Opinión

El “re-arreglismo”

Todos a estas alturas en Venezuela conocemos la historia de la rana que se cocina lentamente en agua tibia hasta que muere, en contraposición a la rana que salta cuando la lanzan en la olla de agua hirviendo. Me desesperé cientos de veces al escuchar a tanta gente decir —como si se tratara de una gracia— que “estamos como las ranas en agua tibia”, sabiendo que el final de la historia es el final, precisamente.

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Pero ya no me desesperaré. Ahora lo que tengo es una rabia que no me cabe en el cuerpo. Mi brillante amigo Giuseppe Di Filippo me dio una nueva perspectiva, tan lúcida y reveladora de nuestra idiosincrasia, que la incorporaré en mi próximo libro “Hundidos en el subdesarrollo”: el “re-arreglismo”.

“Supón que mañana nos cortan el agua a todos”, me dijo Giuseppe. “Se armará un escándalo en las redes sociales, será la manera como la gente desahogará su ira. Ante la reacción, el gobierno dirá que habilitará dos duchas en Petare para que la gente se bañe racionadamente una vez por semana. ¿Dos duchas?… ¡¡¿Dos duchas para cinco millones de personas una vez a la semana?!! ¡Nosotros que somos el pueblo más limpio del mundo, el que gasta más en aseo y arreglo personal!…”

Ante la impotencia, no es que nos quedamos como la rana en el agua tibia, sin bañarnos y haciendo cola. Eso lo harán unos cuantos, es verdad. Pero los otros millones, se “re-arreglan”:

“Chamo, yo hablé con un militar que es vecino mío y me dijo que si venía a las tres de la mañana y no me importaba bañarme con agua fría, él me pasaba”…

“Cuando llegues pregunta por el sargento fulano. Si quieres meterte en la cola corta, tienes que bajarte de la mula con cien bolos. Si no quieres hacer cola, son quinientos si no hay mucha gente. Si hay gente, puede llegar a costarte entre mil y mil quinientos. Si quieres agua caliente, son quinientos más”.

“La cuñada de mi hermana es juez y me dijo que me fuera con ella, que aunque no podía pasarme para que la gente que esté en cola no arme un escándalo, uno de sus asistentes lo hará caleteado”.

¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Eso es exactamente lo que hacemos, “re-arreglarnos”! Lo peor es que el re-arreglo siempre tiene que ver con romper las normas, evadir reglas, saltarse a la torera disposiciones. Con corrupción, pues. Y es tan corrupto el que corrompe como el que se deja corromper. Aquí no hay medias tintas, ni gente inocente.

El “re-arreglo” tiene que ver con nuestros atavismos de Tío Conejo, como bien ha apuntado Axel Capriles. Esa viveza criolla de la que tanto nos jactamos, que no es otra cosa que una gran sinvergüenzura, amén de una apología y apoyo irrestricto a la anarquía. ¿Cómo puede funcionar un país en el que cada quien “se las arregla” como mejor puede, quebrantando todos los códigos de conducta que se han hecho justamente para que vivamos en sociedad?

Lo peor es que no hay propósito de enmienda ni ganas de cambiar. No somos ranas siendo cocinadas: somos parte de sistema engranado para que las cosas funcionen como no deberían funcionar. Eso es subdesarrollo. Nuestra tragedia radica en lo cómodos que nos sentimos dentro de él.

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