Crónica

Regreso a clases: a tragar grueso y estirar la plata

Los precios de las nuevas listas escolares, reposición de uniformes y loncheras, junto al aumento de matrículas son la migraña del año escolar 2016/2017. Aunque muchos representantes ya tragaron grueso y cancelaron los montos astronómicos, otros decidieron restringir compras, reusar y reparar. La mayoría de los padres va atrasada con listas y uniformes. La circulación de chivas está activa. El nuevo diseño curricular queda en periodo de prueba, por este año

Texto: Luz Elena Carrascosa | Composición fotográfica: Víctor Amaya
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Si bien el retorno a la dinámica escolar es el oasis soñado para muchos padres, no tener a los niños en casa haciendo otomías tiene su precio. Este año, el gasto de las vacaciones va a caballo con el del regreso a clases: matrículas, morrales, textos y uniformes cuestan tanto como las más económicas vacaciones dentro del país. Ciertas condiciones aplican, por supuesto.

Aunque muchos planteles cuenten con proveedurías para sus estudiantes y organicen ferias para la adquisición de las listas escolares con precios más amigables y para los padres más avispados, otros representantes prefieren resolver el dilema cara a cara con las librerías y tiendas de venta de uniformes.

Por lo general, los colegios diseñan y comienzan a enviar a las casas sus requerimientos en cuanto a textos, papelería y otros, a partir de los primeros días de julio. Este año se atrasaron buscando las mejores alternativas en textos escolares. Inevitablemente el incremento de 176, 2% en la inflación en este primer semestre de 2016 afecta los precios y, en consecuencia, a todo lo que se relaciona con el gasto escolar, honorarios de profesorado y personal administrativo. Normal. Todos comen y todos pagan.

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Caminito de obstáculos

Estos padres de hijos con edades escolares, en pie de guerra, asumen un viacrucis más. Para Mariana, propietaria de una librería en Prados del Este, el nuevo período comienza así: “las listas oscilan entre 50 mil y 65 mil bolívares en instituciones privadas. Básica: 50 mil, Liceo y Preescolar 65 mil”, es decir, dos nuevos sueldos mínimos, sin bono de cestatickets.

Es un caso excepcional que en el local de Mariana estén disponibles casi todos los títulos. En la Librería Nacho, sin embargo, hace tiempo que no venden textos escolares. Y tampoco debe ser negocio porque los textos llegan con un precio marcado y deben ser vendidos por ese mismo monto, amparados bajo un manto anti inflacionario. “Libro que no se vende es libro que queda con ese precio para otros años”, asegura Mariana. Con los cuadernos pasa algo similar. En la visita a Nacho se observó que, aunque ofrecía cuadernos empastados, solo tenía cuadriculados. Dos diseños con carátulas que deben ser el non plus ultra del humor colegial llaman la atención. Uno decía: “profesor, ¿podría repetirme todo desde el principio?” Y el otro: “Ay sí, ay sí, tengo un cuaderno con un meme”. Asimismo, la oferta de colores, materiales de artes y manualidades es bastante limitada.

El tema y principal obstáculo para las librerías es la distribución. Las editoriales más importantes, Santillana, Discolar y Girasol –Terras Editores —siempre se han dedicado a cubrir este mercado— solo distribuyen títulos pedidos por antiguos promotores del área, figura casi extinta. Santillana y Romor aún cuentan con promotores que acuden a los colegios a anunciar los textos escolares para vender y hacer el puente en las librerías. “Por ejemplo, a Las Novedades sé que no les han distribuido textos este año”, apunta Mariana.

El texto de lectura Girasol 1 —para Primer grado— está agotado a nivel nacional. Solo la librería Araira, ubicada en Los Samanes, lo “bachaquea” descaradamente con la compra cómplice de representantes. El libro en cuestión tiene un costo de 3500 bolívares y este establecimiento lo vende fotocopiado en 7 mil. Aparece anunciado en el portal de ventas Mercado Libre por 4450, pero en las respuestas a preguntas los ofertantes avisan que no tienen ni el de primer grado ni de segundo ni de tercero.

