Opinión

El Viernes Negro al estilo hollywoodense

Un presidente que come tequeños mientras otros toman decisiones trascendentales, un Búfalo arrodillado, Tatiana Capote en bikini y un safari de animales exóticos en Carabobo son algunas de las imágenes con las que se podría explicar didácticamente el 18 de febrero de 1983.

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La película The Big Short (La Gran Apuesta), una de las candidatas al Oscar, cuenta la gran crisis inmobiliaria de 2007 en Estados Unidos a través de la historia de unos cuantos inversionistas estrafalarios que anticiparon la hecatombe y de paréntesis de metáforas financieras que protagonizan celebridades invitadas: Selena Gómez jugando en el casino, la rubia Margott Robbie tomando champaña en el jacuzzi o el chef Anthony Bourdain haciendo rendir el pescado en un sancocho.

Si tuviéramos que explicar el Viernes Negro del 18 de febrero de 1983 de manera didáctica a lo Big Short, ¿a qué personajes extravagantes e imágenes podríamos recurrir? Quizás un presidente que comía tequeños cuando había que tomar decisiones trascendentales. Un rector del Banco Central con aspecto de Hellboy que, aunque era extrañamente autónomo (¿eso existe?) y se opuso a una medida que dispararía la corrupción, ha terminado siendo metido dentro del saco de los responsables en la memoria popular. Quizás Tatiana Capote en todo su esplendor previo a la llegada de la Era de las Explotadas, retratada en bikini por una cámara instantánea Polaroid. Unos maracuchos viajando a Miami en chirrinchera. O una estafa con un millón de Biblias.

“Un golpe a la psique”

En 2016 se cumplen 33 años del día en que se limitó el dólar preferencial a 4,30 bolívares (de los viejos) solo para importación de bienes esenciales y pago de deudas públicas y privadas, mientras al público común se le dejó un dólar libre que escaló a casi el doble de esa tasa. Desde febrero de 1983, la moneda venezolana ha perdido casi 140.000 veces su valor, tomando en cuenta la reconversión de 2008. “El Viernes Negro fue un golpe a la psique del venezolano. En 2016 todo el mundo sabe que no hay divisas y que le debemos a todo el mundo. En 1983 nadie hablaba de eso. Era una Venezuela feliz. Fue una sorpresa”, lo describe el sociólogo Ramón Piñango.

Entre las causas que llevaron al gobierno copeyano de Luis Herrera Campins a decretar la devaluación figuraron el retroceso los precios del petróleo (cuándo no) luego del subidón orgásmico de 1979, un desangramiento literal de capitales hacia el exterior (hasta 120 millones de dólares al día hacia finales de 1982) y la admisión por parte de México de que no podía cancelar su deuda externa (el default de agosto de 1982), que arrastró a toda Latinoamérica.

“El Viernes Negro  fue una enorme maraña de intereses creados. Yo te diría que en esa operación estuvieron representados los más conspicuos intereses de la banca y la alta burguesía venezolana”, cuenta el economista Francisco Faraco, que en 1983 se desempeñaba como asesor del Banco Central de Venezuela. “Tuve en mis manos pagarés suscritos en Panamá por grandes casas comerciales caraqueñas, como los Boulton, el mismo 18 de febrero a las 2:00 pm. Mucha gente en Venezuela simuló una deuda para recibir dólares preferenciales y cambiarlos en el mercado paralelo, a una tasa que le dejaba una gran ganancia. Estaban metidos intereses del Grupo Vollmer y otros consorcios bancarios, de Fedecámaras y de grupos vinculados al entonces ministro de Hacienda, Arturo Sosa. En el BCV presencié también el primer fraude cambiario: la importación de 1 millón de Biblias a 10 dólares cada una, cuando la Biblia es un libro que no se vende”, agrega Faraco.

Qué triste un domingo

Antes de apresurarse a rodar La Gran Apuesta en clave Viernes Negro, hay que pasar necesariamente por clásicos como el sketch de “Ta’Barato” de Radio Rochela y Adiós Miami, la película de tragicomedia que rodó el director venezolano Antonio Llerandi en 1984 y ahora disponible hasta en Youtube: cuenta la historia de Osvaldo Fernández Urbaneja (el recientemente fallecido Gustavo Rodríguez), equivalente al actual enchufado, padre de familia derrochador y con doble moral que cuadra guisos con sus compinches mientras come patilla en un sauna y se levanta a una actriz de televisión (Tatiana Capote, precursora de la tanga encaramada en la cadera y gloriosamente no profanada por el bisturí), a la que se lleva para Miami cuando ya las tarjetas de crédito de los venezolanos ya no son aceptadas en el exterior. Osvaldo se queda varado sin real en Estados Unidos después de que a su compadre lo meten preso en Caracas (“En Venezuela siempre paga el último pendejo, y ahora yo soy el último pendejo”) y, para sobrevivir, termina haciéndose pasar por balsero cubano.

“Adiós Miami” también se llama el himno del Viernes Negro, compuesto por Heriberto Molina y Ricardo Hernández para el grupo Guaco en los años ochenta. “Es la tragicomedia de la Venezuela petrolera desde el punto de vista de la cultura del maracucho”, explica Gustavo Aguado, cantante y director de la Superbanda, un músico que está más empapado de lo que muchos sospechan acerca de temas como los Fondos Buitre, el ascenso en las encuestas de Bernie Sanders, el fracking y el “verguero” (sic) que está ocurriendo en la economía mundial con el enfriamiento del motor chino.

“Es totalmente cierto que, antes del Viernes Negro, hasta las empleadas domésticas viajaban a comprar en Miami. Era una bonanza equívoca. El derroche más grande la historia, una centrífuga de dinero en cantidades apocalípticas que sentíamos que estaba cayendo del cielo. Pero todo lo que sube, baja”, reflexiona Aguado.

