Opinión

El viernes que juntó a Chespirito y Chataing

Apenas salí de una función de “Fuera del aire” en su primer día en los cines, me llegó un mensaje de texto de mi jefe en el que me enteré de la muerte de Chespirito. No creo que haya sido una señal divina ni que algo que le interese mucho a usted. A mí me sirve para matar dos pájaros de un tiro y hacer algunas comparaciones.

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En “Fuera del aire”, un comediante llamado José Rafael Guzmán afirma que su compañera Jean Mary es “la tipa más talentosa en la escena venezolana de la radio y la televisión” (sic). Un ejemplo de una apreciación subjetiva que puede ser objetivamente desmontada en dos segundos.

De Chespirito no hará falta que yo diga aquí absolutamente nada. No tengo necesidad de buscar en Google si nació en Guanajuato o Iztapalapa en el año del cataplún, si estuvo casado con Doña Florinda o la Chilindrina (de memoria no recuerdo ahora), si le pegaba a los niños o le metía mano a las niñas. Dejó una obra que gravita sola en su universalidad.

No, joven Guzmán. Esas son cosas que uno dice en un documental sobre la gira teatral de despedida del programa de televisión que tenía Luis Chataing en Televen a medianoche (no quiero ni pensar en lo pavosa y perjudicial para los Leones que será la gira de despedida de Bob Abreu). Jean Mary no es la tipa más talentosa de nuestra radio y TV. Es la pata más coja de unos Toros de Aragua publicitados como el Dream Team, que Chataing escogió astutamente para que no le restara brillo y cuyos roles ni siquiera estaban bien definidos.

Yo era uno de los que me burlaba de cómo Venevisión cíclicamente desempolva los capítulos del Chavo en vez de arriesgarse con producción nacional. Y me irritaba ver a mi papá cada vez que llegaba del trabajo y se reía todos los días exactamente igual con los mismos chistes del Chavo. No sé si mi papá es extremadamente inteligente, pero no tengo la menor duda de que es una persona buena, que nunca ha parado de trabajar desde que era un niño hasta los 70 y pico que tiene hoy. Gracias a él, comprendí finalmente que el Chavo no era un programa de televisión, sino una liturgia.

Sentarse ante el Chavo es un acto cuasi sagrado que coloca en perspectiva la efectividad de dos mecanismos con frecuencia despreciados en nuestra cultura de masas: la redundancia y la repetición.

Sin ir muy lejos, ¿no recuerda usted de inmediato la manera en que lloran el Chavo, Kiko y la Chilindrina? Pipipipipipi…. Rrrrrrrrrrrr… ¡Güé! ¡Güé! ¡Güé!…

 “Fuera del aire” es un producto aceptable para el público que tiene cierta posición política y es incondicional de Luis Chataing o de cierta generación emergente de presuntos comediantes que se solazan en sus propias gracias. Los que nos reímos con algunas cosas de Chataing, pero no todas, e intentamos hacer un mínimo esfuerzo por entender qué ocurre dentro de la cabeza de los que reeligen al socialismo del siglo XXI, sufrimos con dos horas a las que les falta mucha, muchísima tijera. Para un chavista ácido, el documental de Chataing será un deleite para el desguace comparable con el video aquel del “Me iría demasiado”. Políticamente, no es mucho más coherente.

Allí usted podrá enterarse de porqué Luis Chataing arrugó con la idea de hacerle una entrevista a Vanessa Davies (“no estamos preparados para eso”, alega), la periodista que en el documental de Héctor Palma y Antonio Martín es tomada de manera facilista como la representación de ese otro país que está completamente ausente en la película, cuando es apenas una integrante del circuito radial que acolcha aquí a Chataing en una zona de confort. Demos la bienvenida  a nuestro invitado de hoy, Chúo Torrealba. Mañana lo tendremos de nuevo.

Y ojo, la tipología del humor que hacía Chespirito no es mejor ni peor que la de Chataing. Cada uno tiene su contexto y juega su papel. La sátira de actualidad y de política es necesaria. Pero “Fuera del aire” no es un producto universal. Escamotea importante información acerca del panorama actual de medios y los mecanismos sutiles que intervienen sobre la libertad de expresión. Su óptica de Venezuela es unidimensional.

Analizado en frío, probablemente Chespirito no era un comediante con amplio rango. Su humor pertenece a la estirpe de los que yo llamaría los “cara de piedra”, los estoicos, que con frecuencia son mis favoritos (del equipo de Chataing, por cierto, rescataría con pinzas a Manuel Silva). Gente que no se celebra a sí misma. En solitario, no sé si era brillante. Sin embargo, supo rodearse de un equipo que representó arquetipos sociales inmediatamente reconocibles. Desmiéntame si su junta de condominio no es una vecindad del Chavo.

Para explicar a Chespirito no hace falta que Carlos Villagrán se babee en un documental: “¡eres un güevo pelao!”, como hace Alex Goncalves con su ex jefe.

Hay un leitmotiv que se usa en “Fuera del aire” y que ilustra los dilemas de la oposición y cierto razonamiento detrás de las protestas que comenzaron el pasado febrero. Chataing dice: “La noticia de hoy es que mi programa desaparece, la de mañana será que millones de venezolanos nos ponemos de acuerdo y hacemos algo” (sic). Propongo que ese “algo” empiece por intentar cada día productos trascendentes, no reconfortarnos en nuestro propio ombligo

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