayudar y sostener a Dorothy en semejante trance, es algo más de lo que parece.
El guion utiliza una estructura ingeniosa para dejar claro que lo sobrenatural, esta vez es mucho más cercano y forma parte de lo que sea que ocurre en la familia Turner. No obstante, Shyamalan no utiliza las convenciones usuales del género del terror. No hay puertas batientes ni ventanas que se abren de forma misteriosa. Mucho menos, sombras o sobresaltos. El terror radica en los silencios. La insinuación que Leanne es alguien — algo — distinto a lo que dice ser. O que el hecho que la muerte de Jericho no fue un hecho fortuito en absoluto.
En Servant nada es casual y todo funciona con una precisión inteligente. La historia ahonda en la irracional convicción de Dorothy que el muñeco ha cobrado vida o que hay algo más que un simple símbolo de luto. De la duplicidad de la conciencia a la locura, la serie avanza con buen pie hacia un estrato complejo sobre la concepción de la realidad. ¿Jericho existió en realidad alguna vez? ¿Fue la pérdida del bebé el detonante de lo que ocurre en la casa Turner? ¿Leanne es el vínculo entre lo desconocido y lo que sea que pasa entre los miembros de la familia?
La serie construye una sucesión de secretos cuidadosos que se enlazan hacia algo más elaborado. También, se sostienen sobre una comprensión más elocuente sobre el miedo y la pérdida. El esposo de Dorothy, Sean (Toby Kebbell) y su hermano Julian (Rupert Grint) tratan de encontrar un punto medio entre los delirios de la mujer y la investigación sobre lo que ocurre en la casa. Mientras tanto, el ambiente se hace más enrarecido y es evidente, que un fenómeno a la sombra está a punto de ocurrir. ¿Cuál?
Servant necesita de un público paciente, pero en especial, uno que sepa apreciar el cuidado con que el equipo de producción dedica tiempo a espesar el suspenso. Poco a poco, Servant juega con una situación insostenible en medio de un ambiente irrespirable. El precioso departamento de los Turner se convierte en un espacio insular, en el que nada ocurre en apariencia. No obstante, Dorothy está convencida que su hijo renació por obra de algún prodigio inexplicable. Y que también desapareció. Y mientras Sean y Julian tratan de comprender qué es real y que no, las respuestas comienzan a mostrarse. No de la manera tradicional en el cine de género y, mucho menos, en medio del ritmo pausado de la serie.
En especial, esta temporada de la serie hace énfasis en el dolor. No sólo el de los padres, sino también en el sufrimiento vivo que provoca el desconcierto y la ausencia de respuestas. Dorothy parece a punto de una crisis existencial monumental, que evita a fuerza de voluntad. Sean se debate entre comprender la naturaleza del fenómeno del que fue testigo y sigue sin creer. Julian intenta entender lo que ocurre entre ambos, pero no lo logra.
La incertidumbre lo es todo en un argumento que basa su mayor peso argumental, en la forma en que analiza las relaciones de los personajes con el pesar y el desconsuelo. Mientras Dorothy llora la desaparición de un niño que jamás existió, Sean rescata al muñeco Jericho de la basura. Le limpia, en un símbolo potente sobre la pérdida y el miedo. Entre ambos, el miedo y la desesperación por la pérdida y la ausencia, lo es todo.
Quizás lo más asombroso de Servant es la manera en que utiliza los detalles para narrar lo desconocido. La cámara va de un lado a otro del departamento de los Turner, repleto de objetos extraños e inclasificables. Todo tiene un significado al parecer oculto: desde el extraño tapiz de la pared a la colección de alfombras de colores y texturas desagradables. Pero si en la anterior temporada se le criticó por exceder la concepción del misterio en favor de la atmósfera, la segunda comienza a dar algunas respuestas. Y sorprende la habilidad del guion para hacerlo, sin romper el delicado equilibrio entre lo que se esconde en las sombras y lo que se muestra, pieza a pieza, en el resplandor incómodo de un cúmulo de revelaciones monstruosas. El mayor éxito de una historia basada en su poder de cautivar sin responder preguntas.