 

Herrera, el otro irresoluto

“Más que una imagen así puntual, sé que estaba preparando un guión de una miniserie que se llamó El Boxeador, con Orlando Urdaneta, ahí ya podrían provenir los primeros golpes. Pero sí recuerdo que la gente se quedó como en shock. Fue como el fin del mundo. Dejamos de ser la sociedad del 4,30, ¿Qué mejor imagen que la de Leopoldo Díaz Bruzual, a quien con mucha razón decían El Búfalo? El Búfalo nos llevó por delante ese día”, dice hoy César Miguel Rondón acerca de esa especie de Minotauro de carácter extremadamente temperamental que entonces presidía del Banco Central de Venezuela.

Y sin embargo, curiosamente, en aquel febrero de 1983, Leopoldo Díaz Bruzual es el primer adversario del cambio diferencial que degeneró en la corruptela de Recadi. ¿Cómo juzga la historia, en contraste, al presidente al que le falta poco menos de un año para terminar su período, Luis Herrera Campins (1925-2007), el portugueseño del refrán llanero siempre engatillado en la punta de los labios?

La responsabilidad de Herrera fue la de siempre: no decidir. Dejar que los hechos decidieran por él. Herrera tenía decidido apoyar la tesis del Banco Central: la devaluación lineal. Pero Raimundo y todo el mundo fueron a La Casona a expresar su opinión. El domingo 20 de febrero en la tarde, Leopoldo se le arrodilló para que no cerrara el mercado de cambio: ‘No hagas esa locura’, le pidió. Pero Herrera nunca lo tuvo claro. Una característica de los políticos copeyanos es que repudian la economía”, evalúa Francisco Faraco, que cuenta una anécdota personal: “El Viernes Negro lo viví como una gran confusión y una gran reafirmación. Luis Herrera era un tipo gratísimo, cultísimo, un gran tipo. Pero lo conocí en persona en la noche en que ganó las elecciones y parecía un zombi: se dio cuenta de la enorme responsabilidad que tenía y de su poca capacidad para asumirla. El gobierno de LHC transcurre con un presidente en estado de catatonia. No tomaba ninguna decisión. Las cosas le sobrevenían. Me reafirmé en eso el Viernes Negro: mientras los demás debatían sobre las medidas económicas, Herrera me pidió que nos fuéramos a un rincón a comer tequeños. De febrero de 1983 me confundió que los hombres del sector público se cuadraran con el sector privado en contra de los intereses del Estado. Y no por corruptos. Simplemente por debilidad espiritual. Era más cómodo cuadrarse con el doctor (Pedro) Tinoco que con el Búfalo”.

“Herrera no agarró ni un bolívar, me consta. No te voy a decir que murió en la indigencia, pero sí bastante necesitado. Nadie pone en duda la honestidad de LHC. Pero al mismo tiempo lo consideraban un tipo que no decidía, no gobernaba. En 1983, el gobierno no sabía ni siquiera cuánto debía afuera y a quién le debía: muy poco orden en las finanzas públicas. Todo el mundo estaba enterado de que Vinicio Carrera (ministro de Transporte) se había enriquecido. Le llevaban ese y muchos otros cuentos y Herrera nunca decidió. ‘¿Cómo le voy a hacer eso a fulano?’, respondía. Un buen hombre. Pero para gobernar se necesita algo más que la bondad”, concluye Ramón Piñango.

Las extravagancias del dinero

El profesor del IESA complementa: “Para entender el Viernes Negro, tienes que entender cuál era el clima, el tono del país antes de febrero de 1983. Para mí el gran año de ruptura es 1975. Hasta entonces teníamos un país que venía evolucionando con cierta serenidad. Pero luego le regalamos un barco a un país sin puerto, algo bellísimo como acto poético. Para 1975 yo trabajaba en el departamento de investigación del Ministerio de Educación y recuerdo que un día me exigieron: “Duplica tu presupuesto. ¿No tienes personal calificado? No importa. Si tienes que inventar proyectos, invéntalos’. Hasta el sector privado lanzó proyectos absurdos como el Safari Carabobo. Luis Herrera prometió en campaña un puente hacia Margarita que llegando a la isla se iba a sumergir como túnel transparente para que se contemplaran las ruinas de Cubagua. Eran las extravagancias del dinero. El Metro de Caracas es muy significativo.¿Cuál era el comentario más frecuente de la gente? Uno muy cruel y muy terrible: esto no parece Venezuela”.

El Viernes Negro precede a otras hecatombes de febrero quizás macabramente planificadas para coincidir con aniversarios redondos de 1983: el regreso del control de cambio y la creación de CADIVI en 2003, la simbólica devaluación de 4,30 a 6,30 el 8 de febrero de 2013 con Nicolás Maduro como presidente encargado.

El impacto del Viernes Negro en la gente de a pie fue relativamente pequeño. La inflación de 1983 todavía es baja. La gente viajó mucho más durante el boom petrolero con Hugo Chávez a finales de la década pasada, y ya no a Miami, sino a Pekín. El incentivo más perverso es cuando pones un tipo de cambio de 2,30 bolívares, o el que sea, y luego elevas una muralla china entre ese tipo de cambio y el mercado negro, y penalizas el mercado negro, y ya no se puede hablar de él, pero igual existe. Entonces todo lo que tú pases de aquí para allá tiene el precio de la divisa más el precio del riesgo. El margen de ganancia que se ha generado con el dólar paralelo no lo da ni la cocaína”, destaca Faraco. Otra imagen poderosa para construirse en la mente la película de un Cristo que empieza a padecer en 1983 y 33 años después está pasando por un inimaginable calvario.

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