Economía

Día del Economista: El duro reto de analizar la economía de Venezuela

En la economía distorsionada actual, el rol de los economistas se ha confundido con el de un adivino. Basados en escasos datos, pocos de ellos oficiales, ofrecen su visión de la realidad buscando sosegar la incertidumbre. Este trabajo es cada vez más difícil. Hoy, a propósito del Día del Economista, tres de ellos responden por qué.

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Este martes se cumplen 77 años de la fundación de la Escuela Libre de Economía, el primer acercamiento en Venezuela a los estudios formales sobre el tema, promovido por Arturo Uslar Pietri y los profesores J.J. Gonzáez Gorrondona, Tito Gutiérrez Alfaro y José Manuel Hernández Ron.

Mucho ha cambiado desde entonces. Esta profesión, aún joven en Venezuela, ha tenido que ajustarse a los vaivenes de las decisiones políticas y los movimientos sociales sin dejar de mirar afuera ni dejar pasar ningún instante de la transformación de una economía mundial cada vez más globalizada.

Pero los problemas no siempre son tan distintos. Señala el economista Alexander Guerrero que el análisis económico en Venezuela ha estado marcado desde hace muchos años por la calidad de los datos y la ausencia de cifras oficiales trimestrales que permitan analizar la coyuntura económica nacional.

«Ese es un fenómeno que se arrastra desde hace varias décadas, cierta flojera institucional exhiben las instituciones a cargo de la producción de data económica, el Banco Central de Venezuela y el Instituto Nacional de Estadística», dijo a El Estímulo.

Para él, esto constituye una violación al derecho de estar informado. «El gobierno pretende esconder la hiperinflación, el enorme déficit fiscal y la posición de las finanzas públicas y, con ello mutilar el análisis económico y esconder ante los organismos internacionales el estado real de la economía nacional», sostuvo.

Señala Anabella Abadi, economista e investigadora de ODH Grupo Consultor, que este ocultamiento de cifras es uno de los principales retos que enfrentan los economistas a la hora de hacer su trabajo. «Es muy difícil determinar la magnitud de la enfermedad económica venezolana, si no tenemos los resultados de sus exámenes de sangre. Así que debemos estar pendientes de cada pequeña pieza de información que llega a nuestras manos para tratar de armar un rompecabezas más o menos claro. Vale decir, esto implica que el margen de error aumenta cada día que pasa, por lo que los economistas debemos ser particularmente concienzudos», declaró.

No obstante, para el economista Luis Oliveros asumir este desafío también requiere de otros compromisos. «Ser economista en el país campeón mundial de las distorsiones, de los incentivos negativos, de las violaciones a la teoría económica y del secuestro de las cifras macro no solo es un enorme reto sino también una gran responsabilidad», expresó.

En este proceso es necesario que también se entienda que en esta carrera la premonición no es una de las asignaturas. «Todo economista debe saber algo de matemáticas, estadísticas, historia y política, además es recomendable ser humilde, respetuoso, preocuparse por lo social y entender que la profesión no fue creada para proveer poderes de predicción del futuro, sino para brindar las herramientas necesarias para estudiar los fenómenos económicos», añadió Oliveros.

«Podemos hablar de tendencias, pero no es un concurso respecto a quien ‘pega’ el estimado. Recuerdo que cuando empezaron a hablar del control de cambio entre enero y febrero de 2003 (estaba en 5to año del colegio y no entendía sus implicaciones), mis papás (ambos economistas) hablaban de que el dólar iba a subir y llegaría a X  cantidad de bolívares. Si bien no recuerdo el monto, días después la ‘pegaron’ y quedé impactada. Pensé: «cuando estudie economía voy a saber como ‘pegarla'». Luego me di cuenta de que ese no es el meollo del asunto. Lo importante es desarrollar la capacidad de interpretar datos, hacer diagnósticos e identificar tendencias. Es decir, tener el conocimiento y las herramientas para poder leer un mapa y eventualmente dar pistas del rumbo que conviene seguir», relató Abadi.

Pero no es tan sencillo cuando no solo se enfrenta a la desaprobación del gobierno sino también a la de los propios colegas. Guerrero da testimonio de esto. «Cuando hice mis pronósticos (sobre la inflación) y los publique en mi página web y en distintos medios, muchos colegas de modo indirecto preguntaban que dónde estaban los ceros de mi hiperinflación (…). Por lo demás ya teníamos otros co-indicadores de la hiperinflación, una contracción económica demoledora, colas, control de precios, pérdida de poder de compra del bolívar, y preferencia de la gente de acumular bienes y no dinero, ya que este se deprecia diariamente y lo que compra esta semana no lo podía comprar la semana siguiente», explicó.

Hoy en día, la hiperinflación es un concepto que ya forma parte, sin el mismo pudor, de los escenarios de diversos analistas, tanto nacionales como internacionales. Pero para Oliveros, estas discrepancias conforman uno de los elementos más ricos de su carrera: «La primera ley en la profesión: por cada economista, hay otro con una visión opuesta».  Disfruta de la profesión la oportunidad de discutir con personas a quienes admira y respeta, y su capacidad de mostrar una manera interesante de pensar y afrontar la vida.

Sin embargo, de nada sirve contar con estas herramientas si no pueden ser transmitidas y ajustadas a una realidad que no solo es económica. Abadi se refirió a este punto al recordar que la economía es una ciencia social, por lo que «lo social» y «lo político» deben considerarse al momento de hablar de viabilidad en la aplicación de las políticas.

«El gran reto es que los números y planes cuadren no sólo en papel, sino también en una realidad social con alta polarización política», manifestó.

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