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En las manos de Dudamel

Modestia aparte, en 2011 teníamos un verdadero trabuco en el staff de comentaristas de fútbol en Directv Sports Venezuela. Daniel Chapela, Bruno Gómez, Walter Roque y Rafael Dudamel marcaban la pauta de las transmisiones en cuanto a la calidad del análisis del juego en cada partido del fútbol nacional o de la Selección de Venezuela. 

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Me he declarado públicamente un admirador del trabajo de los cuatro, pero rayo con un marcador fluorescente el nombre del ex arquero internacional por su particularidad: pocos futbolistas tienen la capacidad de interpretar el fútbol como él y alearlo a la didáctica para transmitir su razonamiento a cualquiera, dándose a entender fácilmente. Una habilidad de pocos, que generalmente se adquiere con el estudio en el aula y la experiencia, pero que es innata en él. Su verbo, su léxico y su elocuencia, es envidiable.

Esa admiración que le tengo por su trabajo detrás del micrófono se expande a otros ámbitos. No me extenderé en recordar lo que hizo como jugador activo porque sería redundante. Se hizo un nombre cuando el futbolista venezolano no registraba sus datos en clubes fuera de las fronteras nacionales. América entera se rindió a sus pies cuando alcanzó la final de la Copa Libertadores con el Deportivo Cali y aún lo idolatra. Lo pude comprobar cuando, en ocasión del choque Colombia – Venezuela por las eliminatorias al Mundial de Brasil, pisamos juntos suelo neogranadino para la transmisión televisiva.

Era difícil caminar por el aeropuerto de El Dorado sin que nos detuviéramos a esperar a Dudamel. Todos querían darle la mano, sacarse una foto con él, saludarlo, darle las gracias por lo que hizo con las camisetas que defendió en ese país. “San Rafael”, lo llamaban.

Durante la cena en una noche barranquillera, un osado se acercó a nuestra mesa para, casi con lágrimas en los ojos, agradecerle por ser uno de los pilares de aquel Cali inolvidable de Yepes, de Bedoya, de Candelo, de Bonilla. Jamás vi tanta admiración colectiva por un deportista venezolano allende nuestras fronteras.

Sin desviarme en el halago, Dudamel ha sabido administrar sus capacidades para mantenerse hoy con la misma relevancia en la carrera de director técnico. Solo César Farías y él han logrado las hazañas más importantes del balompié venezolano de llevar a sus selecciones a un Mundial. Revolucionó los esquemas tácticos tradicionales de la Vinotinto y con un osado 3-5-2 se metió en la Copa del Mundo de Emiratos Árabes en 2013.

Recientemente, con el Lara más modesto de los últimos años en cuanto a plantilla se refiere, llegó a una final de Copa Venezuela y trascendió hasta los Cuartos de Final del Torneo Adecuación. Un mérito tremendo que no ha sido cubierto por el centimetraje mediático que debería tener.

El éxito de Rafa tiene mucho que ver por su tino al identificar con quién rodearse. Su cuerpo técnico cuenta con la sapiencia de un denotado entrenador mundialista como Alí Cañas y el trabajo de la adecuación física de otro Cañas, Joseph. Es alumno aventajado de técnicos del calibre de Richard Páez, José Omar Pastoriza, “Cheché” Hernández y Gabriel Ochoa Uribe. Sus métodos de trabajo son harto estrictos y plenos de disciplina, pero con los más jóvenes se hace su mentor y amigo. Alardea sin falsas modestias de su capacidad de liderazgo para cumplir metas y alcanzar objetivos. La gran virtud reconocida por sus futbolistas: desarrollar en ellos la capacidad de entender el fútbol, de “enseñarlos” a ser inteligentes.

Hoy, Dudamel tiene en sus manos (Selección Nacional Sub 20) quizá la mejor generación de futbolistas jóvenes de la historia del balompié venezolano. Él lo sabe y no se atasca en solo explotar el talento de sus dirigidos. Ha impregnado al grupo de la importancia de lo que significa jugar por el país, por encima de todo, incluso, de la relevancia que tiene el talento individual. Ya van siete módulos de trabajo en lo que va 2015 y aún faltando más de un año para que enfrente el campeonato sudamericano de la categoría, ya tiene clara la idea del juego y el once que lo practicará en la cancha, luego de ver y probar a más de 72 muchachos en la etapa de preselección.

Sin ocultar su interés por dirigir en el extranjero y a la Selección Absoluta, los plazos parece que se irán acortando en la carrera del nacido en San Felipe. 2016 será un año dedicado a su obsesivo objetivo de alcanzar el Mundial Sub 17, pero hay circunstancias que podrían acercarlo a su aspiración de manejar la Vinotinto que ahora mismo marcha a la deriva en la Eliminatoria de Rusia 2018 y que de no salir con vida en los duelos de marzo ante Perú y Chile, le acreditarían la posibilidad de hacerse cargo del puesto de seleccionador.

Sin la intención de convertirme en un postulador, describo las cualidades por las que Rafael Dudamel tiene los números para heredar el cargo en el caso que los resultados sigan siendo adversos en la gestión Sanvicente. Sus principales credenciales no necesitan mucha explicación: uno de los capitanes de la Vinotinto que rompió esquemas, exitosa trayectoria internacional como futbolista, un líder nato con sobrada ascendencia sobre el grupo que dirigirá, habilidad en el trato y en la transmisión del mensaje a sus dirigidos, discurso claro para explicar a los medios sus conceptos, sobrado reconocimiento y respeto por su figura a nivel continental y la clasificación a un mundial en su hoja de presentación. ¿Qué no ha alcanzado títulos en el medio doméstico?, pues ha quedado más que demostrado que ese no es un requisito indispensable.

En Sabana Grande lo ven con buenos ojos también por temas económicos. Cosas de nuestro fútbol, ese en el que Dudamel vuelve a destacar por encima del resto.

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