Cultura

En una temporada de musicales, "Cyrano" rompe todos los esquemas

2021 fue un año extraordinario para el musical. En especial, el que reinventó grandes historias universales con un aire renovado. No obstante, “Cyrano” de Joe Wright tenía una doble presión a cuestas: la de encontrarse al nivel de otras premisas mayores y más lujosas. También, la de celebrar una historia clásica que no acepta demasiadas revisiones. La película lo logra y además tiene el raro atributo de ser una inesperada sorpresa conmovedora

"Cyrano"
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“Cyrano” (2021) de Joe Wright es una historia de amor. También un musical, una comedia amable y por si todo lo anterior no fuera suficiente, un drama emocional. Pero en especial, es un tributo. Al personaje inmortal de Edmond Rostand, que el argumento recuerda de manera más o menos clara. A su primera adaptación cinematográfica de 1950, de la mano de Michael Gordon.

En esa ocasión, fue José Ferrer el encargado de interpretar al gran amante desventurado. Con una enorme nariz de utilería y su clásico bigote frondoso, la película era trágica y humorística a partes iguales. El Cyrano de Ferrer amaba, cantaba loas a la dama de sus deseos y al final, sufría por el desencanto. Todo mientras el film rendía tributo al cine de aventuras y al romance, sin decantarse por ningún género.

Wright intenta una combinación semejante. El director logra emular el raro aire de subtexto sobre el amor desventurado de la de Gordon, desde la perspectiva de la pérdida. Cyrano jamás triunfará en su gesta por el corazón de la mujer que ama, pero, aun así, en la derrota, encuentra la paz. La rara dualidad se repite en la película del 2021, pero en esta ocasión hay un punto más doloroso e incómodo.

El héroe de la “Cyrano” contemporánea no “lleva un cuerpo pegado a una enorme nariz”. En realidad, es un hombre de baja estatura, en una época en que serlo condenaba al infortunado al ostracismo o a la condición de fenómeno. De modo que nuestro Cyrano ya no solo es poco atractivo, sino monstruoso. Y la película de Wright se inclina mucho más hacia el hecho de dirimir la cuestión de qué nos hace hombres en épocas deshumanizantes. ¿Se trata de un excesivo comentario político para un romance clásico? No del todo, si se analiza de la manera correcta.

“Cyrano” lo hace. En especial, al escoger para el papel a Peter Dinklage. Consagrado en la cultura pop gracias a su Tyrion Lannister en la serie “Game of Thrones” de HBO, el actor llega a “Cyrano” como el antihéroe titular. Pero al contrario de lo que pudiera imaginarse, Dinklage no explora la elocuencia como punto principal del personaje. En realidad, le imprime una dignidad trágica.
De la misma manera en que el hermano menor de la familia más peligrosa de Westeros, Cyrano no inspira compasión, sino respeto. E incluso, una admiración genuina que a medida que avanza la película se transforma en una fortaleza moral imbatible. Eso, a pesar de que a Tyrion y al Cyrano de Wright le une la misma exclusión. Convertidos en objeto de burla y al final, condenados a una vida en los confines del poder, los hombres interpretados por Dinklage deben luchar por su valor. Y en esta ocasión, hacerlo también por su corazón.

La gran balada del amor no correspondido

La película toma curiosas decisiones para ampliar la premisa del amor sin esperanzas. El guion dota al Cyrano de Dinklage de un aire erudito, que hace que su frustración sea más elevada e intelectualmente comprensible. De hecho, esa pequeña sutileza en la forma de analizar al personaje —siempre un aventurero, esta vez un hombre político— hace más sólido el argumento.

"Cyrano"
Peter Dinklage y Kelvin Harrison       (Fotos: Peter Mountain © 2021 Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc. All Rights Reserved)

Dinklage, que por casi una década mostró cómo la apariencia física puede convertirse un motivo para el odio y el rencor, crea en “Cyrano” una encrucijada apasionante. Lucha por sus apasionados sentimientos, pero también establece un vínculo entre la belleza y lo poderoso. El film desea contar este gran drama sobre el desencanto, la derrota moral y el rechazo. Pero a la vez, ensalzar a su personaje como algo más que un perdedor bienintencionado.

Todo, mientras un musical —el cuarto que llega en sucesión a la pantalla grande entre el 2021 y el 2022— transforma la historia en un entretenimiento exuberante.

Wright tiene ambición para buscar un equilibrio entre una propuesta dispar y la gran pregunta es si lo logra. A medias y con dificultad, sería la respuesta más sencilla. Pero en realidad, el director reelabora su premisa hasta permitir que abarque varias dimensiones a la vez.

Por una parte, permite a Dinklage demostrar su valor como actor, su dominio en escena y una inesperada vulnerabilidad que conmueve. Al otro extremo, la película deslumbra con una puesta en escena colorida, barroca y sofisticada. La música hace también lo suyo: para el segundo tramo, la sensación inmediata es que Cyrano se nutre de un cine lejano y preciado que vive en la imaginación colectiva. La partitura entera, obra Matt Berninger, su esposa Carin Besser y los hermanos Aaron y Bryce Dessner, celebra con creatividad el argumento.

"Cyrano"

Pero a diferencia de las otras grandes obras del año, la música en Cyrano apunta a la historia, sin consumirla por entero. Las coreografías son tan precisas como las de “West Side Story”, pero en “Cyrano” tienen momentos ingeniosos en los que todo el entorno se torna musical.

Muy lejos de la edulcorada “Tick Tick…Boom!” de Lin-Manuel Miranda, “Cyrano” tiene un toque sombrío que equilibra su aparente optimismo. El resultado es un mundo en el que la música impregna lo cotidiano sin parecer una forzada excusa narrativa. Chasquidos de espadas que se entrecruzan entre sí, pasos, gota al caer. El soundtrack cuenta la historia y a su vez, el argumento tiene un amplio espacio para pormenorizar en sus puntos esenciales. El amor está ahí, la tragedia también. En el centro, su emblemático personaje central, que sostiene el guion con habilidad.

Pero “Cyrano” es una historia de amor. Un romance entre tres personajes en el que uno es un observador devastado por la pena. Y Wright asume el riesgo de narrar la vida de un perdedor con estilo y gracia. Roxanne (Haley Bennett) de nuevo está enamorada de Christian (Kelvin Harrison Jr.) y es Cyrano quien traduce las complejidades del amor para ambos. Lo hace, a pesar de tener el corazón roto, inspirado por la única posibilidad de demostrar su pasión, incluso si jamás será correspondida. En sus puntos más oscuros, “Cyrano” muestra la herida de la diferencia violenta, de la exclusión inevitable. Pero en realidad, la película brilla por su necesidad de evitar caer en lugares comunes. Cyrano canta, llora, lucha con espada y se roba el espectáculo. La agria victoria de un amante en busca de propósito, que en esta ocasión es el real protagonista de una historia a su medida.

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