Economía

Sólo para extranjeros: datos para entender la insólita economía venezolana

Si un viajero a bordo de un automóvil compacto repostara siempre el combustible solo en Venezuela, pudiera darle mil veces la vuelta al mundo con tan sólo un dólar. Es que el país caribeño ostenta el triste privilegio de tener todavía la gasolina más barata del mundo, en medio de un feroz colapso de la economía que ha hundido a millones de familias en la pobreza.

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Foto: Fernando Llano / AP

Entender y explicar lo que ocurre con este país americano que fue uno de los más ricos del mundo hasta hace pocas décadas, es una tarea que desafía toda lógica. Es difícil de comprender, especialmente desde el extranjero.

Los precios de la gasolina en Venezuela son tan estúpidamente bajos que para medirlos en dólares hay que calcularlos por tanque de gasolina, no por litros.

Llenar el depósito de un auto compacto familiar, con capacidad para 40 litros, vale a la fecha cuarenta bolívares en gasolina de más bajo octanaje.

A la tasa de cambio promedio vigente en el volátil mercado paralelo hoy, que es unos 3,4 millones de bolívares, se puede llenar el tanque 85.000 veces.

Calculando un recorrido promedio de 500 kilómetros por cada tanque en carretera, estamos hablando de 42,5 millones de kilómetros. Como la circunferencia de la tierra por el Ecuador es de 40.000 kilómetros, llegamos al número de mil vueltas al mundo por un dólar, que abre esta nota.

Es solamente un ejercicio matemático, hipotético, pero sirve para explicar qué tan gratis es la gasolina en Venezuela.

Tan gratis que no hay nada más barato en este petroestado fallido.

De hecho, el billete de Bs 100 que hasta hace apenas año y medio era el de más alta denominación, sólo es aceptado hoy en las bombas de gasolina para pagar el llenado de los tanques.

Los de Bs50, Bs 20, Bs10 y Bs5 sólo han quedado como piezas curiosas, usadas para fabricar rudimentaria artesanía.

Los camiones cisternas de la petrolera estatal Pdvsa que transitan por las carreteras del país tienen una capacidad de 38.000 litros, es decir, el contenido de esos tanques tiene un valor final de mercado de Bs 38.000 para la gasolina de más bajo octanaje.

Un solo huevo de gallina vale más de tres veces lo que carga ese camión.

Cómo lo resume el economista José Toro Hardy:

Lo penoso para el venezolano común es que este dispendio en combustible, que beneficia a los pocos propietarios que todavía tienen vehículos en buenas condiciones para rodar, ocurre en medio de un colapso general del transporte público, algo que se puede constatar en las frecuentes fallas del abarrotado sistema de transporte masivo Metro de Caracas (que también es ahora gratis porque el papel y la tinta de los boletos es más caro que la insignificante tarifa por viaje).

De una manera inexplicable a la lógica, pero entendible por el populismo clásico, el chavismo se niega a aumentar los precios del combustible, y deja de levantar unos valiosos fondos por este concepto que bien pudieran ser usados para mejorar los ruinosos hospitales y las escuelas.

También es evidente el colapso del sistema de transporte en los centenares de autobuses de propiedad privada o del Estado abandonados, herrumbrosos, en ciudades de todo el país, por falta de repuestos importados.

Mientras, cada vez más personas son transportadas a diario en camionetas y camiones de carga, inclusive de los utilizados para trasladar ganado, cerdos y aves a mataderos.

Los mataderos cada vez tienen menos animales que procesar, por una caída vertical en la cría, debido a los controles de precios y al alto costo de los alimentos concentrados, hechos con soja, proteínas y cereales importados.

En consecuencia, los alimentos ricos en proteínas como carne de res, de cerdo, quesos y leche, están fuera del alcance del venezolano común, que debe conformarse con consumir carbohidratos que llenan pero poco alimentan.

Venezuela atraviesa la más dura recesión documentada para un país americano en décadas. Las proyecciones apuntan a otra caída fuerte en 2018 del Producto Interno Bruto (PIB) o suma total de bienes y servicios generada por una economía en un año.

La proyección va desde -18,7% que calcula el banco de inversiones Barclays Capital, hasta el -15% que esperan el Fondo Monetario Internacional y la firma local Ecoanalítica, hasta el 8,5% de la Cepal un organismo de la ONU cuya directiva ha sido en el pasado muy proclive al chavismo.

