Opinión

El periodismo debe seguir hablando de crisis

El periodismo debe radiografiar a un país en crisis. Radiografiar no es sólo una cuestión numérica. El periodismo debe apelar a sus herramientas propias para narrar, descifrar, contextualizar y explicar

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Hablar de crisis en Venezuela es necesario. Todos los ámbitos de la vida social están en crisis o al borde del colapso. Además tenemos una suerte de crisis macro, ya que envuelve a toda la sociedad, en la que -cual capítulos- una crisis sectorial se va colocando encima de la otra.

En muchas regiones del país están con problemas del gas doméstico desde 2018. La escasez ha tenido picos. Tras la ola de apagones nacionales, en gran parte de Venezuela hay un racionamiento eléctrico de facto, sin cronograma público pero a diario y de varias horas. La crisis eléctrica dejó al desnudo la fragilidad del servicio de agua potable en las grandes ciudades, y este sector desde entonces tampoco se ha recuperado.

El más reciente capítulo es la escasez de gasolina y gasoil (diésel). Esta crisis, la de combustible que justamente desde noviembre parece atenuada, entraña una cruel paradoja. Las personas que hacen gigantescas colas, incluso de varios días en las regiones de Venezuela, para poder surtir combustible, están varados literalmente sobre el territorio que tiene las mayores reservas petroleras del mundo.

La falta de combustible y el subsiguiente mercado negro afecta el transporte de productos, especialmente alimenticios. Y otra paradoja, no pocos venezolanos que compraron plantas eléctricas, para paliar la crisis eléctrica, se han topado con la falta de gasolina y entonces tampoco podían poner a funcionar estos equipos.

Los que compraron cocinillas eléctricas, al menos en el occidente venezolano, por la falta de gas doméstico, fueron alcanzados por la ola de apagones y por tanto tampoco podían cocinar con electricidad. Los pobres buscan leña, la clase media compra carbón vegetal. Parece ser ya la última frontera para la cocción de alimentos.

Y no hemos hablado del colapso en el sistema de salud, la malaria sigue haciendo estragos mientras la mirada está puesta la pandemia de la COVID-19. Se anuncian la llegada de vacunas contra el Coronavirus, pero las vacunas básicas escasean incluso la inmunización contra la fiebre amarilla, cuando se registra un brote de ésta en el oriente.

Se suma una recurrente ausencia del dinero en efectivo, la aparición de comida en los anaqueles, pero a precios inalcanzables, entre otras caras de la crisis que nos envuelve como sociedad.

Desde 2015, según los datos de las agencias especializadas de la ONU, ACNUR y OIM, han huido del país en crisis casi 6 millones de venezolanos. Lo más preocupante es que tras la reapertura de fronteras, según la Agencia de la ONU para los Refugiados unas 1.000 personas están saliendo del país cada día (en este mes de diciembre) sin intenciones de regresar. Esto no es ni puede ser normal.

El colapso que se vive en la vida cotidiana de Venezuela, y la ausencia de un horizonte cierto de cambios en el país, empuja a venezolanos de todos los estratos sociales y de todas las regiones sencillamente a salir, en su mayoría llevando lo que llevan puesto y escasamente una maleta.

El periodismo ante una crisis tan compleja y extendida no puede naturalizarla. El ojo del periodista no puede asumir como normales que haya colas para poner gasolina o que fallezcan venezolanos por falta de medicinas. Eso es noticia.

El periodismo debe radiografiar a un país en crisis.

Y eso significa que no olvidemos que el país sigue en racionamiento eléctrico cuando vamos a dar cuenta de que no hay gasolina. Que hay productos básicos en los mercados que equivalen –uno solo- a todo el salario mensual de un trabajador.

Radiografiar no es sólo una cuestión numérica. El periodismo debe apelar a sus herramientas propias para narrar, descifrar, contextualizar y explicar.

Y en la trama compleja de un país colapsado tejer los lazos para que se entienda porqué cuando se va la luz para muchísimos venezolanos significa quedarse también sin agua potable y sin señal de telefonía móvil.

Naturalizar las cosas, asumir como normales los efectos en la ciudadanía de esta crisis macro y sus diferentes secuelas, sería el peor servicio que le haría el periodismo a Venezuela en esta hora menguada.

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