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Alba Figuera, mamá de Puerto La Cruz a la espera y al pie de La Escalera, una de las librerías de cabecera para surtir esta demanda en Anzoátegui, comentó que este año le pidieron papel higiénico y jabón anti bacterial, artículos que ya muchos planteles habían solicitado desde el año pasado. “Me he gastado 70 mil bolívares aproximadamente en la lista de útiles y libros, más la matrícula que subió a 31 mil para kínder.” También confesó que está a punto de cerrar el capítulo de la adquisición de útiles porque ya consiguió casi todo, menos Caminito de números, texto mexicano que reclamó apenas cruzó el umbral del local. Agotado. Se vino a Caracas para comprar los útiles. Vaya caminito borrascoso para rastrear textos para un niño de preescolar.

Tampoco había Colacolor, un pegamento con colores. La encargada de la librería, Luisa, una señora peruana muy temperamental y quien no ve la hora de regresarse a Lima, afirmó: “Colacolor es lo más difícil de encontrar”. Y ahí mismo, respondió a otra clienta: “Puntos y trazos mágicos 1 sí tenemos”.

En La Escalera, un establecimiento con más de 50 años en la ciudad, hay unas cajas con títulos escolares que ya salieron de circulación y que el local ofrece a precios de patria, de 30 a 100 bolívares. El imperturbable Algebra de Baldor se vende —sin patria en su ecuación— a 5330 bolívares, y Mi Jardín, silabario “de teta” venezolano, a 1270.

La librería Entrelibros, en Los Palos Grandes, exhibe las tres marcas de colores con mayor presencia en las tiendas del ramo, actualmente. Artesco, Kores y una fabricada en la India, Nataraj. Esta última es la más económica, eco friendly y con el empaque más atractivo. El estuche de 12 colores cuesta 2385 bs. La caja de Kores de 48 colores, 9184 bs.

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Esperando las existencias

Mientras tanto, el otrora emporio textil Ovejita y refugio para madres que saben comprar el algodón más duradero al mejor precio —en su sucursal de Boleíta— ofrece una ínfima gama de uniformes para estudiantes. Los precios van así: chemise blanca, azul o beige, 7199 Bs, pantalón 13999, mono para educación física 11999, franela para educación física 3512, paquete de tres medias blancas 4399. Una curiosidad inexplicable: la chemise roja es 800 Bs más cara que las otras.

Argenis, vendedor muy diligente y conversador, apunta que hace un mes espera por nueva mercancía y que seguro llegará con otros montos. “La mayoría de la gente compró para los colegios en julio, pero en general la venta ha estado muy floja. Yo adelanté los uniformes de mis hijos, cuatro, desde marzo y menos mal que para los libros me dan más tiempo”.

El Tijerazo ofrece muy poco material de papelería, baja existencia de uniformes y un poco más de loncheras, morrales y cartucheras en su sección estudiantil. Las reponedoras restablecen con atraso y tedio algunas loncheras y morrales nuevos y las arriman con una colección que obviamente lleva un tiempo allí, a juzgar por sus precios. Las más económicas, desde 1975 hasta 2157 bs, son loncheras pequeñas para “tapas” o meriendas muy frugales. Los bultos o mochilas, cuya calidad es bastante cuestionable y hasta es posible que no aguanten el julepe dignamente durante el año, van desde los 5800 a 7990 bs.  En cuanto a la incipiente oferta de vestuario colegial, cabe destacar que sus precios son de los más bajos: chemise blanca 4490, chemise azul 3990, falda niña 5990, mono educación física 6690, pantalón niño 11590, bata de laboratorio 5990.

La colección de loncheras y morrales de la tienda General Imports es bastante más costosa pero digna de mencionar. En un top four de los mejores y más caros: uno, el verdadero imbatible deal entre todos es un combo con lonchera y cartuchera incluidos en 25699 bs; dos, un enorme y hermoso de Monster High en 27999 bs; tres, el de Barbie Butterfly con alitas incorporadas en 31999 bs; cuatro, el que seguramente es el sueño de toda niña, favorito personal y el Rolls Royce de los bultos, el de Little Pet Shop. Un carry on monumental para cualquier criaturita en 36999 bs.