En cualquier caso la economía venezolana encadena cuatro años seguidos de depresión económica, en los que su tamaño se ha reducido casi a la mitad de lo que era en 2013, cuando asumió la presidencia Nicolás Maduro.

La gran depresión venezolana es evidente en cementerios de fábricas a lo largo del antiguo eje industrial que va de Caracas a Valencia; también se ve en los cierres masivos de locales en los enormes centros comerciales de Caracas y en capitales regionales, en el escaso tráfico en las otrora infernales autopistas y avenidas de Caracas; en la oscuridad casi total en calles y avenidas de todo el país, por el abandono del alumbrado público; en el racionamiento perenne de agua y electricidad en los hogares de cualquier clase social, pero especialmente de las más pobres.

-Sal y agua-

Otra de las constataciones que más sorprenden sobre la situación del venezolano común es el salario. En términos de economistas, el “factor trabajo” perdió todo valor en Venezuela hoy y a nadie le alcanza un único sueldo –por muy alto que sea- para comprar toda la comida cotidiana y alimentar a una familia.

Con el más reciente aumento salarial decretado por Maduro (cada vez son más frecuentes estos anuncios) el sueldo básico integral llega a Bs 5.196.000 por mes. Esto incluye el sueldo mínimo y los bonos para comida que constituyen el 75% del ingreso de un trabajador, sin impacto en las prestaciones sociales.

Pero un solo kilo de carne de res vale lo mismo que un mes de trabajo, y eso que Venezuela llegó a poseer uno de los hatos ganaderos más importantes de la región y todavía tiene cientos de miles de hectáreas de pastos naturales sin utilizar, especialmente en haciendas confiscadas por el gobierno.

A la mejor tasa oficial, la de Bs 115.000 por dólar, esto significa que el salario mínimo en Venezuela, con todos sus añadidos, es hoy de sólo 45 dólares por mes, cerca de 1,5 por día.

Ese salario básico lo percibe un tercio de la población asalariada formal y es también el salario promedio nacional, según cálculos de economistas. Lo cual significa que al menos 10 millones de venezolanos asalariados (un tercio de la población total) están directamente por debajo de la línea de pobreza extrema de referencia mundial.

Pero el salario es tan insignificante en Venezuela que no sirve de nada medirlo en dólares para compararlo con el de otro país, hay que tomar en cuenta otros factores: por ejemplo cuantos días hay que trabajar para pagar un almuerzo sentado en un restaurante barato de paso para cuatro personas: dos meses a salario mínimo.

Una de las explicaciones de esta tragedia es que cada vez más importaciones básicas se hacen a la tasa del mercado paralelo, hoy en un promedio de 3,4 millones de bolívares por dólar.

Es que con la quiebra de la petrolera estatal Pdvsa y el derrumbe vertical de la producción de crudo en un tercio en apenas tres años, ya no hay suficientes ingresos en divisas.

El petróleo provee cerca de 97 de cada 100 dólares por exportaciones que ingresan al país.

Esto significa que el salario mínimo en realidad equivale a 1,5 dólares por mes, si se toma como referencia esa tasa promedio del mercado paralelo, que sirve de referencia para la fijación de la estructura de precios en toda la economía.

Los ingresos oficiales de divisas están en niveles mínimos históricos por el derrumbe en más de un tercio de la producción petrolera, por lo que el dólar a tasa oficial no tiene gran impacto en la economía real ni en los precios finales.

Hay otro dólar oficial, que esta semana está en Bs 2.500.000, y es fijado por el gobierno para quien reciba divisas desde el exterior, en forma de remesas de alguno de los cientos de miles de venezolanos que abandonaron el país empujados por el descalabro de la economía y de las condiciones sociales.

Medido a esa tasa oficial de referencia, el salario mínimo con todos sus añadidos es esta semana de dos dólares ($2) ¡por mes!

La realidad del tipo de cambio se refleja en los precios, pues el país importaba casi todo, desde el alimento para los pollos, hasta repuestos para vehículos. Ahora ha dejado de importar no porque haya sustitutos internos, sino porque no hay divisas.

