Venezuela

Esa franquicia perversa

Guatemala no es excepción en el sino de América Latina. Llevamos más de 500 años escuchando decir que “somos el continente de la esperanza”, cuando lo que más hemos visto a nuestro alrededor es desesperanza.

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Nos encontramos en Guatemala, atendiendo una invitación especial. Nuestro anfitrión de excepción es el periodista Mario Antonio Sandoval, vicepresidente de Prensa Libre, fundador y presidente de Guatevisión, e Individuo de Número de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

Llegamos el día de la renuncia de la vicepresidente Roxana Baldetti, un hecho que conmocionó a la sociedad. Las protestas no son usuales en Guatemala y luego de un mes que se descubriera un escándalo de defraudación en las aduanas dirigido por su secretario privado, actualmente prófugo, lograron su renuncia. Hemos recorrido muchos kilómetros y hablado con mucha gente. La opinión generalizada es que Pérez Molina y su partido “ya no tienen vida”, aunque mi impresión es que aquí todavía no han aprendido que los partidos resucitan. Tal vez les costará volver, pero volverán.

Guatemala no es excepción en el sino de América Latina. Llevamos más de 500 años escuchando decir que “somos el continente de la esperanza”, cuando lo que más hemos visto a nuestro alrededor es desesperanza. Y esa desesperanza es la que nos lleva a rendirnos ante los caudillos como Hugo Chávez.

Manuel Baldizón es un exitoso empresario hotelero, abogado y político. Tiene toda Guatemala empapelada de rojo por su propaganda electoral. “El Correa de Guatemala”, le dicen. Las mismas promesas de Chávez, la misma consigna de que “ahora le toca al pueblo”, fotos de indígenas mayores con la banda presidencial puesta “con Baldizón manda el pueblo” (sí, sí, lo mismo nos dijeron a nosotros los venezolanos), promesas de todo tipo, incluyendo una asamblea constituyente.

La franquicia funciona. Ahora con el escándalo de Baldetti se piensa que Baldizón “es imparable”. La otra candidata a la presidencia es Sandra Torres, ex esposa del ex presidente Álvaro Colom, de quien se murmura que hasta su divorcio es falso, que lo hizo solo para poder postularse, porque a los cónyuges de los presidentes les está prohibido hacerlo por la Constitución.

La chavista, esa perversa franquicia, tiene éxito en los países donde hay grandes diferencias entre la clase más adinerada y la más pobre. Donde hay un abismo entre la educación que reciben los ricos y la que reciben los más necesitados. También el acceso a la salud es diametralmente opuesto entre quienes tienen medios de fortuna y los menesterosos. Las desigualdades, las injusticias, las disparidades, los privilegios de unos por sobre las carencias de otros son terreno fértil para que quienes buscan igualdad –con toda la razón- se aferren a esos mesías, ungidos y entronizados por sus seguidores… y hasta ahí dura el encanto.

Y no dura más porque esa franquicia necesita de los pobres para eternizarse en el poder. Entonces lo que hace es poner paños calientes sobre la pobreza, pero jamás tomará correctivos para acabarla, porque vive de ella. Usualmente, el franquiciante es quien suministra la materia prima y las fórmulas. Pero esta franquicia es tan perversa, que el franquiciado pone la materia prima, los pobres, que nunca dejarán de ser pobres.

Un chofer que nos llevó de Panajachel a Antigua nos dijo “si Baldizón cree que va a convertirse en un Chávez o en un Maduro, lo sacamos”. Espero que si los guatemaltecos van a franquiciar el chavismo, si no les resulta –que no les resultará- sigan el ejemplo de sus vecinos de Honduras y no de nosotros los venezolanos. El chavismo, esa franquicia perversa.

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