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Chivas de uniformes

Muchas mamás restringieron la compra de uniformes a lo básico. Muchos chamos irán al colegio con chivas de hermanos y primos. Karolyn, arquitecto y madre de morochos, ha enseñado a sus hijos el valor de la reparación y chivas. “Maxi es más grande que su hermano Sergio, y los pantalones que dejó le quedan al más pequeño. Eso me permite ahorrar en Sergio porque usa los de Maxi, a quien sí toca comprarle”. Este año sacó algunos pantalones del ruedo. “Los morrales los reparamos en un zapatero de Los Ruices, se cambia el cierre, se intervienen con un parche y quedan perfectos porque cada morral nuevo son 40 palos. Aún quedan pendientes los libros porque en el colegio me dan un tiempito extra para completar la lista.”

Carla, personal administrativo de un plantel y mamá de Samuel y Josué, también goza del privilegio de que su hijo menor herede uniformes y textos del mayor. “El grande ha adelgazado y ha crecido, y de cintura los pantalones están perfectos. Solo tuve que ajustarles los ruedos”. Está agradecida porque el más grande le deja los libros al pequeño, “aunque he tenido que comprar algunos”.

Otras madres no restringieron sus compras, no se la juegan a que sus representados queden “rodilla en tierra” a mitad de año y relatan con asombro el gasto: “un poco más de 100 mil bs. en uniformes para dos liceístas. Me faltaron las batas de laboratorio, me dijeron que me las prestarían, pero creo que voy a terminar comprándolas porque esta es la hora y no las veo aún”, dice Ana, ama de casa y madre de hijos inscritos en el colegio San Ignacio. Totaliza: “Para los dos, 130 mil en matrículas redondeando todo, 100 mil uniformes y 100 mil libros y todavía faltan 3 textos que no hemos conseguido”.

Cuerpo de pobre

Lila, trabajadora doméstica, hace dos años que no sufre con el gasto de uniformes para sus dos hijas, ambas en liceo público. “Sufro con las comidas y con ellas: los novios, los teléfonos y la salidera de noche. El papá a veces ayuda y el año pasado les compró pantalones y camisas. Ellas tienen la misma talla, y las camisas se las pasan entre primas y hasta vecinos. Y menos mal que tenemos cuerpo e´ pobre, amor, somos delgaditas y nos queda todo”.

Ariyuri, profesora de Castellano de un liceo público en Catia, cuenta que el drama de las listas escolares no afecta a los planteles públicos. “En este liceo donde yo trabajo no piden lista escolar porque la Colección Bicentenaria suministra los textos. Así que no tenemos ese problema. Yo pido lo esencial: un cuaderno para cada materia, lápiz, sacapuntas y borrador. Y pido, según el año que me toque, una novela que muy pocos leen”.

Asegura también que todos salen del liceo con Canaimitas y Tablets para ellos y que la asistencia de liceístas fue sostenida durante el año pasado. “Los carajitos van al liceo aunque sea a comer porque el SAE, Sistema de Alimentación Escolar, garantiza los almuerzos”.

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Las quejas de las mamás

El reclamo de siempre ha sido “que por qué el colegio pide algo que no se encuentra en la librería”. El mismo que se le hace al médico que receta antibióticos. Otra queja milenaria es la cantidad de artículos para manualidades en Preescolar. La de este año es el precio de los libros de “enlace” de Santillana para Primaria. Cuestan 6 mil bs. cada uno y piden uno para cada materia.

Ante los reproches, Luisa, la encargada de La Escalera, responde: “las mamás no se quejan, me quejo yo. Muchas editoriales no nos han distribuido este año.”

El currículo

Para Ariyuri, el nuevo diseño curricular es igual al actual, lo único diferente es: la extensión de horas, 44, para una de las opciones de la jornada escolar de Educación Media General; el cambio de nombres, otro cambio más, en las áreas de formación: Arte y Patrimonio, Memoria, Territorio y Ciudadanía y Orientación y Convivencia; y la división de Áreas Comunes y Grupos Estables, que son las teóricas y prácticas, respectivamente. “No todos los liceos tienen los espacios ni el presupuesto para mantener esa jornada de 44 horas semanales. De todos modos, este año solo se probará esa nueva propuesta de horarios y de áreas”.

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