De este modo un kilo de café (en buena parte importado por la asfixia de la producción local y la confiscación de torrefactoras privadas) ya vale Bs 20 millones, es decir cuatro meses de salario mínimo a ocho horas diarias; un empaque de tres docenas de huevos vale casi tres semanas trabajo, un kilo de azúcar casi una semana de trabajo y para un kilo de la pasta más barata hacen falta seis días de sudar la frente.

-¿Cómo entonces?

La pregunta que se hacen los extranjeros es cómo comen los venezolanos en medio de esta espantosa realidad.

“Comer menos, pasar hambre. La distancia entre el salario mínimo y la canasta alimentaria es cada vez más grande”, dice el activista sindical Froilán Barrios, secretario general del Movimiento Laborista.

“Lo que funciona en cada familia es un pote familiar para subsistir”, señala.

En efecto, las ollas comunes, los intercambios de productos, las visitas para comer se han vuelto una valiosa muleta en un país donde la solidaridad es un valor fundamental en medio de una tragedia social sin precedentes.

El salario ha perdido su valor a tal punto que por ejemplo las empleadas domésticas en realidad laboran por comida, pues la parte que reciben en salario no les alcanzaría ni para pagar una empanada y un café en una panadería.

Algunos gremios, como el de las enfermeras, denuncian que el salario no les alcanza ni para desplazarse hasta los hospitales, y han iniciado una  huelga que ha sido seguida por  otras organizaciones.

Apoyado en datos expresados por funcionarios del gobierno, Barrios calcula que en Venezuela unos 7,6 millones de trabajadores y 3,5 mil jubilados reciben ese salario mínimo inútil.

Cerca de un 11% de la población recibe remesas en dinero y paquetes de alimentos enviados desde el exterior, una buena parte (75% también según encuestadoras como Datanálisis) consigue las cajas de alimentos racionados por el gobierno y que llegan cada dos o tres semanas, básicamente cargadas de carbohidratos.

La mayoría tiene dos o tres trabajos; buena parte intenta revender alguna cosa (las prenditas de oro a las que eran tan afectas las venezolanas son rematadas en el mercado secundario para comprar comida o reunir para pasajes al exterior); muebles, repuestos y hasta ropa usada.

En realidad hay también una explicación más brutal: el hambre es lo único que prospera en Venezuela. La mayoría de las personas comunes se salta una y hasta dos comidas. (Según la encuesta Encovi levantada por las tres universidades más prestigiosas del país, el venezolano promedio ha perdido nueve kilos de forma involuntaria en el último año).

Organizaciones no gubernamentales como Cáritas advierten que aumenta la desnutrición infantil, que hay un déficit enorme de proteínas en la alimentación en general mientras crece el ausentismo en las escuelas.

-Dinero que no vale-

Un visitante extranjero en Venezuela tendría de cara una primera constatación: el bolívar, la moneda local no sirve casi para nada (tal vez solo para comprar gasolina) hasta tal punto que no hay efectivo y la vasta mayoría de las transacciones comerciales se hacen con transferencias bancarias.

Si un turista no tiene un amigo que le proporcione una tarjeta local, simplemente no podrá ni subirse a un taxi.

Como el gobierno no puede reponer los billetes al mismo ritmo que los devora la inflación, el efectivo también escasea y se compra y se vende en el mercado negro por hasta tres veces su valor facial.

El billete de más alta denominación ahora en circulación es el de cien mil bolívares, pero hacen falta 10 de ellos para pagar un simple café en la barra de una panadería, o al menos 50 para pagar un taxi al aeropuerto que sirve a Caracas.

En definitiva hay un rezago enorme entre la espantosa hiperinflación -que se proyecta por encima del 100.000 por ciento este año, si sigue el ritmo del primer cuatrimestre- y la capacidad de toda la economía para adaptarse a ese ritmo de los precios.

Por ejemplo, en Venezuela nadie ni nada está asegurado en bolívares, de modo que básicamente todos dependen del azar, o si son creyentes, de la Providencia.

Un seguro médico básico de una compañía local cubre el equivalente Bs 3.000.000, eso no alcanza ni para el taxi que traslade un enfermo al hospital.

En un año, casi todos los seguros de vehículos también se volvieron inútiles: el de un automóvil compacto familiar del año 2010 hace un año estaba en unos 30 millones, hoy esa cifra no alcanza ni para comprar dos litros de aceite sintético de motor.

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