Opinión

Emma

El coach Ricardo Adrianza habla del nacimiento de su nieta y enseña a enfocar esa experiencia positiva en todos los aspectos de la vida diaria

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emma

La llegada al mundo de un nieto siempre nos deja un mar de emociones difíciles de explicar. Cada nacimiento nos regala sensaciones nuevas, diferentes, que nos sumergen en un estado profundo de tranquilidad y nos despelleja el corazón de una forma irracional, afortunadamente para bien.

No puede ser de otra manera, cuando un alma pura ingresa a tu vida de la forma más expedita y confirma, de hecho, aquel dicho que dice que el amor es ciego, pues nace desde el mismo momento del anuncio del nacimiento.

Mi nieta, Emma, llegó al mundo el lunes 25 de octubre en San Juan, Puerto Rico. He tenido la fortuna de la coincidencia de estar en la isla para recibirla y más aun, disfrutar su último mes de gestación.

Le hablaba y acariciaba a diario como si se tratase de un código particular entre los dos, con la esperanza de que cuando naciera pudiera reconocerme.

Se hizo esperar. A pesar de que su madre –mi hija Patricia– se despidió muy temprano de mi dejándome el encargo de cuidar a mi nieto mayor, se apareció en el mundo a las 2.28 pm.

Emma
Foto Pixabay / Pexels

Debo decirles que concentrarme a plenitud en el trabajo –en medio de la emoción que me producía su inminente llegada– fue tarea difícil, pero necesaria por las múltiples reuniones que estaban previstas en la dinámica del trabajo. Aun así, intenté ignorar el chat de Familia y esperé pacientemente la noticia.

¡Y la noticia llegó! Su primera foto, sorpresivamente, mostraba su diminuto rostro con los ojitos abiertos, como buscando el encuentro con quienes le hablamos a diario y agregaría, con un aire de seguridad que presagia la intensidad de su carácter.

Hay un dicho que expresa que “los nietos son la recompensa que Dios nos tiene cuando llegamos a viejo”. Si esto es cierto, les puedo asegurar que no hay mejor recompensa. En mi experiencia –con Emma sumo tres nietos– la llegada de un nieto te hace mejor persona, y si no eres una de ellas, te obliga a serlo.

Foto de Dominika Roseclay en Pexels

La llegada de cada uno han sido experiencias increíbles que suman ganas y años a mi existencia. Han sido el mejor remedio para los insomnios y un antídoto letal para enfrentar los fantasmas y baches que nos presenta la vida.

La U de la felicidad

Ahora bien, aunque me encantaría describirles cada uno de mis encuentros con la pequeña Emma, el sentido de este artículo es referirme a la necesidad de trasladar esa sensación abrumadoramente positiva a nuestro quehacer diario.

La U de la felicidad, a cuyo concepto me he referido en artículos anteriores, nos dibuja las fases de la vida y los momentos en que como seres humanos somos más felices.

La línea vertical de la derecha supone nuestro tránsito de los 65 años en adelante, momento en que, según estudios, somos más felices. ¿Por qué? Pues en ese tiempo somos más conscientes de lo que hemos logrado y menos dependiente de las expectativas. Así de simple. De allí mi postura en abrazar los momentos maravillosos que nos aporta la existencia cada día.

El nacimiento de mi chiquitica, Emma, es el mejor aliciente para ubicarme en esa línea vertical a pesar de no contar aún con la citada edad.

Emma
Foto Büşranur Aydın / Pexels

Insistir en valorar con mayor profundidad los momentos bonitos e importantes y entregamos sin disimulo a todas las sensaciones que nos reporta cualquier evento, es imperativo. Por ello, mi propuesta –reiterada en infinidad de ocasiones– de tomar este enunciado como bandera para caminar los senderos de la vida y vivir felices. Nacimos para serlo, con todas las imperfecciones y aprendizajes que nos encontramos en ese mismo camino.

Con los años, nos damos cuenta de que un abrazo, una carta o unas palabras sinceras valen más que regalos ostentosos. Con los años, también vamos evolucionando con la misma velocidad que nos regalan los momentos vividos.

Por ello, lo que me encantaría dejarles en este relato es precisamente que valoren cada momento como si fuera el último.

Que vivan cada instante con la pasión infinita que nos entrega la juventud, pero con la sindéresis que solo la edad avanzada brinda. En definitiva, construir tu vida de la mejor manera para que de esa forma sea recordada.

Respetar y valorar lo que sentimos es una premisa que debe encabezar nuestra lista de acciones, pues lo único que nos acompañará en el ocaso de nuestra existencia son los recuerdos de aquellos momentos felices que hemos disfrutado con todos aquellos que formaron parte de ella.

Emma, mi chiquitica, mi deseo para ti: ¡que seas muy feliz!

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