Venezuela

El partido militar

A Venezuela hoy en día la controla, lo que algunos historiadores venezolanos han dado en llamar el partido militar.

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Para una persona nacida en la era de los gobiernos civiles en Venezuela, con un sistema político estable y vivo, en un país en franco progreso político, social y económico, pensar en las FFAA como partido político era realmente inconcebible. No podía suceder en democracia y menos en Venezuela, donde con todos sus problemas, contábamos con líderes y partidos políticos emergentes. Aún así, no pocas veces escuchamos durante los años 90, en diferentes círculos sociales, la expresión… “aquí lo que hace falta es una cachucha para gobernar este país”; era una manera de denostar de los partidos y de la democracia misma. La ignorancia y la prepotencia terminó por unir en la misma desgracia a quienes no entendíamos el riesgo y a quienes se les hizo realidad el sueño militarista.

A la sazón, quiero transcribir parte de un artículo, publicado hace pocos años por el sociólogo y escritor Tulio Hernández, refiriéndose a la visita que un grupo de amigos le hizo al Dr. Ramón J. Velásquez, unos días después de la intentona del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, y le preguntó sobre lo que acababa de pasar en el país:

  • “–¿Doctor Velásquez, desde su perspectiva personal, qué significado tiene este acontecimiento? Y el maestro, como solía hacer, levantó el dedo índice, movió la cabeza hacia los lados, parecía buscar las ideas en los pulmones y no en el cerebro, aguardó unos segundos y con su voz nasal y su parsimonia clásica nos dijo: –Miren. Se los voy a resumir así: Alguien levantó la tapa del infierno en donde, a fuerza de sufrimiento, cárceles, exilios, torturas y muertes, varias generaciones de venezolanos habíamos logrado encerrar los demonios del militarismo. En ese momento se detuvo. Pasó su vista por cada uno de los presentes que aguardábamos en silencio y como un médico que informa un diagnóstico infeliz, se preguntó: –¿Cuántas décadas les llevará a ustedes volverlos a encerrar?”.

Sin bien a lo largo de los años, en sus libros, conferencias y entrevistas el Dr. Velásquez advertía sobre estos riegos en la democracia venezolana, si no se renovaba el sistema, dimos nuevamente con la misma piedra. Tal vez ni el mismo Dr. Velásquez imaginaba la dimensión de lo que hoy sucede en Venezuela. La pregunta que hizo al grupo, sigue presente, más como un reto que la sociedad venezolana tiene en sus manos, que como una simple curiosidad histórica.

La gran diferencia, es que gracias a las luchas por encerrar al militarismo en el infierno durante 40 años, el venezolano vivió como producto de la democracia toda una era de transformación social y política, convirtiéndolo en un ciudadano que aprendió que la democracia es la capacidad de elegir, debatir, progresar y cambiar. Si bien podemos hablar de la tradición autoritaria que durante buena época de nuestra historia nos acompañó en Venezuela, su retorno en estos últimos años sin duda ha sido muy costoso para el país, pero tal vez ha sido una oportunidad histórica, para un aprendizaje determinante del que es necesario sacar lecciones, especialmente para las nuevas generaciones que veían la democracia como algo que solo dependía del texto constitucional y no del diario accionar del ciudadano, por lo que no había que luchar ni preocuparse.

Hoy estamos ante un partido político armado, que utiliza un argot revolucionario y contradictorio y que absurdamente pretende implantar “una ideología de reemplazo”, como la llama Germán Carrera Damas. Un experimento que siempre ha estado destinado al fracaso, y especialmente hoy en Venezuela, pues pensar en someter a una sociedad formada en una historia de conquistas sociales y políticas, y que ha crecido en torno al ideario democrático, por el que tanto hemos luchado, es un despropósito en sí mismo. Mal podrán someter a todo un país, en un mundo signado por la transformación democrática de la sociedad, cada vez más abierto y libre, en medio de la revolución comunicacional y tecnológica de la que es imposible escapar.

El gran reto que se nos presenta a los venezolanos, está en la transformación de nuestras organizaciones políticas, gremiales y empresariales, para que como movilizadores sociales, puedan orientar al venezolano común hacia la recuperación de los espacios democráticos y la conciencia colectiva de que la democracia, más allá de libertad, es una conquista general que hay que construir y defender día a día, aún en las peores circunstancias.

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