Opinión

En los zapatos de Martín Carillo

A propósito de la designación de Martín Carrillo al frente de la Vinotinto Sub 20, Carlos Domingues plantea un ejercicio de empatía y comprensión: antes de unirte a la jauría de las redes sociales, ponte un momento en el lugar del otro

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Carrillo

Escribí la semana pasada sobre la situación que devino en la destitución de José Hernández como estratega al mando de la Sub 20.

A una semana de ese episodio, ha sido tal el maltrato con el técnico saliente que ni siquiera una nota de prensa con membrete de la FVF sirvió para oficializar la decisión. Se presentó a los medios a su sustituto, Martín Carrillo, sin antes, al menos, anunciar que José Hernández ya no era más el encargado del banquillo de la Sub 20.

Las razones son obvias y no ha sido necesario que las aclaren en los medios. En la rueda de prensa de presentación se aprovechó la realización de forma remota de ésta para poder eludir la eminente pregunta acerca de por qué no continuaba José Hernández (un colega de los medios la formuló y no fue contestada). Ahora no sólo son las decisiones y su fondo las que se toman de forma abrupta e inadecuada: también son las formas. Un real desaire contra un entrenador que tanto ha aportado, sobre todo, a la formación de los técnicos en Venezuela (Hernández es uno de los pocos instructores nacionales titulados). Y, de paso, con una deuda económica tremenda que muy probable y lamentablemente, no le sea cancelada por una federación que pregona una y otra vez que está en quiebra.

Ha surgido además un debate moral sobre la situación de Martín Carrillo, nuevo seleccionador Sub 20. Carrillo, como Johnny Ferreira, Kike García, Jair Díaz y Francesco Stifano, es alumno aventajado de la llamada “Escuela Agustiniana de José Hernández”, porque se formó en el Colegio San Agustín de El Paraíso, la cantera de técnicos donde José es el principal formador. A Martín le une un vínculo que va más allá de lo profesional con él, por lo que el encendido del fuego pasa por encontrar una situación villana al asumir un cargo en el que su mentor ha sido defenestrado de una manera tan insultante.

Se le exige lealtad, códigos. Desde nuestra comodidad de ver las cosas detrás del teclado, somos acusadores en una situación cuya realidad se escapa de las manos del propio Martín. Desde nuestra perspectiva, siempre seremos policías morales de escenarios que en apariencia violan la dureza de un vínculo que pueda unir al maestro y a su alumno, ese que existe entre el formador y el formado.

Pregunto: ¿qué haría usted, amigo lector, si el cargo que le ofrecen para ejercer su labor no es una sugerencia sino un mandato? ¿Qué haría usted si apenas comenzando su carrera profesional le dan un cargo en el que no tiene otra opción que aceptar porque no se lo ofrecen para que considere asumirlo sino que le dicen que usted va a ser el que lo desempeñe sin otra alternativa?

A Martín Carrillo le ha llegado una oportunidad hermosa, que no podía rechazar. Y cuando digo que no podía rechazar es que no tenía otra alternativa diferente a hacerse con las riendas de la Sub 20. En un panorama como el que todos sabemos, ¿sabe usted lo que implicaría para su carrera, al menos en el país, negarse a aceptarla? Que un tercero y no la FVF garantice el pago, al menos, le brinda la estabilidad para trabajar con los recursos mínimamente necesarios.

Dejemos de juzgar a la distancia. Dejemos de ser policías morales. Vivimos una realidad ineludible, una situación que nos obliga, muchas veces, a obedecer porque es la única opción. Bien por aquellos cuyas circunstancias le permiten eludir situaciones tales.

Es difícil escribir de esta forma. Usted entiende a qué me refiero.

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